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Jóvenes y mujeres, las más precarias

El trabajo de tesis de la psicóloga gijonesa Sara Menéndez certifica que la salud de las féminas se deteriora más en condiciones laborales inestables

Por la izquierda, Julio Rodríguez, Esteban Agulló, Rosana Saiz, Sara Menéndez Espina, José Antonio Llosa y Héctor Lasheras. LNE

El empleo es una herramienta básica ante el riesgo de exclusión, pero no una garantía. El trabajo precario se está asociando a problemáticas emergentes para los trabajadores y su salud, generando lo que se ha venido en llamar precariado o trabajadores pobres. Esa circunstancia se acrecienta si el análisis se realiza en clave femenina. Un trabajo sobre esa realidad le permitió a la joven psicóloga gijonesa Sara Menéndez Espina, formada en la Universidad de Oviedo y miembro del grupo de investigación Workforall, alcanzar el título de doctora. Su tesis, sobre "Incertidumbre laboral y perspectiva de género: antecedentes, implicaciones e intervención", dirigida por Esteban Agulló y Joan Boada i Gra, repasa a partir de una muestra de mil personas de diferentes puntos de la geografía española cómo las condiciones de incertidumbre laboral (temporalidad, parcialidad, desempleo..) desembocan, a nivel de salud mental, en un cierto miedo al futuro.

Y ante ese panorama no es casualidad que la salud de las mujeres se vea más deteriorada. Por ejemplo, apunta Menéndez Espina, Asturias es la comunidad donde más psicofármacos se consumen, y en mujeres más aún. Según la Encuesta Nacional de Salud, el 20,4% de las féminas asturianas tomaba tranquilizantes, y un 15,7% antidepresivos, frente al 7,5% y 5%, respectivamente, de los hombres. Las causas no son sólo el trabajo, aclara la joven doctora, "pero la desigualdad incide directamente en nuestra salud mental, y el laboral es sólo uno de los muchos ámbitos donde se refleja". Para la mujer, tener un empleo temporal, sin contrato, llevar poco tiempo en la empresa y haber sufrido recortes en el salario el último año generan mayor miedo a perder ese puesto. En hombres se añaden a ese estado de incertidumbre factores como tener una categoría laboral más baja, una menor formación o llevar unos bajos ingresos al hogar. Por tanto, concluye Menéndez Espina, "a los hombres les sigue condicionando más el éxito de la carrera laboral y su papel como sustentador económico del hogar". Esta circunstancia, prosigue la joven, lleva a asentar los roles de que el hombre encuentra el éxito en la vida por medio de su trabajo, y su sueldo, al ser más alto, se mantiene como referente económico del hogar.

La tesis pretende acercarse a una dimensión concreta de la realidad laboral, marcada por las altas cifras de precariedad, desde un enfoque de género. Se ha querido estudiar cómo la desigualdad de género influye en ese fenómeno concreto y cómo es la vivencia de la incertidumbre laboral. Se trata, explica Menéndez Espina, de la percepción y miedo de que se va a perder el actual empleo. Evidente en un contexto donde las relaciones laborales son volátiles, frágiles, la tasa de contratos temporales en España se sitúa en el 26,9%, doblando a la media de Europa (13,9%).

"En la mayoría de los casos firmamos un contrato que sabemos que se va a terminar, pero no sabemos si se nos va a renovar, si se va a ampliar nuestra presencia en la empresa, si las cifras económicas lo permiten, o si en caso de haber un recorte de personal, iremos nosotros primero", reflexiona la joven doctora, quien agrega que las féminas han sido, clásicamente, las más representadas en trabajos precarios. "El modelo de empleo en el que te jubilabas donde empezaste a trabajar era más masculino, aunque con los años hubo mujeres que se incorporaron a él", matiza Menéndez Espina. Ahora la presencia de la mujer crece en el sector servicios, históricamente más feminizado y más precario. Y no sólo eso, advierte Menéndez Espina, las mujeres presentan mayores tasas de desempleo, trabajo a tiempo parcial y sin contrato, todo mezclado con una labor no remunerada en el hogar. "Tenemos menor protección social, en prestaciones de desempleo, de maternidad, pensiones...", enumera.

Discurso culpabilizador

El discurso cultural en el que nos movemos es muy culpabilizador, sostiene la joven investigadora, "al final tú eres responsable de tu carrera laboral y éxito en la vida, cuando en verdad nos movemos en un mercado volátil donde no tenemos tanta capacidad de decisión". Eso, subraya Menéndez Espina, "genera frustraciones, culpa, con sus consecuencias a nivel psicológico (adicciones, problemas familiares, depresión, ansiedad, estrés, aislamiento...)". Al final, los lugares donde se encuentra cierta "protección emocional" son espacios donde el ciudadano permanece en contacto con la comunidad: el sindicalismo, el movimiento feminista... "Ahí nos ayudamos, nos expresamos y somos escuchados", concluye.

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