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VÍCTOR ÁLVAREZ MUÑOZ | Nuevo jefe del servicio de Cirugía Pediátrica del HUCA

"Es muy agradecido operar a niños de 400 gramos, su cuerpo se recupera muy bien"

"Si a los padres les explicas bien las cosas, al final son tus cómplices"

Víctor Álvarez Muñoz, ayer, en el área de docencia del HUCA. LAURA CARADUJE

Víctor Álvarez Muñoz (Trubia, 1968) ha vivido el vuelco absoluto de un área hospitalaria. Acaba de ser nombrado jefe de Cirugía Pediátrica del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), un servicio en el que es el único varón, al frente de seis cirujanas de plantilla y cinco cirujanas residentes. Cuando él llegó a formarse a este mismo servicio, hace 26 años, no había ninguna mujer. Actualmente, es el médico más veterano de un servicio que no llega a los 40 años de media. Ejerce la docencia en la Facultad de Medicina.

- ¿Ser jefe de servicio significa ver cumplido un sueño?

-La verdad es que no. Siempre me ha gustado el quirófano. Una cosa mala de ser jefe de servicio es precisamente que te resta tiempo para la cirugía. Antes, llegaba a picos de casi 700 intervenciones anuales, que es una barbaridad en la sanidad pública. No es que haya tenido que dar un paso adelante con la jefatura. Es que llevo en este hospital desde que tengo 23 años y he ido dando los pasos que se me planteaban.

- ¿Cómo concibe el papel de un jefe de servicio?

-Tiene que ser el líder del servicio, le corresponde trazar la estrategia e indicar por dónde hay que avanzar. Es el que va delante de los demás, pero no el que está encima de nadie. Y tampoco debe imponer sus criterios. Tengo la suerte de dirigir un grupo de profesionales con unas ganas increíbles de aprender y de trabajar. El servicio funciona bien gracias al buen ambiente, a que somos una familia. Eso explica que los resultados sean muy buenos, pese a que cada vez vemos más consultas y hacemos más cirugía.

- La cirugía de adultos está muy compartimentada. Por el contrario, la pediátrica abarca muchas zonas del cuerpo.

-La cirugía pediátrica es la que soluciona los problemas congénitos de los niños, o los que desarrollan hasta que se hacen adultos. Algunos de estos problemas afectan a varias partes del organismo. Por ejemplo, una atresia de esófago, niños que nacen sin esófago, afecta al esófago, pero tienes que abrir el tórax, hacer un colgajo en las costillas, hacer de cirujano plástico, practicar un agujero en la tráquea, hacer endoscopias, fibroscopias... Y eso tiene que hacerlo una sola persona, y tiene que saber hacerlo. Otro problema: niños que nacen con malformaciones ano-rectales que afectan al colon, al recto, a la vía urinaria, a la vía colo-rectal, a la vía genital... Hacemos una cirugía general de verdad; somos los auténticos herederos de lo que antes eran los cirujanos generales.

- ¿Qué queda fuera de sus competencias?

-En general, la neurocirugía. Y en este hospital, por operatividad, no hacemos cirugía cardíaca ni traumatológica, pero sí hay cirujanos pediátricos que las hacen.

- Exige una formación larga: cinco años de residencia.

-El otro día algún político decía que formar a un médico cuesta 11 años. Pues la verdad es que para formar a un cirujano hacen falta 15, y a un cirujano pediátrico, 20. Tienes que especializarte. He comentado que hacemos de todo, pero en nuestro servicio cada cirujano infantil se dedica a un área muy concreta. Yo me dedico más a los problemas de pulmón, tórax, oncología, cirugía laparoscópica avanzada. Otras compañeras se dedican más a la urología, la cirugía plástica? Y eso también requiere años. Y te encuentras con 50 años yendo a cursos de formación y actualizándote de forma permanente.

- ¿Es un cirujano infantil vocacional?

-Desde que conocí la cirugía pediátrica, con 19 años, siempre quise dedicarme a esto.

- Algunos pacientes son pequeños y fragilísimos.

-A mí no me parece raro operar niños pequeñitos, incluso de 400 o 500 gramos. Incluso les choca a otros cirujanos o médicos. Pero los que lo hacemos no lo vemos como algo raro. Obviamente, es una cirugía muy delicada. En algunos casos pesa más el instrumental que empleas que el propio paciente. La ventaja es que son cuerpos que se recuperan muy bien, que son muy agradecidos?

- Luego están unos padres angustiados.

-Operas a niños y tratas con padres. Eso te obliga a tener mucha mano izquierda?

- Hay que comunicar bien...

-Hay que explicar mucho las cosas, tener mucha paciencia, ser muy didáctico... A veces son asuntos muy complejos. Por no hablar de problemas oncológicos. Trabajar con los niños es una maravilla, y con los padres requiere un poco más de esfuerzo, pero también es muy satisfactorio. Cuando tú eres padre, entiendes todo esto un poco mejor, porque te pones en la piel del padre. Y te dices a ti mismo: "Si yo fuera ese padre, ¿qué me gustaría que me explicaran?".

- ¿Esa empatía a qué le lleva?

-A esforzarme en que los padres entiendan bien lo que tienen sus hijos. En la operación sufren los hijos, pero el sufrimiento de los padres también hay que tenerlo en cuenta. Si les explicas bien las cosas, al final los padres son tus cómplices. Y nosotros, a niños muy chiquitinos, incluso de tres o cuatro años, intentamos explicarles lo que les vamos a hacer. Nunca les engañamos. Y ellos a veces hacen un garabato en la hoja del consentimiento. A los niños nunca hay que llevarlos engañados al quirófano. A veces, niños de cuatro o cinco años entienden mejor las cosas que sus padres.

- ¿Algún caso llamativo que recuerde?

-Las malformaciones congénitas suelen ser lo más complejo. Son niños que, de algún modo, salen de fábrica mal hechos, y eso hay que repararlo, con reconstrucciones y demás. Luego está los accidentes que sufren los niños, como traumatismos o tragarse cosas, que son asuntos muy urgentes. Y los problemas oncológicos, por lo que implican de riesgo vital.

- ¿Número máximo de entradas en quirófano de un niño?

-Yo he participado en el tratamiento de un niño que necesitó 17 cirugías mayores. Tenía una atresia intestinal compleja que se complicó aún más, un problema pulmonar... Y niños con enfermedades oncológicas que requieren varias operaciones. De más de diez cirugías, recuerdo unos cuantos.

- Usted es profesor asociado de la Facultad de Medicina. ¿Ser profesor ayuda a ser mejor médico?

-La docencia está mal pagada, y te exige sacar tiempo de donde no lo hay. Pero es fundamental estar con la gente joven. Cada vez que doy una clase termino con ganas de estudiar y de aprender más. Y tenemos a los mejores chavales y chavales: unas lumbreras, trabajadores... Me encanta dar clase. A veces vas al salir del quirófano, sin comer, pero te reactiva. Pienso que eso es lo que nos mueve a dar clases. Porque facilidades se nos dan pocas, y reconocimiento, poco también.

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