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Asturias, entre las economías europeas con peores niveles de capacidad innovadora

La metodología del economista holandés Ron Boschma asigna a la región una baja perspectiva de diversificación hacia sectores de alta especialización

Ron Boschma, durante su visita a Salas, en la plaza de la Campa. MIKI LÓPEZ

La estrategia europea de especialización inteligente, el eje de los planes de inversión que rigen la política regional de la UE vigente, viene con un mandato de diversificación económica que a Asturias, por la propia naturaleza de su dieta productiva y su grado de sofisticación tecnológica, le va a costar cumplir. Al microscopio de la metodología de trabajo de Ron Boschma, profesor de Economía Regional en la Universidad holandesa de Utrecht, la medición de las capacidades potenciales preexistentes en el entramado económico asturiano sitúan al Principado entre las regiones europeas con menos competencias para esa diversidad que inexcusablemente reclama Europa.

Sabiendo que diversificación es la palabra mágica que abre las puertas del futuro, y que triunfa la especialización de alta complejidad tecnológica, el economista holandés ha desarrollado un método de identificación de aptitudes, región a región dentro de la UE, para cumplir los objetivos de la política de cohesión europea. Su axioma de partida entiende que ésta requiere de las regiones de la Unión no tanto perseverar en el refuerzo de los sectores ya implantados como el uso de las fortalezas propias del tejido industrial instalado para dirigir la economía hacia nichos nuevos de actividad. Es ahí donde a Asturias se le ven las costuras. El Principado puntúa bajo, por debajo de la media española y en algún caso a la cola del continente, en los dos indicadores que le sirven a Boschma y a sus colaboradores para evaluar numéricamente las aptitudes de cada región europea para la diversificación de sus fuentes de riqueza productiva.

De entrada, el método de trabajo ha construido un índice que calcula el grado de capacidad innovadora sobre la base de la proximidad que existe entre la potencia económica instalada en un lugar y la potencialmente instalable, es decir, la distancia entre las tecnologías que ya se desarrollan con las que, basándose en éstas, podrían llegar a ser nichos nuevos de riqueza y empleo en el futuro.

De acuerdo con este indicador, elevado en toda Centroeuropa y particularmente alto en el Norte de Italia y el Sur de Alemania, el Principado de Asturias saca un 11,51, bajas calificaciones en compración con la media europea del 20,14, pero también con la española (14,98) y con el 26,48 que obtienen regiones como el País Vasco. Cuanto más alto sea este valor mayor será, explica Boschma, "la proximidad de las tecnologías ya existentes de aquellas que la región se está perdiendo y mayor será su capacidad potencial de diversificación".

El grupo investigador del economista holandés utiliza también un indicador que se arma sobre la base de la actividad de generar patentes en cada región y que mide la complejidad tecnológica, o la capacidad de generar una variedad de tecnologías realmente novedosas y sofisticadas, de desarrollo exclusivo, alto potencial de crecimiento y elevada generación de beneficio. Si en este punto la media europea es un 50, Asturias saca un escaso 15,74, "uno de los valores más bajos de toda Europa", resalta Boschma, en un baremo en el que España tiene un 33,46 y el País Vasco, tan cerca y tan lejos, se lanza hacia un 58,77. El investigador holandés, que en mayo expuso en Salas parte de su método en un encuentro de especialistas en economía regional promovido por el Regiolab de la Universidad de Oviedo en el marco del proyecto europeo "Imajine", destaca que esa complejidad y diversidad tecnológica es un valor fundamental que en su proyecto se ve mucho más desarrollado en las áreas metropolitanas y que presenta más diferencias entre regiones en el interior de los países que entre unos estados y otros.

Su metodología plantea como objetivo la identificación de los sectores económicos cuyo crecimiento es posible vaticinar sin miedo al fracaso, y la mala noticia es que de esos para Asturias no le aparece casi ninguno. Son actividades de alto beneficio con bajo riesgo, de fácil acceso y elevado potencial de desarrollo, tecnologías de elevada complejidad, sectores que no existen en la región pero que podrían estar accesibles a la vista de las características de su tejido productivo actual. Su análisis aplicado al Principado únicamente observa alguna actividad candidata a protagonizar el futuro en el cuadrante donde se sitúan aquellas alternativas productivas cuyo desarrollo implica un riesgo bajo, pero también un retorno económico no demasiado interesante; las de alto beneficio están también, concluye, menos al alcance de lo que las potencialidades de la economía asturiana pueden desplegar basándose en sus fortalezas presentes.

Electrónica y química

Están ahí, pero lejos. Boschma entiende que la apuesta en todos estos casos implica más riesgos y requiere "una decisión política que evalúe cuánta cantidad de riesgo se considera aceptable". Entre las potencialidades que cumplen estas condiciones en Asturias están las vinculadas a la ingeniería electrónica o a la industria química con más intensidad que a los aledaños de la ingeniería mecánica.

El economista holandés ha desarrollado esta metodología de análisis en colaboración con los investigadores Pierre-Alex Balland (Universidad de Utrecht), Joan Crespo (Universidad de Toulouse) y David Rigby (UCLA).

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