Tras la muerte de Carmen Franco, la única hija de Francisco Franco, los siete nietos del dictador han decidido poner a la venta, a través de una inmobiliaria cántabra, algunas de las posesiones de la familia. Una de ellas es la finca y el palacete de La Piniella, en Llanera. Se trata de un terreno de 90 hectáreas que sale al mercado con un precio de 5 millones de euros. La noticia no ha cogido por sorpresa a los vecinos, que ven "normal" que los descendientes de Franco se deshagan de esta propiedad: "No vienen nunca, y mantener una hacienda así tiene un coste muy alto".

En la vivienda de La Piniella veraneó durante toda su infancia Carmen Polo -el palacete lleva desde el siglo XVII en manos de la familia-. Allí, "entre praos y monte", donde su familia escapaba del calor de Oviedo, la que luego sería señora de Meirás jugó e hizo buenas amistades.

Dicen los mayores que "nunca llegó a perder su vínculo con el pueblo", y por eso siempre quiso que su hija, Carmen, pasase al menos sus primeros veranos allí. "Tenía amigos y jugaba con los vecinos", afirma Chema Martínez, secretario de la Asociación de Vecinos de San Cucao, sobre la infancia de la hija de Franco, cuyo recuerdo sólo se encuentra en la memoria colectiva de San Cucao: "Ya no queda casi nadie que lo haya vivido en primera persona".

Lo que sí recuerdan muchos son las visitas del matrimonio Franco-Polo una vez pasado el ecuador del siglo XX. "Sobre todo del revuelo que se montaba en el pueblo. Era increíble", aseguran sobre las estancias de la familia del por entonces jefe del Estado, que "no pasaban de unos días".

"Para empezar, unos días antes de que llegasen había una cuadrilla o dos para adecentar y limpiar todos los caminos, cunetas... Además, siempre asfaltaban la carretera. Todos los años. Cuando estaban en la casa todo esto se llenaba de sirvientes, escolta, Guardia Civil... Era la leche", recuerda uno de los vecinos más próximos a la vivienda de La Piniella, que prefiere mantener su nombre en el anonimato. Uno de los momentos que más a fuego han quedado en la memoria de los vecinos era la llegada de la comitiva que traía consigo el caudillo. "Venían con las sirenas a toda pastilla. Era varios coches, todos Cadillac blindados con los cristales tintados. En cada cruce se ponía una patrulla de la Guardia Civil para que nadie cortase el paso", recuerda el mismo parroquiano sobre la seguridad que rodeaba a Franco.

Las caravanas oficiales también son recordadas perfectamente por Martínez. "Estábamos en la escuela y el maestro nos cuadraba a todos frente a la carretera, esperando a que pasase Franco. Cuando cruzaba en coche, podíamos estar esperando media hora tranquilamente, cantábamos el 'Cara al sol' y el profesor izaba una bandera de España", rememora el de San Cucao que, "por supuesto", nunca llegó a ver al dictador: "Jamás nos saludó".

En ese sentido sí tuvo más "suerte" Teresa Rodríguez, quien vio pasar a un palmo de su casa, situada a escasos 300 metros de la finca hoy en venta, al mismísimo Franco. "Nos dio las buenas tardes. Tampoco más, porque iba muy protegido por su escolta", menciona la llanerense, quien recuerda al general "muy bajito". "Parecía poca cosa", indica con una carcajada que corta al recordar la figura de Carmen Polo: "Ella era muy elegante e hizo mucho por el pueblo".

Y es que el recuerdo que tienen del matrimonio Franco-Polo algunos de los vecinos no es negativo. "Ella hizo que arreglasen la iglesia, que se había quemado durante la Guerra Civil, mandaban zapatos para los niños... Siempre se portaron muy bien con el pueblo y los vecinos", afirma Rodríguez.

Otro de los empeños de la mujer de Franco fue construir una escuela en San Cucao. "Era un edificio que nada tenía que ver con los colegios de la época, con una arquitectura mucho más cuidada. Era todo un lujo para la época", afirma Martínez sobre el inmueble, hoy día utilizado como centro social.

Desde aquello ha pasado mucho tiempo y los vecinos ya han perdido la cuenta de los años que lleva sin veranear en San Cucao la familia Franco, por lo que ven "razonable" que los nietos del que se hacía llamar Generalísimo hayan decidido vender la propiedad. "Es algo que aquí en la parroquia llevamos con más indiferencia que otra cosa", resume Martínez sobre la que puede ser la última página de la historia de la familia del dictador en Llanera.