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"Nos tocó y ahora hay que remontar", animan los hosteleros que cerraron por su cuenta

La clientela se vuelca con los profesionales de Gijón, Castropol, Viavélez, Oviedo, Llanes y Ribadesella que clausuraron de forma voluntaria por casos de covid

"Nos tocó y ahora hay que remontar", animan los hosteleros que cerraron por su cuenta

"Podía pasar y nos tocó. Ahora hay que trabajar hasta que podamos y echar números al final. No queda otra", señala Pablo Rodríguez, que, junto a su hermano Manuel, regenta la Taberna Viavélez, en el pueblo de El Franco del mismo nombre. Cerraron sus puertas el pasado 4 de agosto, después de que Manuel, cocinero, diera positivo en covid-19, al igual que su ayudante. La enfermedad también afectó a la novia de Manuel, pero la cosa se quedó ahí. El resto de la plantilla no cogió el virus, aunque tuvo que guardar cuarentena, por lo que el establecimiento no se pudo abrir hasta este martes.

Los de Viavélez son unos de los muchos profesionales del sector hostelero asturiano que no esperaron a que nadie les dijera lo obvio: si hay un positivo en el local, se debe cerrar para evitar males mayores. Lo hicieron por su cuenta, dando muestras de una gran generosidad. Ahora, cumplido el plazo, tratan de levantar cabeza. En Viavélez están contentos por la respuesta de la gente: "El primer servicio fue muy bueno con el comedor casi completo y buen ambiente en la terraza. Ojalá sigamos con esta dinámica. Estamos muy contentos".

También acaba de reabrir sus puertas el bar A Casilla de Castropol, que cerró el día 30 de julio tras el positivo de una clienta. Se llegó hasta siete afectados, entre ellos el propio dueño de A Casilla, Luis González. Al conocerse su positivo se hizo un llamamiento masivo a los clientes del local. En total se hicieron más de 400 pruebas. "De momento la gente de aquí respondió muy bien", dijo González.

Lluis Nel Estrada es el gerente del Abareque, uno de los tres bares que echaron la persiana en Ribadesella por precaución. En su caso, él decidió hacer la prueba PCR a todos los miembros de su plantilla de trabajadores "por la proximidad con La Taberna de El Escribanu", donde uno de los empleados había sido positivo. El lunes las pruebas arrojaron un positivo asintomático entre los trabajadores, "así que cerramos". El resto de la plantilla, todos con un resultado negativo, guardará una cuarentena. Nadie, cuenta Estrada, "nos obliga a tener el bar cerrado, pero no tenemos posibilidad de encontrar una plantilla completa" lo que hace que la última quincena de agosto el Abareque deba estar cerrado. Los cálculos: "un 30% de la facturación del verano, perdida". La realidad del bar riosellano es la que atraviesan tantos otros, "y habrá que hacer frente a este tipo de problemática" que prioriza, "como no puede ser de otro modo" la parte sanitaria a la económica.

Manuel Mijares también decidió cerrar su negocio en pleno puente de agosto. Una de sus camareras le dijo que se encontraba mal, tenía fiebre y él bajó la persiana. Al final resultó ser una alergia. Ni tan siquiera sabía qué dolencia tenía, pero no le importó. "Es una cuestión de responsabilidad y de seguridad para nosotros y para nuestros clientes", subraya este hostelero de Cue. Aquel mismo día otro de sus empleados le dijo también que era un contacto estrecho de un positivo en coronavirus y aquello no hizo más que reforzar su decisión. Fueron dos días cerrados mientras llegaban los resultados: "No hay dinero que compense un problema sanitario".

La gijonesa Carmen Álvarez, de la cafetería Blue, en Gijón, cumple hoy dos semanas en aislamiento tras haberse infectado el pasado día 5. Al notar síntomas cerró por decisión propia y también porque su única socia es su hermana, que no podría haberse hecho cargo del local sin ayuda. También anunció públicamente su situación: "Me dijeron que no tenía que hacerlo si no quería, pero lo quise por mis clientes. Muchos son amigos míos y yo, en su lugar, también querría saberlo", explica, mientras espera ya recuperada el negativo. "Ya fueron muchos días de cierre en confinamiento y no puedo aguantar mucho más porque ahora no tenemos las ayudas de antes. Tengo que abrir ya", reconoce.

En Oviedo, Iván Suárez pensó estar viviendo una auténtica pesadilla cuando el pasado 25 de julio se confirmó que tenía coronavirus. Acto seguido, decidió echar el cierre al bar Urban's, el establecimiento de La Corredoria en el que había depositado todos sus sueños y deseos de vivir de la hostelería. "Creímos que lo mejor era prevenir a pesar de que podíamos seguir abiertos", apunta.

El pasado sábado pudo abrir pese a que él todavía sigue de baja al dar positivo de nuevo el pasado día 11. "Los clientes de siempre siguen fieles y nos dan fuerzas para seguir", apunta sobre el nivel de ventas aceptable registrado a estas alturas del año. "Pese a ser agosto y que todavía hay miedo en el barrio la gente está respondiendo", celebra agradecido.

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