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Los asturianos, ante una semana clave para frenar la pandemia: “Que no nos confinen”

La ciudadanía exculpa al comercio y la hostelería del incremento de los contagios: “El problema es la gente que anda sin mascarilla ni distancia”

Nerea Fernández, Claudia Miranda y Laura García de Vega, ayer, en la plaza de Requejo de Mieres, prácticamente vacía.

Esta información ha sido elaborada por P. FERNÁNDEZ (Candás), J. M. CARBAJAL (Cangas de Onís), A. VELASCO (Mieres), I. GAGO (Avilés), J. M. REQUENA (Gijón) y F. TORRE (Oviedo)



Asturias afronta una semana clave para doblegar la segunda ola de coronavirus. Hoy mismo se reunirá el comité asesor del covid para debatir si se reabre o no el pequeño comercio y si se prorrogan 15 días más las restricciones a la hostelería. El cierre perimetral de Oviedo, Gijón y Avilés ya se amplió hace unos días. Entre la ciudadanía hay división de opiniones. Aunque la mayoría de los consultados ayer por este periódico rechazan un confinamiento domiciliario y exculpan al comercio y la hostelería de los contagios. Algunos creen que el Principado no está dando con la tecla para frenar la pandemia, y hay también quien, por contra, defiende que las elevadas cifras de positivos y fallecidos obligan a adoptar medidas más contundentes.

Azucena Suárez, ayer, en el mercado del Fontán, en Oviedo. | Pedro Delgado

Las restricciones para frenar la segunda ola de la pandemia han dejado maltrecho al mercado del Fontán, en Oviedo. Ayer, apenas un par de puestos de flores y uno de libros que recogió en cuanto las nubes se adueñaron del firmamento. “Los libreros podían venir, pero con este día no vinieron. Y otros comerciantes, que intentaron poner el puesto, no tenían permiso y tuvieron que dar la vuelta”, explicaba Azucena Suárez, una veterana florista que lleva 43 años acudiendo al Fontán. “Algo falla cuando no podemos poner los puestos y luego hay grandes superficies abiertas”, lamenta.

Caminantes en la senda costera de Gijón, cerca de la playa de Peñarrubia, ayer. | Juan Plaza

La ausencia del rastro profundiza en la herida abierta entre los hosteleros. “Estamos muy mal, muchos están cerrando. Y no creo que vaya a mejorar la cosa con las cifras que estamos teniendo. Supongo que mantendrán el cierre de la hostelería y de los comercios”, reflexiona Amada Fernández, que regenta un bar en la plaza. La consuela Erundina Martínez, amiga de toda la vida. “No creo que un bar o una tienda como estas del Fontán, donde igual te entra un cliente cada veinte minutos, tengan la culpa de los contagios”, reflexiona.

Antonio Cano no cree que el Ejecutivo permita abrir los bares con las actuales cifras de contagios, “aunque la causa no está ahí”. A su juicio, “el problema está en la gente, en los que andan sin mascarilla y sin distancia, no en un bar o una tienda”.

Amelia Sobrino, Laura Fernández y Conchita Sanz, ayer, en la plaza Hermanos Orbón, en Avilés. | Ricardo Solís

María García y su hermana Pilar tienen claro que el Principado prorrogará las restricciones, pese a que no se perciben sus resultados. “¿De qué sirvió cerrar los bares y las tiendas, o las ciudades? No están dando con la tecla”, lamenta María.

La librería La Palma permanece abierta en la capital. Enrique Maradona aguarda la llegada de una clientela que escasea. “A las librerías no nos incluyeron entre las primeras restricciones, y supongo que tampoco lo harán si las prorrogan. Pero también sufrimos toda esta situación porque hay mucho menos movimiento del que querríamos”, explica. Teme otro confinamiento, o que se limite aún más la movilidad o se amplíen los cierres al sector de las librerías.

El mercado semanal de Cangas de Onís, ayer, casi vacío. | J. M. Carbajal

“Si no conseguimos bajar la curva, habrá que volver al confinamiento”, asume Sonia González mientras pasea por la senda del litoral de Gijón, “uno de los pocos planes de domingo que podemos hacer ahora”. Entiende que la mejor solución sería que, dentro del confinamiento domiciliario, “se establezcan franjas horarias, como ya se hizo, para salir a la calle a pasear”. Además, alerta sobre otra cuestión: “Los colegios son un foco grande de contagio, aunque cerrarlos sería una pena porque los niños en casa se atrofian mucho”. Alfonso Brandon pide “hacer más test de antígenos”. Aunque no es partidario de un confinamiento domiciliario estricto, sí entiende que puede tener sentido para “controlar a los más jóvenes, que se toman las normas con más laxitud”. Respecto a la hostelería, asegura que “no tiene la culpa de los contagios, pero con los locales cerrados se evita el movimiento en las calles”.

Covadonga García y Enedina Prendes, en Candás. | P. Fernández

“Si hay un cierre total, me muero”. La avilesina Amelia Sobrino es clara: más desinfección sí; bajar el precio de las mascarillas, también –“o que las den gratis”–, e incluso los cierres no le parecen mal. Pero “por favor”, que no le quiten los paseos porque ella sola, en casa, con los nietos lejos y sin ver a nadie, se ahoga. Dos amigas respaldan sus “teorías”. Laura Fernández va más allá: “Me gustaría que abrieran los comercios pequeños porque son seguros”. Y Conchita Sanz echa de menos el pilates y el yoga, pero se aguanta: “Por si acaso, que los gimnasios sigan cerrados”. Pero los paseos que no se los quiten, que ya estuvo “muy sola” tres meses durante la primera ola.

Debería estar llena, pero la plaza de Requejo de Mieres también parecía ayer un solar a la hora del vermú. Por allí pasean tres amigas: Nerea Fernández, Claudia Miranda y Laura García de Vegas. ¿Qué harían para frenar la pandemia? Diversidad de opiniones: mientras una confinaría a todo el mundo, las otras permitirían la reapertura de locales, pero con un control exhaustivo: mascarillas, distancias, aforos, horarios y geles.

“No sé qué habrá que poner delante, si la enfermedad o la economía”, reflexiona José Pedro Cosío, para agregar que el verano fue “lo que nos fastidió”, porque “al venir la gente de fuera aumentaron los contagios”. Si tuviera el poder abriría los negocios: “Con muchas medidas y mucho control para que las familias puedan vivir”.

En Candás, Emilio Nieto Menéndez juzga “abusivas” las restricciones a los comercios y la hostelería. “Están preparados para mantener las medidas y las distancias”, dice. Rosa Fernández Cuervo entiende que la situación es compleja. “Si nos confinan quince días, ¿quién paga los ERTE? Si cierran colegios y todo, ¿qué hacemos? Veo muy mal que cerrasen las tiendas porque no tienen culpa de nada”, argumenta.

“De momento, lo mejor es estar como estamos para ver si bajan los contagios. Abrirlo todo no lo veo bien, aunque me da mucha pena por los negocios que lo están pasando tan mal”, razona la candasina Enedina Prendes. Covadonga García añade: “Con los bares cerrados es como si estuviésemos confinados porque la gente solo sale a comprar. No creo que esté bien cerrar completamente todo porque afecta psicológicamente mucho, sobre todo a los críos”, añade.

En Cangas de Onís, el mercado dominical estuvo prácticamente vacío pese al estricto protocolo de seguridad. Entre los vendedores y los clientes, una reclamación: unos urinarios. Con la hostelería cerrada lo ven “totalmente necesario”.

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