Los cencerros de la Asturias rural sonaron hoy en el Paseo de los Álamos del Campo de San Francisco. Así como el clamor contra los daños del jabalí, los del lobo, la miel "chatarra" y, en general, la progresiva caída de la rentabilidad de los negocios agroganaderos que están provocando el abandono de la actividad y por añadido, de los espacios rurales. Porque Asturias no quiso ser menos que el resto de territorios españoles donde la realidad del campo y sus problemas están queriendo hacerse visibles.

"La España vacía empieza aquí; en todos estos argumentos que hacen que los ganaderos y los agricultores no vean futuro para sus familias", razonaba el secretario general de UCA, José Ramón García Alba. "Hasta ahora fuimos aumentando las horas de trabajo para compensar la caída de la rentabilidad pero ya no hay más horas en el día. Queremos alguna medida real y efectiva que se aplique al campo y que le de el futuro que merece", añadía Mercedes Cruzado, Secretaria general de COAG.

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El campo asturiano llena Oviedo con su clamor de cencerros

Ramón Artime, presidente de Asaja, también presente en la convocatoria de protesta que se está viviendo en Asturias como en buena parte del país, incidía en lo mismo: "Nuestros costes de producción se incrementaron exponencialmente y nosotros día a día perdemos poder adquisitivo. Es insostenible. Si esto no se corrige difícilmente se pondrá freno al escape del campo". Y sin trabajadores del campo "la Asturias verde y el Paraíso natural se acaba", razonaban todos los presentes.

El campo español quiere trasladar a las calles urbanas su particular revolución ante lo que considera un trato injusto por parte de gobiernos e industrias. Un descontento larvado durante largo tiempo y que en el presente más inmediato se relanzó con los aranceles de Trump a las aceitunas de Andalucía, siguió con la subida del salario mínimo interprofesional y continuó con los reclamaciones de precios justos a las materias primas que cubran los costes de producción. La especificidad asturiana viene dada, además, por los daños de la fauna salvaje y otros epígrafes que llevaban hoy a los ganaderos y agricultores a reconocer que están en el límite de la resistencia. "Un ternero hace 20 años valía 80.000 pesetas y ahora igual 200 o 300 euros. No veo un futuro fácil para mis hijos que ya están poniéndose al frente de la explotación familia", reconocía una ganadera de Benia de Onís. Y lo decía haciendo sonar su cencerro. La concentración acabó con un corte de tráfico en Uría para dar aún más visibilidad a la protesta.