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La OTAN respiró aliviada cuando supo que había sido destituido

Sobrevivió tres semanas en Asuntos Exteriores a su mayor logro, la firma del tratado de adhesión a las Comunidades Europeas

Fernando Morán y Felipe González firman el tratado de adhesión a la UE, en presencia del Rey Juan Carlos I, que tiene a su lado al ovetense Sabino Fernández Campo. EFE

Cuando, el 5 de julio de 1985, se anunció la remodelación del primer Gobierno de Felipe González, la OTAN respiró aliviada. Fernando Morán daba paso al exministro de Suárez Francisco Fernández Ordóñez, un pragmático centrista, padre de la Ley del Divorcio y de la reforma fiscal que generalizó el pago del IRPF. "Comienza definitivamente el final de la ambigüedad del Gobierno español respecto a la OTAN. Felipe González parece maniobrar con mucha habilidad en este tema", declararon fuentes de la Alianza al diario "El País".

Curiosamente, Morán, cuyo distanciamiento del aparato de Moncloa habían ido en aumento desde su toma de posesión en diciembre de 1982, acababa de conseguir su mayor éxito. El 12 de junio de 1985 se había firmado el Tratado de Adhesión de España a la CE (actual UE), que culminaba una compleja negociación y desembocaría el 1 de enero siguiente en el ingreso oficial en la que, con la llegada de Madrid y Lisboa, pasaría a ser la Europa de los Doce. El avilesino había sobrevivido tres semanas a su mayor logro. Para abordar el siguiente reto, la espinosa cuestión del referéndum sobre la permanencia en la OTAN, no era necesario. Más aún, lo necesario era prescindir de él.

Morán era un verso suelto en el joven Gobierno formado por González tras su victoria de octubre de 1982. No solo por su edad -tenía 56 años frente a los 40 del Presidente- y por su procedencia -había llegado al PSOE desde el PSP, que había fundado junto a Tierno Galván en 1967- sino por su profundo conocimiento de su cartera.

En efecto, era en el ámbito de Exteriores donde había desarrollado toda su carrera desde que en 1952 ingresara en la Escuela Diplomática, habiendo alcanzado dos veces el rango de director general. Esa trayectoria en la diplomacia franquista, junto a su militancia antifranquista, le convertía en el hombre idóneo para acelerar la tarea de colocar a España en el mundo tras los años de aislamiento de la dictadura.

Los grandes ejes de las futuras relaciones exteriores socialistas se recogían en un libro publicado por Morán en 1980, "Una política exterior para España", en la que desaconsejaba el ingreso en la OTAN, consumado por su cuñado Leopoldo Calvo-Sotelo en 1982. En esas páginas se propugna una mayor autonomía frente a EE UU para una España que el futuro ministro concibe plenamente integrada en Europa pero con tentaciones de neutralidad y proarabismo que le eviten sumirse en lo más crudo de la dialéctica de bloques de una Guerra Fría que habría de recrudecerse con la llegada de Reagan a la Casa Blanca en enero de 1981.

De hecho, en marzo de 1983, el mensual "Mayo" tituló una entrevista con Morán con un rotundo "Resistiremos la presión USA", al que en páginas interiores se añadía el siguiente sumario: "Aumentar el margen de autonomía de la política exterior es el objetivo del ministro".

En la entrevista, Morán repasa los retos de su mandato: la difícil relación con Marruecos, la necesaria aproximación a Francia -sin la que no se habría consumado el ingreso en la CE-, el diálogo con Reino Unido sobre Gibraltar -Morán abriría en 1985 la verja cerrada por Franco en 1969- y, claro, las relaciones con EE UU. El Ministro iniciaría el diálogo para renovar el tratado militar bilateral, que no se firmaría hasta 1988. La desnuclearización de España y la reducción de la presencia militar de EE UU fueron sus dos puntos más resaltados.

Ambos aspectos fueron facilitados por la permanencia de España en la OTAN, asunto dirimido en el tormentoso referéndum de marzo de 1986, prometido por el PSOE en la campaña de 1982. El referéndum se fue retrasando, pero una vez resuelto el ingreso en la UE llegó el momento de someter a los españoles aquel ambiguo "OTAN, de entrada no". Y aunque para entonces las posiciones de Morán se habían suavizado, y solo mantenía reservas a la integración en la estructura militar, que le enfrentaba al ministro de Defensa, Narcis Serra, González lo tenía claro. Para saltar con seguridad ese duro obstáculo era mejor hacerlo sin chistes de Morán.

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