El artista ovetense Toño Velasco durmió sobre la hoguera de San Juan en la plaza de la Catedral el goyesco sueño de la razón, y mientras el músico Héctor Braga ponía música al solsticio de verano, el durmiente despertó y comenzó a pintar sus propios monstruos, que son los de la ciudad, en el lienzo que cubría la hoguera. Al tiempo, los actores del grupo de teatro Margen danzaban sobre el escenario situado sobre la fuente de la plaza. Arriba, y con la estatua de la Regenta integrada en el escenario, Braga y su banda tocaban conciones tradicionales asturianas con tinte emigrante.

Los dos espacios centrales de la fiesta, el del espectaculo de música y teatro y el de la hoguera sobre la que trabajaba Velasco tenían como nexo de unión al personaje del viajero - emigrante que maleta en mano se adentró entre el público para recordar el éxodo y el regreso con bailes.

Al público le costó entrar iniccialmente en la propuesta artística diseñada para la ocasión pero poco a poco, pasadas las once de la noche, se fue agolpando en la plaza de la Catedral.

Media hora más tarde, cuando faltaban unos treinta minutos para el encendido de la hoguera, el grupo Mercau Astur entró en escena para iniciar el ritual mágico de la noche. Cuatro magas que representaban los cuatro elementos de la naturaleza invocaron a los seres de la mitología asturiana. Así aparecieron el trasgu, el busgosu o las ayalgas, que abrían el paso al protagonista de la noche, el Cuélebre, que sobrevoló una plaza ya bien nutrida de público a esa hora, listos todos para encender la hoguera.

El músico Héctor Braga acabó su concierto con su particular versión del "My way" de Sinatra para darle ese toque del otro lado del charco a esos emigrantes que por miles abandonaron Asturias. Braga, tocando el arpa, dijo adiós dando inicio a la noche mágica que en Oviedo pareció por momentos una verdadera noche de verano, aunque el calor, tal vez, no fuera una cuestión tan climática como el sueño procedente de la foguera.