Un total de 202 menores ingresaron con sus madres en 2016 en la red de centros y casas de acogida para víctimas de la violencia de machista en Asturias. Son las víctimas invisibles. Un 70 por ciento de estos niños estaban escolarizados, y por tanto su situación podría haber sido detectada en los centros. Hay indicadores que pueden mostrar a los educadores que están ante uno de estos casos. Una inexplicable caída del rendimiento, la violencia con los compañeros o la tristeza son algunos de ellos, como indica la psicóloga Cristina Díez, una de las autoras, junto a la educadora de secundaria Marián Moreno y la socióloga Carmen Ruiz, de una guía para la prevención y actuación ante la violencia de género en el ámbito educativo, editada por el Instituto Asturiano de la Mujer.

La guía fue presentada ayer por los consejeros de Presidencia y Educación, Guillermo Martínez y Genaro Alonso. Irá acompañada de un plan de formación, eso sí, voluntario, para docentes y es la antesala de un protocolo para que los educadores sean herramientas de prevención y reparación del maltrato. Alonso señaló además que en una tercera fase se realizarán una serie de directrices para que los centros incluyan en su proyecto educativo medidas contra el maltrato. Martínez resaltó que se trata de luchar contra los estereotipos y educar en igualdad.

En los menores de 5 a 12 años pueden observarse problemas psicosomáticos, como dolores de cabeza, de estómago, asma, insomnio, pesadillas, sonambulismo o enuresis (pis en la cama). Los profesores pueden observar poca motivación en clase, déficit de atención e hiperactividad, una conducta desafiante o agresividad, y también aislamiento y dificultades para encontrar apoyos por la vergüenza. Y es que estos menores pueden culparse a sí mismos por el abuso que sufren sus madres. "Estos indicadores tendrían que advertir al educador de que hay una posible situación de maltrato. Para confirmarlo, el docente debe entrevistarse con el menor y su madre. La guía aporta pautas y técnicas para abordarlas", indicó Díez.

En los adolescentes, los indicadores cambian. Pueden observarse problemas emocionales y de conducta, consumo de drogas, fugas o relaciones dañinas, dificultades de concentración, aprendizaje y rendimiento, y también absentismo. Los adolescentes pueden reproducir además el comportamiento del maltratador o de la víctima, bien mostrando falta de respecto hacia las mujeres y creencias estereotipadas sobre la superioridad masculina, o bien sufriendo el maltrato.

Marián Moreno, por su parte, indicó que "es el momento de la igualdad en la enseñanza, ningún profesor puede evadirse de ella". La guía aborda la violencia de género al inicio de las relaciones de pareja adolescentes y trata de destruir tópicos sobre el maltrato, como que las leyes atacan a los hombres y privilegian a las mujeres, que muchas denuncias son falsas o que las víctimas soportan la violencia porque quieren.