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Me quedo en el pueblo | Serantes (Tapia de Casariego)

Un trabajo que da de comer

María Soledad Lombardía y su hija Yosune Arias se estrenan al frente de sus invernaderos: "La gente necesita alimentarse y nos hace mucha ilusión"

Un trabajo que da de comer

Dicen, y con mucha razón, María Soledad Lombardía y su hija Yosune Arias que no se atreven a aconsejar a nadie que mire hacia el campo a la hora de convertirse en emprendedoras rurales. Su razón es de peso. Llevan poco más de un mes al frente de su negocio como agricultoras. "Si se puede o no vivir del campo... ¡Ya lo veremos! Nosotras no podemos afirmar nada porque como quien dice acabamos de empezar, pero eso sí, lo vamos a intentar, por eso y para eso estamos aquí, para lograrlo. Vuelve el año que viene y nos lo preguntas otra vez", dice con una sonrisa la emprendedora más joven, Yosune, de 33 años.

La idea de dedicarse a la agricultura ya viene de lejos, según explica la madre, María Soledad. "Nosotras no vivimos aquí, sino muy cerca, en el pueblo de La Penela. Allí tenemos una parcela que, por extensión, es pequeña para poner los invernaderos. Tanto a su padre como a mí siempre nos rondó la idea de dedicarnos a esto, pero no nos decidíamos. Esto surgió, como quien dice, de un día para otro, y decidimos dar el paso y ponernos a ello. No podemos hablar de resultados porque llevaremos unos 45 días o así con ello. Estamos con los primeros pasos, pero pasos firmes", afirma. A su lado su hija añade: "Estamos ilusionadas porque, además, nos gusta mucho la tierra, trabajarla".

Ambas, que durante años trabajaron en empresas de limpieza, se unieron en un proyecto común con el que están muy ilusionadas, aunque la llegada de la covid-19 también les pasó factura a la hora de ponerse a funcionar. "Ya estábamos con todo prácticamente montado y se frenó todo, bueno, como le pasó a todo el mundo. ¿Quién iba a suponer lo que se nos venía encima? Pero ya estamos otra vez en marcha y muy ilusionadas", señalan ambas mientras muestran el fruto de sus primeros días al frente de los invernaderos El Prado, los suyos, nombre que se debe al lugar donde trabajan la tierra, una finca que cogieron el alquiler.

Señalan ambas que no tuvieron muchos problemas con el papeleo y que sus conocimientos de agricultura son "de toda la vida. Nosotras siempre hemos tenido huerta y conocemos el trabajo de la tierra desde siempre", afirma Yosune, quien, a renglón seguido, añade que nunca sintió la necesidad de marcharse de su pueblo ni de irse a la ciudad.

"Para nada. A mí siempre me gustó vivir donde vivo. La ciudad nunca fue una opción para mí". Para esta temporada tienen "de momento, poca cosa, pero vamos avanzando. Lechugas, acelgas, espinaca, repollo, pero vamos a plantar también coliflor, brócoli, coles, en fin, lo que se planta en cada temporada".

El destino de su producción son los mercados locales y comarcales. "No hemos vendido nada aún, pero será en breve. Un chico será el quien nos lo distribuya por los mercados", matiza María Soledad quien, como su hija, habla con esperanza e ilusión sobre este nuevo camino empresarial que han iniciado en familia y, además, en el medio rural en el que viven.

Saben que nada es fácil y afirman, con sensatez, que esperan "salir adelante porque la gente necesita alimentarse y el campo produce parte de ese alimento, que es fundamental. Tenemos que ir viendo y andando. Estamos muy ilusionadas con nuestra empresa y somos conscientes de que no hay trabajo que, si queremos que dé sus frutos, no exija esfuerzo y dedicación. Nosotros estamos en ese camino y tenemos a nuestro favor lo mucho que nos gusta lo que hacemos", afirman con decisión.

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