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Uno de cada 25 asturianos que estaban en residencias ha muerto con el covid-19

Los centros de mayores atendían al 60% de fallecidos y en seis semanas de la segunda ola llevan casi las mismas víctimas que en toda la primera

Limpieza en una residencia durante el confinamiento.

Uno de cada 25 jubilados que vivían en residencias de mayores cuando irrumpió la pandemia han muerto con coronavirus desde el pasado mes de marzo, en Asturias. El número total de víctimas llega inexorablemente al millar en una segunda ola que supera de largo, en la región, a la que estalló la pasada primavera, y los fallecidos que tenían su casa en un centro residencial ya son 534, tras los últimos datos facilitados ayer desde la consejería de Salud. En el conjunto de España, han perdido la vida desde marzo en torno a unos 25.000 mayores que estaban en residencias, según la información facilitada por las distintas comunidades autónomas, que no responde a criterios homogéneos por la falta de una estadística centralizada.

En las 270 residencias de mayores de Asturias viven de manera estable entorno a 12.000 personas, unas 9.000 en establecimientos de titularidad privada, mientras que los centros públicos, en sus distintos formatos, atienden a aproximadamente 3.000. Más de medio millar de jubilados de esa población estable ha perdido la vida en Asturias en apenas ocho meses. Una cifra más propia de una gran catástrofe natural que, hasta ahora, se reparte casi a partes iguales entre la primera y la segunda ola: 283 víctimas en la de la pasada primavera y 251 hasta ayer, aunque las proyecciones sanitarias, en función del número de casos positivos que llegan a las UCI de los hospitales asturianos, hacen temer por un aumento sostenido en las próximas semanas.

España, 25.000 muertos

Por el contrario, en el conjunto de España la primera oleada resultó mucho más fatídica, con 20.000 muertos, prácticamente cinco veces más que en la actual, ya en fase de estabilización. Pero el seguimiento de esta estadística resulta mucho más complejo porque ni el Gobierno ni el Ministerio de Derechos Sociales han hecho público un registro como el que sí existe, por ejemplo, para el número de fallecidos.

El Principado, en cambio, comunica diariamente el número de personas fallecidas y precisa si tenían su hogar en residencias de mayores. La Consejería de Salud detalla cada miércoles el número de brotes, de casos positivos y de fallecidos.

El repunte en las residencias de mayores de Asturias.

El balance divulgado ayer alerta de que el drama todavía no cesa en Asturias: en la última semana, la 47 del año, han fallecido 57 mayores que vivían en residencias, pero es que en las anteriores perdieron la vida 70, 62 y 34, respectivamente. Es decir, en solo cuatro semanas murieron 236 residentes en centros geriátricos de Asturias, donde la pandemia volvió a irrumpir con fuerza desde mediados de octubre. De hecho, los establecimientos residenciales de mayores de Asturias llegaron a tener una tregua de ocho semanas consecutivas, entre finales de julio y el 20 de septiembre, sin ningún fallecimiento. Pero los contagios empezaron a repuntar con la llegada del otoño. El impacto en el número total de muertos se ha disparado este mes: hasta el 4 de noviembre las residencias de mayores asturianas habían registrado 84 fallecimientos, tres semanas después esa estadística fatídica ya se sitúa en 251 mayores muertos, ratificando los temores del Gobierno de Adrián Barbón, que ha venido haciendo hincapié en el elevado riesgo que supone la expansión de los contagios para una comunidad como Asturias, con los mayores porcentajes de envejecimiento de España y con gran parte de ese rango de la población afectada con problemas respiratorios.

En los últimos siete días, entre el 17 y el 24 de noviembre, ha habido 28 brotes (tres o más casos) de coronavirus en otras tantas residencias de mayores, con 390 casos positivos que han alcanzado a otros 34 centros. O sea, el coronavirus ha permanecido activo en la última semana en 62 de las 270 residencias abiertas en la región, casi en una de cada cuatro.

El virus no distingue

El coronavirus, que no entiende de fronteras entre unos municipios y otros vistos los picos que ha alcanzado en distintos momentos en Gijón y en Oviedo, tampoco establece distingos entre la redes pública y privada: si en la primera oleada impactó con mayor virulencia en las residencias públicas, llevando, por ejemplo, al Grupo Popular en la Junta General a pedir una comisión de investigación sobre su gestión, ahora acumula el mayor número de brotes y también de fallecimientos en los centros de titularidad privada. En esta segunda ola, hasta ahora, no se ha pedido ninguna comisión de investigación aunque el grupo parlamentario de Podemos sí ha requerido al Ejecutivo sobre el incremento de casos en la red privada.

El gran brote en el geriátrico de Laviana afecta a mayores y plantilla

El gran brote en la residencia pública de Laviana levantó ayer gran preocupación por dos motivos fundamentales: afecta tanto a residentes como a la plantilla y se produce en un centro donde se habían extremado las precauciones y el personal trabajaba permanentemente con mascarillas FPP2 para tratar de minimizar riesgos.

Por otra parte, el presidente del Principado admitió ayer en la Junta la necesidad de hacer evolucionar el modelo de atención de las residencias de mayores hacia un sistema “distinto” que se ensayará el año que viene. Adrián Barbón expuso sus planes de utilizar dos residencias, “una pública y otra privada”, como bancos de pruebas para evaluar la conveniencia de instaurar instrumentos de gestión “que tengan en cuenta nuevas realidades”. En su respuesta una pregunta planteada por Rafael Palacios, portavoz accidental de Podemos, el jefe del Ejecutivo autonómico invitó a valorar que Asturias es “la única autonomía que hace cribados periódicos al personal sociosanitario”, pero también asumió que “la pandemia nos da enseñanzas” y asintió a que “el modelo debe evolucionar hacia otros tipos de atención, como el acompañamiento en la “soledad no deseada”, los que permitan a los ancianos “quedarse en sus casas” o los que den cabida a “formas cooperativas de envejecimiento” en comunidad, compartiendo viviendas.

Palacios había resaltado en su turno que ha llegado el momento de “revisar el sistema de cuidados, contemplando las fortalezas y sin obviar las carencias”.

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