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La seducción de un lugar especial

Cristina Valle, somedana y secretaria interventora de Ayuntamiento, creció con el Parque y aboga por un equilibrio entre protección y comercialización que lo convierta en un espacio al que los jóvenes retornen para afincarse: "La calidad de vida no tiene comparación"

Cristina Valle Fidalgo, en una imagen reciente

Para mí, hablar con Cristina Valle Fidalgo (Pola de Somiedo, 1984) supone el rememorar su infancia y juventud, pues mi amistad totalmente fraternal con sus padres, José Luis y Matilde, los de El Parador Peñavera, uno de los escasos establecimientos de hostelería anteriores a la declaración del Parque Natural, que durante muchos años fue mi refugio somedano, me llevó a verla crecer desde niña hasta convertirse en la mujer responsable que, hoy en día, pertenece al cuerpo de funcionarios de la Administración Local con habilitación nacional como secretaria interventora.

Por ello, la conversación, más que agradable, en torno a unas botellas de sidra, se entremezcla y salta de una idea a otra, entre recuerdos y miradas al futuro. Como tantos otros jóvenes somedanos que querían estudiar, Cristina Valle se trasladó a Oviedo, con la suerte de que allí vivía su admirado tío, Eladio Valle Álvarez, maestro de profesión, y bajo un régimen de "libertad anárquica controlada; primero se veía la tele y después a estudiar", comenta entre risas, completó los estudios previos a su ingreso en la Facultad de Derecho de nuestra Universidad.

Finalizada la carrera, Cristina Valle, optó por preparar oposiciones al cuerpo jurídico de la Administración regional y, ante la incertidumbre de que no hubiera ninguna convocatoria a medio plazo, dio un giro a sus estudios y pasó a estudiar los temarios de la Administración local. Como la mujer sensata, decidida e inteligente que es, tras presentarse a diferentes exámenes para probar sus fuerzas, comenzó a trabajar en el Ayuntamiento de Oviedo, sin dejar de estudiar; por fin, aprobadas las oposiciones, y tras unos meses de formación en Madrid, estuvo destinada en Luarca, Illas y ahora en los municipios leoneses de San Emiliano y Sena de Luna, muy cerca de su Somiedo natal.

Un Parque Natural que siempre estuvo ahí y siempre con visitantes

Para Cristina Valle, Somiedo siempre atrajo a mucha gente, ese es el recuerdo que tiene, pues en el bar de sus padres paraban todos los visitantes que venían a trabajar allí. No era extraño encontrarla jugando a las cartas con un naturalista, atendiendo a las divertidas anécdotas que José Luis comentaba con los diferentes grupos, o poniendo carteles manuscritos de aviso de la prohibición de dar de comer a los osos y que su padre remataba afirmando que era porque estaban todos los días bajando al pueblo, a ver si alguien les echaba un bocadillo, y que se pasaban la noche tirando contenedores de basura y entonces los vecinos no podían dormir; algo así como las divertidas historietas del guardabosques Smith intentando controlar a los osos "Yogui" y "Bubú".

Entre las anécdotas más divertidas protagonizadas por Cristina durante su infancia, figura su perplejidad cuando, ante unos visitantes ingleses alojados en El Parador, preguntó a su padre algo del tenor de "¿cómo puede ser que unos señores tan mayores todavía no sepan hablar español?". Luego llegó el Centro de Interpretación del Parque Natural, las visitas de los escolares al mismo, los primeros vídeos que proyectaban a los niños del colegio y así, entre los escolares, se iba consolidando la idea de que vivían en un lugar especial, que en realidad era nada más y nada menos que el primer Parque Natural asturiano.

De su participación en el primer, o uno de los primeros, documental sobre Somiedo y los osos, de allá por los primeros años 90 pasados, Cristina recuerda, entre risas, que también colaboraba en él su bisabuelo Bautista, y que ella no hacía más que quitarle las telarañas que lucía en el sombrero. Aquella niña rubia, guapa y simpática, que participaba en la película abrazando a un osito de peluche, vivió todo tipo de anécdotas con los primeros turistas que llegaban a Somiedo preguntando en el bar, "¿dónde está la entrada del parque?, ¿dónde se ven los animales?, ¿dónde tienen a los osos?, y todo tipo de cuestiones, ciertamente incomprensibles, para quienes conocíamos el territorio".

La etapa escolar en Oviedo, se interrumpía los fines de semana y Cristina Valle acudía a la casa familiar en La Pola, en donde ayudaba a sus padres en el negocio. De aquellos viajes en el Alsa, recuerda cómo Julio, el conductor, amenazaba a sus padres con no traerla ni llevarla más "si no le quitaban la flauta", pues sus ensayos, ya que nunca había tenido clases de música, deberían ser ciertamente difíciles de aguantar durante el largo tiempo del viaje.

Una somedana con perspectiva de la evolución del concejo

Para una persona como Cristina, que vivió el nacimiento del Parque Natural en primera persona, y que ahora, después de 30 años, puede hablar desde la perspectiva de una profesional que ejerce fuera de su territorio natal y con una etapa vital de opositora, encerrada en sus estudios, con pocas visitas a Somiedo, no es difícil analizar la evolución que ha experimentado el concejo. "Mira", dice, "yo siempre vi mucha gente, mucho turismo, por la simple razón de la profesión de mis padres; pero en los últimos años ha habido un gran crecimiento que se observa sobre todo en La Pola". "Cuando fui a estudiar a Oviedo, mis profesores estaban encantados, porque yo era de un sitio que nadie conocía", añade; "luego lo fueron conociendo y les sedujo".

"Yo siempre viví en el Parque y siempre viví el Parque", comenta mi contertulia que añade, riéndose, que "al principio para mí era un gran edificio amarillo, luego ya entendí de qué se trataba". "En Caunedo, en la casa de mi padre, donde Tata me preparaba bocadillos de patatas fritas con mayonesa, estaba mi refugio, pues, aunque mi madre nació en Urria, mis abuelos maternos vivían frente a nosotros en La Pola y no íbamos tanto al pueblo", me dice Cristina, para explicarme que "Somiedo, simplemente, es precioso y en mi ADN hay algo que me pide venir de visita de vez en cuando". Añade que "las temporadas que no podía venir, por tener que estudiar, me faltaba algo, me entristecía"; "Somiedo atrae, las rutas aquí son, sencillamente, un lujo", dice mi interlocutora, mientras apostilla que "nada sorprende tanto en otros lugares, si conoces el concejo somedano".

Un futuro basado en la calidad de vida

Pregunto a Cristina Valle su opinión sobre el futuro somedano, si es que lo va a haber o todo va a languidecer. La respuesta no se hace esperar pues inmediatamente me contesta con un sí categórico. "Mira", añade, "la calidad de vida en una zona rural como Somiedo no tiene comparación con la de las ciudades. Personalmente prefiero vivir en un pueblo que en una gran ciudad, aunque reconozco que hay que dotar estas zonas de nuevos servicios"; Cristina continúa diciéndome que el año y medio que tuvo que vivir en Madrid no lo querría de nuevo "ni regalado"; "prefiero un pueblo que una ciudad grande", asegura.

Pero la gran incertidumbre que expresa Cristina está en la dualidad conservación-explotación. "Mi gran duda es si la protección de Somiedo logrará vencer a la mera explotación comercial". "Seguramente habrá posibilidades intermedias, pero sigo dudando si se apostará por una explotación turística dura o por lo contrario; o acabamos con todo, o al revés", manifiesta mi contertulia para expresar que los asturianos somos muy de extremos.

"Lo ideal, seguramente, radique en el término medio; hay un cierto peligro de que el turismo se industrialice y acabe con la conservación que se ha venido haciendo", me dice, para añadir, "es necesario que la protección vuelva a ser lo que era".

A la pregunta directa, y con cierta carga de burlonas intenciones, que le hago a Cristina Valle sobre si ella tiene intención de volver a Somiedo a vivir e incluso a trabajar allí o desde allí, me contesta: "Si pudiera trabajar, a medio plazo lo haría sin duda". Ante mi aprobación, entre risas me dice, "pero escribe que ¡solo en el caso de que pudiera seguir yendo a los partidos del Oviedo!". Esta oviedista hasta la médula, que no se pierde los encuentros del Carlos Tartiere, ni algunos otros que su equipo juega a domicilio, que dicen los aficionados al fútbol, y que a mí me llama "mi segundo papá", siempre consigue hacerme reír. Esperemos que en no muy largo plazo muchos jóvenes, ya profesionales consagrados, puedan retornar a Somiedo y consolidar una generación de dirigentes que continúen con las tareas que sus padres prolongaron o emprendieron apoyados por la ilusión del nacimiento y evolución del Parque Natural somedano.

Durante gran parte de la conversación con Cristina Valle Fidalgo, que finalizó con algunas botellas de sidra vacías y algunas viandas liquidadas, estaba presente Héctor González Velasco, su pareja, de origen "allerano", que reconoce a regañadientes que Cristina tiene razón al comparar algunos paisajes de este concejo con los de Somiedo. Se da la feliz circunstancia de que, cuando el lector tenga este artículo en sus manos, ambos habrán contraído matrimonio, por cierto, con intención de que nuevos niños correteen por La Pola de Somiedo.

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