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La hoja de ruta para vencer el autismo

"Nuestra prioridad es enseñar a los niños a hablar; no tienen ningún problema que se lo impida", subrayan las psicólogas Carlota Belloso y Lorena García

Desde la izquierda, Carlota Belloso (doctora en Psicología), Raquel García de la Torre (psicóloga), Tamara García Díaz (estudiante de Pedagogía en prácticas), Claudia del Ferrero Orviz (psicóloga), Lorena García Asenjo (logopeda y doctora en Psicología), Ruth Torres Vega (psicóloga), Marta Vigil Vázquez (psicóloga), Patricia Berguño Fernández (psicopedagoga) y Natalia Berguño Fernández (psicóloga), en las intalaciones del Centro Care. LUISMA MURIAS

Guillermo tenía año y medio cuando sus padres advirtieron que en su conducta había algo raro: "No hablaba, no repetía las palabras que le decíamos, parecía que no oía...", explica Begoña, su madre. Algo similar le sucedía a la hija de Susana, pero ella no se daba cuenta. "Sabía que algo no iba bien, pero no me percataba de la importancia de ese retraso", refiere. Finalmente, en ambos casos llegó el diagnóstico: autismo. O, más concretamente, trastorno de espectro autista (TEA), que es como se denomina actualmente a una serie de alteraciones que, en mayor o menor medida, afectan a la motricidad, las habilidades sociales y la capacidad de comunicación.

"Entendemos que los déficits de lenguaje y comunicación son lo que condicionan al resto de las áreas", explican Carlota Belloso y Lorena García Asenjo, doctoras en Psicología y directoras del Centro Care, de Oviedo, especializado en psicología infantil y, singularmente, en el tratamiento de niños con autismo.

El trabajo de Care se basa en una metodología científica llamada ABA, que a juicio de las responsables del centro dota de un aval científico a los procedimientos que emplean en sus terapias. "No vamos inventando sobre la marcha. Sabemos lo que hay qué enseñar y cómo hay que enseñarlo en cada momento. Nuestro principal objetivo es desarrollar el lenguaje oral de los niños, es decir, enseñarles a hablar. Partimos de la premisa de que los niños con autismo no tienen ningún problema fonológico que les impida hacerlo", subrayan las especialistas.

Mónica vive fuera de Asturias, pero trae periódicamente a su hijo a Oviedo para que sea tratado en Care. Comenzó a ponerse en lo peor cuando "íbamos al parque, y yo veía que otros niños se comunicaban con sus madres, y que el mío no me entendía". En sus visitas a Care, esta madre recibe pautas para poder ayudar a su hijo, que acude a un colegio ordinario donde recibe apoyos especializados.

"Estos casos cada vez se diagnostican en mayor número y más tempranamente. No hay dos casos iguales", explica Carlota Belloso. "Para nosotros, lo importante no es el diagnóstico, pues de por sí no nos da información sobre el niño. Pueden venir un niño con síndrome de Down y otro con trastorno de espectro autista, y parecerse entre ellos mucho más que dos niños con TEA", indica Lorena García Asenjo.

Guillermo empezó a los siete años a seguir una terapia basada en la metodología ABA. Su madre valora positivamente los logros de este lustro: "Pensábamos que para él era imposible desarrollar el lenguaje. Desde que ha empezado a hacerlo, le veo un cambio a nivel social y de relación con su hermano", indica Begoña. El niño "empieza a darse cuenta de lo que sucede en su entorno; aún muy poco, pero es que antes era nada. Ahora, al menos, llegas a él para jugar, incluso entiende una broma. Veo que el cerebro de Guillermo empieza a responder a cosas", agrega la madre.

A juicio de las directora de Care, lo prioritario cuando les llega un niño "es identificar sus habilidades y problemas: qué sabe hacer, qué no sabe y debería hacer, y qué conductas presenta que no debería presentar". Una vez sentadas estas premisas, "hay que diseñar para ese niño un programa de enseñanza que va a ser completamente diferente al de otros niños, no sólo en su diseño inicial, sino en todas las decisiones que vayan tomándose".

La hija de Susana probó otros métodos, "pero a la niña no le sirvió para nada". Esta madre tiene bien experimentado que, ante un diagnóstico de autismo, "se pasa muy mal". "Es muy duro ese momento, y luego es muy dura la vida diaria, porque ves que tu hijo no puede hacer lo que hacen otros niños. Sabes que no debes compararlos con otros, pero es inevitable", explica. En los últimos tiempos, Susana ha comenzado a ver algo de luz al final del túnel: "Hemos comenzado a ver progresos, y creo que si hubiéramos venido antes le habrían ayudado más", destaca. Pero la lucha contra el autismo es una carrera de fondo, un maratón: "Ante cualquier avance, hacemos una fiesta, como hace poco, cuando empezó a ir al servicio él solo. Él tiene que darse cuenta que lo ha hecho bien", asevera Mónica.

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