"Nos han tenido secuestrados siete horas, sin darnos de comer ni beber y amenazándonos con perder el dinero si abandonábamos el avión", aseguró ayer Rocío Quintana Camporro, nada más tomar tierra en el Aeropuerto Adolfo Suárez-Barajas. Esta joven ovetense acababa de pasar una pesadilla con otros dos compañeros de estudios de Ingeniería de Caminos, Javier Ruiz Berciano y Pablo Fernández Díaz, también residentes en Oviedo, en el vuelo FR2767 de Ryanair de Praga a Madrid, que tendría que haber llegado anteayer domingo a las doce y media del mediodía, pero aterrizó en Madrid ayer a las tres y media de la tarde. Por tanto, acumuló un retraso de 27 horas. Lo primero que hicieron poner una reclamación a la compañía, junto al resto de los 220 pasajeros.

Lo que era un viaje a Praga para visitar a unos amigos de Erasmus se convirtió en el peor regreso a casa que pueda esperarse. Pablo Ruiz relató cómo el domingo, el embarque se fue demorando. "Hasta la una de la tarde no entramos en el avión. Nos hicieron la demostración de seguridad, llegaron a cerrar las puertas, pero el avión no se movió", aseguró. El problema es que el avión tenía las alas heladas y había que descongelarlas. Empezaba así una pesadilla de siete horas encerrados en el avión, hasta las ocho de la tarde, "un auténtico secuestro". Porque después de descongelar las alas, vino el siguiente problema, que la tripulación había acabado la jornada y no había recambio. "Tardaron una hora en llegar. Abrieron las puertas y nos dejaron salir a la escalerilla, pero nos dijeron que si pisábamos la nieve perdíamos el derecho a billete y además corríamos el riesgo de ser multados. A las ocho nos dijeron que el vuelo se había suspendido y que nos buscásemos la vida", cuenta Javier Ruiz. El que quería comer o beber algo tenía que pagar el dinero. Los pasajeros protagonizaron casi un motín, desquiciados por la tardanza y la falta de información.

"Había una chica llorando, otra se puso mal y tuvo que venir el médico; había niños, una mujer embarazada", dijo Ruiz. Pero la pesadilla volvió a repetirse en la mañana de ayer. El vuelo, que tenía la hora programada para las diez, no salió hasta la una menos veinte. "No teníamos seguridad de que el avión estuviese en condiciones de volar. No creo que volvamos a volar con Ryanair", concluyó Rocío Quintana.