La tercera jornada del juicio a los hermanos Sandulache y otros cuatro acusados por presunta trata de seres humanos, entre otros delitos, se centró ayer en el testimonio de los dueños y encargados de los locutorios desde el que enviaban dinero a la familia en Rumanía, así como en los testigos cuyas identidades fueron presuntamente utilizadas, sin ellos saberlo, para realizar envíos de miles de euros. Los primeros aseguraron que era "imposible" que hubieran enviado dinero desde sus negocios de madrugada, como aseguran la Fiscalía y la acusación particular. Y los demás negaron rotundamente haber hecho transferencia alguna a Rumanía.

La primera parte de la sesión se dedicó a la lectura de la declaración de una de las víctimas de los hermanos Sandulache, lo que provocó un importante rifirrafe entre el abogado de Christian Alí, Ricardo Álvarez-Buylla, y la presidenta de la Sala, la magistrada Covadonga Vázquez. La joven había testificado ante la Policía en Rumanía, pero en ningún momento lo hizo ante la española ni en el Juzgado durante la fase de instrucción. Todas las defensas protestaron, ya que no se les había comunicado la comisión rogatoria librada por el Juzgado y no pudieron ejercer el derecho de contradicción. Pero el tribunal decidió su lectura ante la imposibilidad de localizar a la mujer.

El relato fue idéntico al realizado por sus compañeras en las dos sesiones anteriores. Aseguró que había llegado a España sabiendo que venía a prostituirse, pero que las condiciones impuestas por los hermanos Sandulache eran exactamente las contrarias a las que habían pactado antes de salir de Rumanía. También relató los malos tratos continuados, "físicos y psicológicos", que había escondido dinero para escaparse y que cuando Christian Alí lo supo, "me obligó a comérmelo". También que le había cortado en una mano con una espada, y cómo quería huir pero no podía al estar siempre acompañada y controlada.

Esta joven también señaló a Christian Alí como "el jefe de la organización, porque todo el mundo acataba sus órdenes. Y su mano derecha era Sebastian (su hermano)", mientras que otro de los acusados, M. M. era el chófer, y el cuarto acusado sentado en el banquillo, I. B., era el encargado de "mantener en constante terror a una de las chicas". También añadió que "Sebastian era el que más nos pegaba".

La joven terminaba su relato indicando que "en enero de 2012, Christian Alí presumía de tener doce chicas trabajando para él).

Miles de euros

La sesión continuó con la lectura de otras dos declaraciones en la fase de instrucción correspondientes a dos testigos que ya han fallecido. Al igual que otros seis que comparecieron en la Sala, los testimonios confirmaron que ninguno de ellos había transferido dinero a ningún miembro de la familia Sandulache a Rumanía. Y menos unas cuantías que se contaban por miles. Es más, apuntaron que el promedio de sus envíos se situaba entre los 50 y los 200 euros, mientras los que se remitían con su nombre rozaban los 3.000, que es el límite establecido por Wester Unión y Titanes, las empresas a través de las cuales se hacían las transferencias.

Los letrados de las defensas, por su parte, se centraron en los testimonios de los dueños y encargados de los locutorios desde los que se realizaron los envíos, quienes coincidieron en que es "imposible" realizar envíos de madrugada, ya que los locutorios están cerrados a partir de las 24.00 horas y hasta las 9.00 del día siguiente, y además las compañías impiden operar.