La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Asturama

La conciencia del bosque

El apicultor Alberto Uría inicia una campaña de micromecenazgo para poner en valor el medio natural, amenazado por los incendios, a través de un libro escrito por él e ilustrado por el pintor Fernando Fueyo

Alberto Uría, a la sombra de un árbol en un parque de Oviedo. ANA PAREDES

Un apicultor convertido en escritor por amor a la naturaleza, en defensa de los bosques y para remover conciencias ante la despoblación y el abandono que sufren tanto el suroccidente asturiano como Los Ancares lucenses. Ése es Alberto Uría Moreno. "Yo vivo en lo que se llama la raya entre Galicia y Asturias, en el pueblo de Robledo. Administrativamente pertenece a Negueira de Muñiz, en Lugo, pero como parroquia pertenece a Marentes, en Ibias", matiza.

Su obra, que cuenta con unas maravillosas ilustraciones del pintor Fernando Fueyo, es consecuencia de un sentimiento de rabia, impotencia y tristeza ante los incendios que han asolado la zona donde vive. "En los últimos dos o tres años ha sido ya a lo bestia. Cuando llega el otoño, arde continuamente. El año pasado ardieron, además, zonas de robledal, bosques importantes, durante muchos días. Anímicamente me afecta mucho, y no sólo porque yo pueda perder colmenares, que los pierdo, sino porque al perder estos bosques perdemos nuestro pasado; nuestro presente, porque perdemos nuestra manera de ganarnos la vida, y perdemos futuro, porque todo lo que nos rodea ahora, prácticamente, son laderas matorralizadas fruto de la erosión".

"El país del abeyeiro" es un libro narrado en primera persona en el que recorre las montañas y los pueblos del suroccidente asturiano y la zona de Los Ancares porque, como él mismo dice, la naturaleza y los animales no saben de fronteras, utilizando como vehículo esas abejas que, como él, viajan y trabajan mes tras mes en un entorno natural cambiante, dependiendo de las estaciones del año.

"Empecé a escribir por rebeldía, para sacar toda la rabia que tenía dentro. Durante un año recorrí el paisaje con una libreta en la mano para hablar de las abejas, del oso, la flora, los oficios tradicionales, los pueblos, el paisaje, los ríos, los bosques, el fuego, todo lo que yo siento y quiero compartir como apicultor que vive aquí y defiende no sólo para sí mismo sino para todos el entorno en el que está", dice.

La otra mirada del libro es la de Fernando Fueyo, con sus maravillosas acuarelas, un pintor que es capaz de ver matices, texturas y colores que los demás no ven en la corteza de un árbol, como matiza Alberto. "Yo también veo belleza en el paisaje, como él, pero las nuestras son dos maneras diferentes de ver la naturaleza", explica. De hecho, en dos meses pondrá en marcha donde vive un ecomuseo y escuela taller tanto para aprender el oficio de apicultor como sobre micología y pintura en la naturaleza. El libro cuenta, además, con prólogos del paleoantropólogo y codirector del equipo de investigaciones de los yacimientos de Atapuerca Juan Luis Arsuaga y del botánico y especialista en árboles monumentales Bernabé Moya.

Hace unos días ha iniciado una campaña de micromecenazgo ("crowdfunding") para publicar su obra, un trabajo con el que ambos pretenden "no sólo que el libro se edite, sino lograr que la gente se una a nosotros en la defensa y la lucha de nuestros bosques, de nuestro ecosistema. Es un proyecto a largo plazo en el que espero que se implique mucha gente", explica.

Los interesados en ser mecenas deben entrar en la página https://vkm.is/abeyeiro. "Dependiendo de la cantidad que se aporte, hay diferentes recompensas con el libro, tarros de miel, un marcapáginas, una ilustración firmada o visitas al ecomuseo. En caso de no alcanzar los 6.000 euros presupuestados para su publicación, el dinero se devolvería a los mecenas". El mecenazgo es hasta el 18 de octubre, explica Alberto.

Con este libro, Alberto Uría y Fernando Fueyo buscan "coger a la gente por el corazón y decirle ¡mira lo que tienes, sálvalo! Queremos que quien lea esto se vuelva a enamorar del paisaje, ¡no del mío!, del suyo propio, del que tiene interiorizado, del que mamó. Yo quiero creer que si la gente volviera a tener ese apego emocional por el bosque, por el monte, este no ardería", dice.

Compartir el artículo

stats