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Javier Ledo, de la sonrisa desafiante a una mueca de amargura en tres horas

El presunto asesino de Paz Fernández, de nuevo en Navia para reconstruir el crimen, se muestra colaborador, aunque insiste en la tesis del accidente

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Reconstrucción, en Navia, Villayón y Coaña, del crimen de Paz Fernández

Dicen que el asesino siempre vuelve al lugar del crimen, para regodearse o en el mejor de los casos esposado y custodiado por las fuerzas de seguridad, como le ocurrió ayer a Javier Ledo Ovide, presunto homicida de la gijonesa Paz Fernández Borrego. Durante más de dos horas, Ledo dejó la celda de la cárcel de Mansilla de las Mulas (León), para recorrer todos los escenarios del asesinato que presuntamente cometió en la noche del pasado 13 de febrero. Llegó a la casa donde se cree que mató a la mujer, en la calle Hospital número 9 de Navia, a eso de las once y diez de la mañana, con una sonrisa desafiante en el rostro, que se ha vuelto más duro, quizá por la estancia en prisión, quizá por el nuevo aspecto que exhibe, completamente rapado, sin la barba que llevaba el pasado abril, cuando fue juzgado y condenado por maltratar a su exmujer. Su sonrisa de suficiencia y la mirada sarcástica que la acompañaba al inicio de su periplo se fueron diluyendo conforme se desarrollaba la reconstrucción del crimen. Al cabo de tras horas de preguntas incesantes por parte de la magistrada Estrella González -titular del Juzgado de Violencia hacia la mujer de Gijón-, Ledo llevaba los ojos semicerrados, se diría que casi al borde del llanto, y apretaba los labios en una mueca de amargura.

Ledo permaneció en la vivienda donde se produjo el crimen durante cerca de una hora. Tras él, entraron en la casa -donde su familia regentó un bar hace años-, la comitiva judicial, encabezada por la magistrada González, un importante número de agentes de la Guardia Civil -una de las cuales grabó toda la reconstrucción con una cámara GoPro-, el fiscal de Violencia de Gijón, el médico forense, el letrado de la defensa -Pedro Víctor Álvarez- y la de la acusación particular, Graciela Lagunilla.

En el interior de la vivienda repasaron la versión de Ledo. El presunto homicida aseguró que Paz Fernández falleció al golpearse la cabeza contra las escaleras de la vivienda, aunque el informe forense indica que la gijonesa murió por los golpes recibidos en la cabeza por un objeto romo. El arma del crimen sigue sin haber sido identificada por las fuerzas de seguridad. En el exterior de la vivienda continuó el interrogatorio a Ledo, que al parecer se mostró colaborador, dentro de su versión.

Desde allí, la comitiva se dirigió al embalse de Arbón; Ledo en el interior de un furgón de traslado de detenidos, el resto en vehículos oficiales y particulares. Todos se detuvieron en un estacionamiento situado en la carretera de Navia a Villayón (AS-25), pasado el pueblo de Arbón, donde suelen parar los aficionados al kayak para entrar en el embalse. Allí, los agentes del Grupo de submarinistas de la Guardia Civil (GEAS) explicaron los pormenores del hallazgo del cadáver, el pasado 6 de marzo, tras tres semanas desaparecida.

Desde ese punto se dirigieron al puente sobre el arroyo de La Pontiga, que fue donde Ledo arrojó el cadáver de la mujer. Las fuertes lluvias de esos días terminarían arrastrándolo hasta el lugar donde fue encontrado. Allí, el investigado explicó cómo había tirado el cuerpo a las aguas.

Era la una menos cuarto de la tarde cuando la comitiva abandonó este último punto, situado en Villayón, para dirigirse a un estacionamiento situado en la calle Folgueras de El Espín (Coaña), al otro lado de la ría de Navia. Allí dejó estacionado Ledo el coche de Paz Fernández, aunque al día siguiente lo llevó hasta el aparcamiento del Hospital de Jarrio. En El Espín, Ledo comenzó a mostrar signos evidentes de desánimo, ante el gran número de preguntas que le estaban haciendo. Se le vio gesticular de forma nerviosa y la magistrada pareció impacientarse. Y es que hay cosas que no cuadran. Cuando abandonaban el aparcamiento, se pudo ver a Ledo con expresión de abatimiento. Pero la reconstrucción aún no había terminado. El grupo, formado por casi treinta personas, se dirigió al Hospital de Jarrio. Eran las dos de la tarde.

Tras este viaje relámpago a Asturias, Ledo regresó a la prisión de Villahierro, en León, donde comparte espacio con otros "ilustres", como el asesino de Diana Quer, Enrique Abuín, o el de Moraña, el avilesino David Oubel, que mató a sus hijas con una rotaflex. La instrucción del caso va para largo. Aún quedan pruebas que deben llegar de Madrid y se espera que el juicio no se celebre hasta finales de 2019.

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