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Los fallos de la lucha contra el plumero: tarde, ineficaz y con herbicidas peligrosos

Los ambientalistas avisan de que cortar o fumigar la planta invasora en parcelas aisladas y cuando ya dispersó sus semillas, como ahora se hace, es inútil

Una finca invadida por los plumeros de la Pampa en Lugones, en el acceso a la Autovía de la Industria (AS-II). LUISMA MURIAS

Tarde, mal y con métodos nada saludables y poco respetuosos con el entorno. Así consideran los expertos que se lucha contra la expansión del plumero de la Pampa en Asturias, esa planta invasora que ahora está en pleno crecimiento (cada ejemplar adulto femenino produce una media de un millón de semillas), se expande a velocidad de vértigo gracias al viento y al tráfico, y cubre con sus llamativas hojas blancas parecidas a las plumas los bordes de carreteras y autovías, terrenos degradados y abandonados y cualquier lugar allá donde llega. El Principado aprobó un plan para combatirlo de 400.000 euros para 2019, segundo año en el que se lucha contra la planta: en 2018 se retiraron 8 toneladas y se actuó en 1,3 millones de metros cuadrados, principalmente de polígonos industriales como Bobes (Siero) y la Zalia de Gijón.

Pero no vale actuar cuando la planta ya ha germinado, como sucede en la mayoría de los casos, ni actuar en recintos concretos y delimitados. Así lo sostiene el ambientalista Alexis Puente, que sigue de cerca la evolución de la planta en Asturias y las medidas de la administración regional para frenarla. "Es un error porque no sirven para nada las iniciativas locales e incluso regionales. Actuar solo en una parcela aislada y no hacerlo en la de al lado es inútil dada la capacidad grande de dispersión de las semillas", explica. En su opinión, todo lo que se ha hecho hasta ahora no es eficiente, ha sido tirar el dinero porque "se necesita un plan más ambicioso", aunque admite que es complicado.

Lo mejor y más eficaz sería volcar todo el esfuerzo en la lucha mecánica: cuando comienza a espigar la planta, cortar y volver a recortar cuando brote de nuevo. "Es más costoso y trabajoso, sí, pero quizás lo único que serviría para evitar que se lleguen a dispersar las semillas".

Los trabajos para retirar plumeros se desarrollan estos días a cargo del Principado, que usa glifosato, un herbicida para eliminar hierbas y arbustos que, según los ecologistas, es altamente cancerígeno, tal y como recoge la asociación mundial de lucha contra el cáncer. "El anterior consejero nos prometió que no se usaría y no es así. En Bobes lo han usado estos días, basta ver las plantas cortadas con un color marrón", asegura Alexis Puente. El uso de glifosato, además de dañino para los que lo aplican y en el entorno (impacta principalmente en los anfibios, de ahí el riesgo de echarlo, por ejemplo, cerca de humedales como en Villaviciosa), es inútil: "En Bobes no habrá valido para nada, porque el banco de semillas ya está en el suelo y geminarán".

Con todo, la idea de los ambientalistas es que el plumero ha llegado a Asturias para quedarse y posiblemente haya que aceptar la convivencia con ella sin poner en marcha un plan ambicioso y no "pura cosmética". ¿Cuál es su condena y el motivo que se la considere invasora? "Elimina por pura competencia a la flora autóctona, al crecer extiende un volumen de hojas brutal y se amplía mucho sobre el terreno. Esto puede que no se problema en terrenos degradados, pero al dispersarse tan fácilmente es capaz de brotar en cualquier lado", concluye Alexis Puente.

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