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CARLOS MUÑOZ COBO | Exfutbolista

"Llegué a Oviedo muy cabreado, a sufrir un año, pero en la plaza toreas o te pilla el toro"

"La vida te sitúa; éste es el lugar donde arraigué, jugué más años, nació mi hija, compré piso, obtuve mayores éxitos y tuve más repercusión, por eso regresé"

Carlos, en el Nuevo Ayala de Oviedo. LUISMA MURIAS

Carlos Antonio Muñoz Cobo (Úbeda, Jaén, 1961), "Carlos, el del Oviedo", es un emigrante con un balón de reglamento. Llegó a los 7 años al barrio barcelonés de Santa Eulalia, frente a Hospitalet de Llobregat. A los 14 años empezó a trabajar, de camarero, pintor, recadero de una casa de recambios de automóviles, butanero, pero la suerte le fue acompañando en distintos equipos de fútbol de los barrios extrarradiales de Barcelona hasta entrar en el Barcelona Atlético a los 22 años, después de haber hecho la mili y pasado 14 meses sin jugar ni entrenar. "Carlos Gol" es el tercer goleador del Real Oviedo en Primera, después de Herrerita y Lángara, y el undécimo que más partidos jugó.

- ¿Cómo era cuando empezó a entrenar con el Barça?

-Seguía viviendo en casa y subía andando a entrenar. En casa estaban contentísimos y en el barrio era un héroe. Cuando me lo dijeron pensaba que siete meses antes me colaba en el Nou Camp para ver al Barça y no sabía que cinco meses después César Luis Menotti me haría entrenar con Maradona, Schuster y Quini.

- Maradona tenía su edad y era un Dios.

-Era increíble, te reías con él. Yo iba andando desde casa y entraba por el túnel de los coches de los titulares con sus Mercedes. Es verdad que los veteranos te ayudan. Jugué la Copa de la Liga dos partidos. Menotti me quería y prometía que haría la pretemporada. Me fui de vacaciones y a los pocos días echaron a Menotti, y Venables no me llamó.

- ¿Qué hizo?

-Seguí en el Barcelona Atlético y a los ocho meses me dicen que me vaya al Elche, sin alternativa, por la comida y la pensión. El Elche iba a descender de Primera División. Me lesioné el tobillo al llegar, jugué ocho partidos y metí seis goles. Allí conocí a Manoli, mi mujer, y salí de casa.

- El Elche quiso renovarle.

-Sí, pero el Barça me mandó al Hércules. Ya cobraba 4 millones de pesetas al año y compré un Ford Fiesta de segunda mano. A la siguiente temporada me mandaron a Murcia.

- ¿Cabreado con la empresa?

-Mucho, porque merecía más, pero también antes había tenido una suerte excepcional. En Murcia viví muy bien, estaba cerca de mi novia, me trataron fenomenal y el equipo se salvó.

- ¿Y en Barcelona?

-Otro desastre moral. Me quería Osasuna, en Primera, me hicieron firmar que no quería ir y me mandaron para el Oviedo, que estaba en Segunda.

- Aquí sigue hoy, pero tuvo que llegar más cabreado que una mona.

-Sí. No lo entendía. Pensé "a sufrir un año". Llegué con mi hermano Joselito a las diez de la noche, en el último avión de Barcelona. Nos esperaba Julio Marigil y nos llevó a las oficinas de la calle Santa Cruz. Nos esperaba el presidente, José Manuel Bango, y nos dice que vayamos a La Gruta, cenemos y mañana firmamos el contrato. El secretario técnico dijo que no salía de allí sin firmar.

- Y firmó.

-En La Gruta recibí una llamada de mi madre, que había recibido un telefonazo de un número al que tenía que llamar. Marqué. Era el director deportivo del Valencia para ficharme. Si no llego a haber firmado me hubiera ido de Oviedo esa misma noche. Ahí empezó mi buena etapa.

- Empezó mal.

-Pero ya en plaza o toreas o te pilla el toro. El recibimiento fue increíble, la gente me trata muy bien, vivo de puta madre. Mi novia iba y venía. Subimos a Primera, fui máximo goleador en Segunda División A. Y al año siguiente el Barça me vende al Atlético de Madrid.

- Donde ya vive bien.

-Sí, no era como ahora, pero... La temporada no fue bien. Tuvimos seis entrenadores, no jugué mucho, fallé y al acabar la temporada el Oviedo quiere que vuelva, negocia comprarme y el Atlético no quiere. Forcé la salida diciendo que no quería seguir.

- ¿Por qué?

-No estaba bien en el Atlético de Madrid y había estado recibiendo todo el año el cariño del Oviedo. Cuando jugamos contra ellos corearon "Carlos, te quiere la gente del Tartiere", y Eugenio Prieto, el nuevo presidente, me llamó varias veces. Volví a Oviedo recién casado.

- Y arraiga.

-No había estado más de un año en ningún equipo y, de pronto, pasé a jugar aquí desde 1990 hasta 1996. Aquí nació mi hija Ainhoa. La vida te sitúa. Vuelvo a Oviedo y todo sale bien. Jugamos la UEFA, hicimos los mejores años del Oviedo, tenía 32 años y mi carrera iba hacia su final. Mi mujer y otras socias montaron una guardería, compramos casa... Ya no pensaba marchar de aquí.

- Pero todavía marchó.

-Entonces no se estilaba salir al extranjero. A mí me obligan a ir a México. Cuando terminé mi contrato con el Real Oviedo tenía 33 años. Me dice que renuevo si al año siguiente meto más de quince goles o juego más de treinta partidos. Cumplí los objetivos y creí que era para siempre, pero al año siguiente quieren renegociar el dinero y la cláusula. Mientras tanto, viene un equipo mexicano y me ofrece contrato. Cinco minutos antes de que me fuera, ganó la presidencia Manuel Lafuente. Se que dijo que si querían que me quedara no me iba, pero el director deportivo me dejó ir.

- ¿Cómo fueron los cuatro años en Puebla, México?

-Maravillosos. Me trataron como a un Dios, me salió muy bien en el equipo, fui máximo goleador e hice muchos amigos allí. Hace poco me llamaron para la celebración del 126.º aniversario y estuve una semana en Puebla como si siguiera jugando.

- ¿Y la familia?

-A mi mujer le dices que si va a México y se va mañana mismo. Las dos encantadas.

- Pero acabó regresando.

-Aquí teníamos la casa, la guardería y es donde era más conocido, tenía más repercusión y podían salirme más cosas. Vinimos para quedarnos, pero luego tuve que irme a Elche y a México, como entrenador, ya solo, y me iré donde salga porque es mi obligación profesional.

- ¿De qué se arrepiente?

-De dos decisiones, ambas de México. Cuando dejé Puebla y fui a firmar en Pachuca, pensé que no iba a dar el do de pecho, devolví el dinero y volví para España, y a los dos meses estaba jugando en Lobos. Y jugando en Lobos vine a Oviedo porque creí que iba a fichar, estuve tres meses entrenando y, al final, firmaron con Collymore.

- ¿Fue un padre presente en la educación de su hija?

-Eso fue más una tarea de la madre. De eso también me arrepiento porque cuando juegas al fútbol viajas mucho. Podría haber estado mucho más. Los cuatro años de México -ella llegó con 7 y marchó con 11- vivimos de manera más familiar. En México se vive más en familia, salíamos a cenar juntos, las fiestas se hacían en casa, la llevaba a patinar. Una buena época. Aquí se disfruta menos, p'arriba y p'abajo...

- ¿Qué tal le ha ido?

-Ainhoa tiene 27 años, estudió Turismo, trabaja en Cortefiel y vive en casa.

- ¿Qué tal siente que le ha tratado la vida hasta ahora?

-Si me quejara de la vida sería tremendamente egoísta. Viví de algo que me gusta, conocí tantos sitios y a tanta gente, buena, mala y regular. Todo podría ser mejor, pero también peor. Tengo salud...

- ¿Qué hace ahora?

-Espero que salga algo de entrenador. Estoy de entrenador personal en el gimnasio Ayala.

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