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Me quedo en el pueblo | La Tabla

Vocación sobrevenida

La ganadera Patricia García, que estudió Educación Infantil y Peluquería, empezó con cuatro vacas y en un año ya cuenta con diecisiete animales

Vocación sobrevenida

Patricia García Cernuda, que estudió Educación Infantil, llegó a la ganadería a través de su pareja, Rubén Riesgo Costa, junto al que ha ido aprendido el oficio en la misma proporción en la que le ha cogido el gusto a la cría de vacas asturianas de los valles. Ella es de La Mafalla, en Valdés, donde la pareja vive ahora, aunque espera trasladarse pronto a La Tabla, el pueblo de él, donde han comprado una casa. Ello permitirá a Patricia ocuparse del ganado con mayor comodidad y cercanía pues en la actualidad tiene sus animales en una finca y cuadra en La Fenosa, muy cerca de La Tabla (Cudillero).

Las cuatro vacas que al final le tocaron en herencia a Rubén significaron un comienzo duro para esta pareja y, sobremanera, para esta joven mujer que no se arredra ante nada. "Aquí hay mucho esfuerzo y mucho trabajo. El cambio de titularidad de él hacia mí ya lo tengo concedido. Lo cierto es que nunca imaginé que sería ganadera. También estudié Peluquería y llegué a trabajar en varios locales, pero tras conocer a Rubén y empezar una vida juntos las circunstancias cambiaron y decidimos tirar adelante con las vacas. Yo invierto todo mi tiempo y mi esfuerzo en sacar los animales adelante", señala esta mujer, que tenía cuatro vacas a mediados de 2018 y hoy ya está al frente de diecisiete animales, entre madres y terneros.

El trabajo diario y el cuidado de su ganadería, que lleva el nombre de José Ramón, se notan en cuanto Patricia entra en contacto con sus animales, que pronto le van a la mano en cuanto las suelta al prau. Confiesa que le gusta ser ganadera, pero también afirma que es un trabajo duro.

"Me gusta tener los praos atendidos y a las vacas siempre bien cuidadas. Que no pasen hambre ni frío. Yo no las tengo en invierno en el prau, todas están en la cuadra y venimos a atenderlas cada día desde La Mafalla, y lo haremos hasta que nos instalemos en La Tabla. Sea invierno o verano. A darles la comida, limpiar la cuadra, sacar el cucho, darles el forraje, ver si están bien. Los días que no llueve y no hace demasiado frío, las sacamos fuera a que disfruten. Si tienes ganado tienes que atenderlo, y eso significa cuidarlo y tratarlo bien", afirma.

Se confiesa una ganadera ilusionada, pero con un matiz: "Las ayudas que se dan para la incorporación para jóvenes ganaderos es, para mí, un engañabobos porque no te sirven para empezar de cero como casi me pasó a mí, que empecé con cuatro vacas contadas. Solicité la ayuda a la incorporación, hice el curso, lo aprobé y, al final, nada, me piden muchos requisitos. Deberían estudiar cada caso en particular, el terreno con el que cuentas, la capacidad de cada persona, y no englobarnos a todos en el mismo saco. O coges una explotación montada o no tienes nada que hacer si pretendes partir de cero", dice.

Como miembro de la Asociación de Ganaderas Asturianas destaca el apoyo que existe entre todas las integrantes: "Ante cualquier problema estamos todas para ayudarnos", indica, al tiempo que recuerda que el papel de la mujer en el campo, y en la ganadería, siempre ha sido esencial para la vida rural. "Reventamos a trabajar al igual que los hombres: aquí estamos limpiando praos, sacando el cucho, llevando el tractor. Está bien que se nos valore como merecemos, pero aún queda todavía mucho camino por recorrer", resalta.

Al Principado le pide que "mire la situación personal de cada uno y que ayude en lo que pueda. No lo queremos todo en bandeja, por supuesto, pero los ganaderos trabajamos mucho, a pesar de la crisis que vivimos en el campo. Solo queremos seguir manteniendo la calidad de nuestras vacas y, por lo menos, que no nos pongan tantas trabas y nos pidan tanto papeleo y trámites que a veces se eternizan".

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