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Jefe del servicio de Traumatología del HUCA, acaba de dejar la presidencia del Colegio de Médicos de Asturias

Alejandro Braña Vigil : “Cuando la relación médico-paciente no es presencial, no se hace buena medicina”

“Tengo 70 años, pero seguiré mientras tenga energía e ideas; entro al HUCA a las seis y media de la mañana con la ilusión del primer día”

Alejandro Braña, en Oviedo. | IRMA COLLÍN

Alejandro Braña Vigil (Oviedo, 1950) acaba de poner fin a veinte años en el Colegio de Médicos de Asturias: doce como secretario general y ocho como presidente. Aunque ha cumplido ya 70 años, continúa al frente del servicio de Traumatología del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) y mantiene también su actividad privada. Está viudo y tiene seis hijos y, por el momento, nueve nietos. En esta entrevista, analiza su gestión colegial y algunos desafíos cruciales de la medicina actual

–¿Cómo se siente en esta nueva etapa personal?

–Soy una persona de talante positivo. En cualquier situación, tiendo a ver más las ventajas o las soluciones que los inconvenientes. En lo que se refiere al Colegio, creo que hemos cumplido de manera satisfactoria; al menos, eso nos han dicho los colegiados. Desde luego, trabajo y dedicación no los hemos escatimado. Por otra parte, el Colegio queda en manos de una persona competente y sagaz, que tiene ideas y que se ha rodeado de un equipo muy potente. Me quedo muy tranquilo.

–¿Veinte años en el Colegio va a echarlos de menos?

–Ha sido una dedicación prácticamente diaria. Me he pasado innumerables tardes de domingo en el Colegio. Cuando algo se vive tan apasionadamente, será natural que lo eche de menos. Y también a los trabajadores del Colegio, gente ejemplar y muy eficaz con la que he tenido una relación muy afectuosa. Y no más, porque esas cosas las racionalizo, entiendo que hay tiempo para todo, que vas pasando etapas y que eso es bueno.

–¿Logros más destacados?

–Hemos sido el Colegio de España que más validaciones periódicas de la colegiación ha hecho. Los médicos tenemos la obligación de demostrar a la sociedad que estamos al día y en condiciones de ejercer nuestro trabajo. La formación continuada es una condición esencial de los médicos.

–Y cada vez más...

–Sin duda. Los conceptos en Medicina cambian constantemente, como ahora estamos viendo con la pandemia de coronavirus. Y esa validación deberá ser en el futuro una recertificación. Hemos vivido la época de la colegiación obligatoria, y eso supuso un fuerte aumento del número de colegiados, sobre todo jóvenes. Hemos creado varias asesorías, y estoy especialmente orgulloso de una, de temática social, para médicos que necesitan orientación porque han de afrontar situaciones complejas, por ejemplo familiares a su cargo.

–¿Alguna asignatura pendiente?

–Una cosa que me habría gustado hacer, y lo intentamos, era dedicar una parte física del Colegio más importante a las sociedades profesionales. Ahora tienen un espacio, pero es pequeño y poco confortable, y está por debajo de la relevancia que tienen las sociedades profesionales para la vida del Colegio. Tenemos más de 50 radicadas en el Colegio y debería haber más movimiento.

–¿Se planteó seguir un tercer mandato?

–Podíamos haberlo hecho de acuerdo con los estatutos. Si no hubiera habido otras alternativas, si no se hubiera presentado ninguna candidatura, sí. Pero en caso contrario, como así fue, no. Eso no lo dudé.

–¿Cómo vio el proceso electoral?

–De acuerdo con los estatutos, las votaciones pueden ser presenciales o por correo certificado. Los últimos estatutos, que no son de mi mandato, aunque sí se publicaron en el Boletín Oficial del Principado (BOPA) estando yo como presidente, establecen un voto por correo que es complejo. No se facilita, quizá habría que buscar fórmulas más ágiles o dar más plazo. O instalar más mesas electorales. Dicho lo cual, una participación cercana al 30 por ciento no me parece mala. No es desafección. Es sencillamente un reflejo del bajo interés de la sociedad en los procesos participativos.

–Hubo colas importantes.

–Hay que pensar que en Oviedo hay muchos médicos colegiados. Por lo demás, casi todos los médicos estamos vacunados y con la pauta completa.

–¿Cómo ha evolucionado la consideración social del médico?

–Creo que los médicos seguimos teniendo una gran relevancia para la sociedad. Se nos atribuye una contribución importante en una sociedad sana. Ahora se ha visto en la pandemia: que los médicos, en su conjunto, hemos mostrado un gran compromiso social. Sin estridencias, pero lo hemos dejado patente. Y poniendo en riesgo nuestra salud y nuestra vida.

–¿Usted es de los que piensa que hay muchos médicos en una situación laboral precaria?

–Todo el mundo tiene derecho a una situación profesional que le otorgue bienestar y le permita planificar su futuro. Los médicos, también. En los últimos veinte años ha bajado mucho la interinidad y ahora hay pleno empleo.

–¿Necesita la sanidad pública una reforma a fondo?

–La sanidad pública en Asturias es muy potente, pero están viéndose desequilibrios importantes entre el centro y las alas de la región. Eso obliga a reestructurar las áreas de acuerdo a las necesidades y los flujos demográficos.

–Ya ha cumplido 70 años. ¿Se jubila?

–Puedo seguir en el HUCA, porque mi contrato es de régimen laboral, proveniente del antiguo Hospital General de Asturias. Y voy a seguir un tiempo más, no sé cuánto. Mientras tenga energía, ideas, capacidad e ilusión, seguiré. Me levanto todos los días muy temprano, a las cinco y cuarto o cinco y veinte de la mañana, y entro en el HUCA sobre las seis y media de la mañana con la misma ilusión del primer día. Nunca he ido al trabajo pensando que mejor podía estar en otro sitio. Siempre me quedan días de vacaciones por disfrutar. Me considero muy afortunado.

–Ahora tendrá más tiempo libre...

Las aficiones que más me absorben son la lectura y la escritura. Estoy escribiendo un libro, en el que llevo trabajando tres años, sobre comunicación de malas noticias. Es una faceta que el médico no puede afrontar de forma intuitiva, sino que se puede y se debe racionalizar. Y tengo un poco aparcada la afición a la pintura. Me dediqué al óleo durante años, pero en los últimos tiempos me he pasado a la acuarela.

–Se ha hablado durante siglos del médico como una persona humanista, pero ahora pesa más la tecnología.

–La buena medicina cada vez requiere más tecnología. Eso es evidente. Ahora bien, el médico necesita tecnología para aplicarla a personas. Y esa conexión nuclear no debemos perderla nunca. No podemos olvidarnos de la persona que tenemos delante, vulnerable, que sufre, que necesita de nuestro cuidado, que deposita en nosotros toda la confianza hasta un punto que a día de hoy sigue emocionándome. Esa vertiente humanista no podemos perderla.

–¿Y cómo ve la evolución de la medicina a través del teléfono?

–La telemedicina es una herramienta muy útil para determinadas circunstancias. Para ver el resultado de un análisis de rutina, no hace falta una consulta presencial. Pero la relación médico-paciente ordinaria tiene que ser presencial. Y si no es presencial, no se hace buena medicina y se corre riesgos graves.

–En pocas semanas llega la aplicación de la ley de eutanasia...

–Me parece un error y una abominación. La eutanasia es provocar intencionadamente la muerte de una persona. Y sabemos que en otros países que han ido por delante se han superado los estrechos márgenes del principio y se aplica sin problema a personas que se sienten depresivos, tristes o sin ganas de vivir. Ese provocar la muerte es la antítesis de la misión de un médico. Y además destruye la confianza del paciente en el médico: yo no puedo tener confianza en una persona que eventualmente va a provocarme la muerte de manera activa. Además, hay una alternativa perfectamente viable: promover los cuidados paliativos, que tienen un grado de desarrollo muy tímido.

–¿No cree que hay que buscar salidas a las personas que manifiestan un sufrimiento inasumible?

–Sí, y ahí es donde digo que los cuidados paliativos, con los recursos necesarios, son absolutamente eficaces. Y no son de anteayer. En Reino Unido llevan practicándose desde hace muchas décadas. Además, estas situaciones límite de las que habla son a menudo más sociales que médicas. Influye mucho la soledad. Pero son problemas que hay que atajar de otra manera, no quitando la vida a esa persona.

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