La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Atletismo por las galerías del pozo Sotón

"Correr en una mina es duro, como otro mundo", explican los deportistas que prueban el recorrido de la primera carrera por el interior de una explotación carbonera

44

Carrera del Pozo Sotón

La imagen en la jaula que se sumerge en la tierra de la mina del Sotón era ayer, en torno a las seis de la tarde, cuanto menos pintoresca. Apretados, diez trabajadores de Hunosa van vestidos con su mono corporativo. Hasta ahí nada anormal. Lo que no cuadraba en la foto es que a su lado van seis corredores, todos miembros del equipo Valle de Turón Trail Running, vestidos de pantalón corto y con camisetas de recuerdo de algunas de las múltiples carreras en las que han participado. El único equipamiento que les hace minimizarse con el ambiente minero es el casco, que metros más abajo resultará fundamental. Mientras la jaula va comiendo terreno los "runners" tratan de calentar los músculos como pueden. Apretujados. La carrera comienza a 560 metros de profundidad a través de las galerías que antiguamente horadaron los mineros de la compañía estatal, y sobre las vías de tren por las que aún circulan las vagonetas. La de ayer era sólo una prueba para comprobar cómo está el terreno, el plato fuerte será el domingo 3 de junio, cuando un grupo selecto de 50 corredores, en su mayoría campeones en alguna especialidad de trail, competirán en una contrarreloj por el pozo en la bautizada como "Xtreme Correminas".

La jaula para por fin en la planta número diez. Es la hora de ponerse en marcha. Abajo no hace frío, pero sí hay bastante humedad. El grupo echa a correr. El ritmo es bueno. A los pocos metros llega el primer inconveniente. El barro y el agua inundan por completo el camino. "¿No sabéis bucear, ho?", pregunta uno de los que van en cabeza. El grupo estalla en risas y el barro alcanza ya las camisetas. Ninguno aguanta limpio ni un minuto. "Esto se trata de tener cuidado, de no mancarse. Hay que estar muy vigilante". La recomendación la hace Daniel Núñez, presidente del club de "runners" turonés. Es de los que marcan el ritmo. Hay que estar atento a todo. A no tener un traspié, y al mismo tiempo vigilar la cabeza porque en algunas zonas el techo se achata.

Al final de la galería y después de sortear charcos, llega una de las primeras sorpresas. Una empinadísima escalera es el único camino para llegar a la novena planta del pozo. Arriba, un empleado de la hullera, que espera a los corredores cargado de botellas de agua, aclara que "una compañera los ha contado, dice que son 260 escalones".

Dentro de la galería el paisaje no tiene mucha variedad. Es similar a uno de esos antiguos videojuegos de plataformas. Hay que ir saltando y procurando evitar los carriles del tren, las traveseras e ir superando las vagonetas que duermen junto a las paredes del pozo. Una vez superados esos 260 escalones, la mina cambia algo de color. El negro domina, pero es algo más intenso, hay más polvo y las traviesas de las vías del tren se multiplican. Incluso cuesta algo más respirar. "Esto ya es mina mina", dice uno de los corredores cuando ve el panorama. Al final de la galería llega la verdadera prueba de fuego. Una estrecha chimenea, bautizada como la "J", de cien metros es el único acceso a pie a la galería superior. El trazado es durísimo. Primero hay que trepar, luego reptar, para volver a trepar al final. Cualquier mal movimiento puede ser fatal. Al final, los corredores van sacando la cabeza por la galería octava del Sotón como si fueran topos saliendo de la tierra. "Subir por esas galerías ha sido duro, es como otro mundo. Nunca había hecho algo así, y es una experiencia inolvidable", reconocía al acabar el corredor turonés Enrique González. "La chimenea es lo más difícil", añade Daniel Núñez, "toda mi familia es minera: mi padre, mis tíos, mi abuelo... Yo soy de un valle minero, pero si no es por esto nunca hubiera entrado en un pozo".

La "J" es la meta. Allí arriba, o abajo, depende de la perspectiva, se acaba la carrera tras cinco kilómetros bajo tierra. Al final del túnel llega el ansiado avituallamiento y los "runners" hacen corrillo y comentan la jugada. Entre ellos está Javier Marcos, turonés, que una vez duchado cambiará una mina por otra. Trabaja en el pozo Nicolasa como electromecánico. "Allí no tenemos rampas como las que hay aquí", señala. Y añade: "Ésta es una carrera muy guapa, distinta y bastante dura".

Compartir el artículo

stats