"Loli, diste un premiu ¿eh?". No habían pasado ni quince minutos desde que los niños de San Ildefonso habían cantado el 06293 y los primeros clientes ya se acercaban a felicitar a Dolores Suárez a su céntrico estanco de la calle José Las Clotas, junto a la plaza del Seis de agosto.

No fue un premio cuantioso -apenas un décimo del quinto premio, dotado con 6.000 euros- pero hizo que tanto Suárez como Adrián Álvarez se pusieran nerviosos. "Ya no sé ni lo que hago", aseguraban atendiendo a los clientes.

El premio que ellos dieron viene a romper dos de los grandes estigmas del sorteo especial de Navidad: fue un boleto sacado por máquina y, además, un número bajo, de los llamados "feos".

"Tienen todos las mismas posibilidades de tocar, son las bolitas las que lo determinan", asegura Suárez que se encontraba tomando un café cuando salió el premio. "No sé por qué, pero según lo vi me sonó. Al ser un número pequeño, se te queda", asevera reconociendo que "no sé a quién le tocaría, no me acuerdo de quién se lo llevó".

En una situación así los nervios afloran, aunque el repartir premios sea algo que se lleve en los genes. El establecimiento -estanco número 21 y expendeduría de loterías y apuestas- lleva abierto desde 1913, cuando María del Carmen Pilas Villanueva, la abuela de Suárez, inauguró el negocio. Desde entonces fueron muchos los premios que dieron, de "quinielas, bonolotos y un quinto premio hace cuatro años o así". Eso sí, "todos muy espaciados" y ninguno especialmente grande, porque un siglo da para mucho. El ejemplo, Suárez y su familia: "sigo manteniendo la tradición, y orgullosa de ello". Una tradición a base de premios.