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Epidemióloga y primera catedrática de Medicina Preventiva y Salud Púbica de la Universidad de Oviedo

Adonina Tardón: “No se cuenta que las vacunas contra el covid las han inventado dos mujeres”

“Las mujeres tenemos igual derecho a triunfar que los hombres, y hay que romper la cadena de cuidado del hogar”

Adonina Tardón, primera catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública: "He tenido tantas discriminaciones por ser mujer que ya ni me acuerdo"

Adonina Tardón, primera catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública: "He tenido tantas discriminaciones por ser mujer que ya ni me acuerdo" Amor Domínguez

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Adonina Tardón, primera catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública: "He tenido tantas discriminaciones por ser mujer que ya ni me acuerdo" Marián Martínez

La epidemióloga Adonina Tardón (Madrid, 1953) es la primera mujer catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Oviedo. De firmes convicciones, su mensaje feminista es claro: “Las mujeres tienen todo el derecho del mundo a ser listas, inteligentes, trabajadoras y triunfadoras, digan lo que digan los hombres u otras mujeres”. Cuando ella decidió estudiar Medicina era una excepción, y asegura que para alcanzar su meta sufrió muchas discriminaciones. “Pero llegué”, afirma sonriente.

–Más de cuarenta años de profesión y de docencia. ¿Se ha sentido discriminada en algún momento?

–Llegar a ser catedrática supone mucho tiempo y mucho esfuerzo. Y sí, he tenido tantas discriminaciones por ser mujer que ni me acuerdo. Estamos hablando de la época de Franco y de los años posteriores a su muerte, y en esa época el mayor objetivo de una mujer era casarse y cuidar de la casa, el marido y los hijos. No te decían que no estudiaras, pero un poco sí, lo justo para poder tener conversación con los amigos de tu marido.

–Muchas mujeres, queriendo estudiar, se quedaron por el camino…

–Se perdieron tantísimas mujeres tan brillantes… Pero yo decidí desde los 14 años que lo mío era romper con lo establecido, y cuando me decían “niña, eso no es para ti” yo pensaba: “Pobres...”.

–Y lo sigue pensando.

–Los mejores momentos de mi vida han sido de la mano de mi desarrollo profesional, y aun hoy en día me da igual lo que piensen los demás. Hace cuatro años, hablando de un puesto de trabajo, yo mantenía la misma ilusión y las mismas ganas. Y dirían: “¿Adónde va esa señora?” ¡Porque tenía 60 años! ¿Y qué? Las mujeres tenemos el mismo derecho a triunfar y tener ambición en el trabajo que cualquier hombre. Y ya se lo digo a las jóvenes: hay que cortar la cadena del cuidado del hogar. Cuidar del hogar es responsabilidad de todos los que viven en él.

–Usted tiene hijos. ¿Tuvo ayuda en casa?

–De eso no hablo. Si fuera un hombre nadie preguntaría si tuvo apoyo familiar, ¿a que no?

–Del verbo conciliar ya ni hablamos.

–Yo no quiero conciliar. Crie a mis hijos y son para mí lo primero en mi vida. Y luego mi profesión, porque tengo todo el derecho del mundo a que sea así. Y además se lo debo a la sociedad, que me ha formado, ha invertido en mí, y se lo tengo que devolver. ¡Es que me apasiona mi profesión!

–¿Por qué eligió la medicina preventiva y la salud pública?

–Por vocación. Tuve la suerte de estudiar en la Universidad Complutense de Madrid y fui con una amiga enfermera a hacer prácticas en urgencias en hospitales. Allí me di cuenta de que la medicina clínica individualizada era perfecta, pero yo tengo el “defecto” de ver contextos más amplios. Teníamos muchos accidentes de tráfico y yo pensaba que no valía con actuar una vez, y otra, y otra, sino que había que actuar de manera más amplia, hacer algo, legislar para que esas medidas tuvieran un gran impacto y llegar a la mayor cantidad de personas posibles, al colectivo poblacional. Por ejemplo, trabajar en los efectos de la contaminación atmosférica en las vías bajas de los niños, pues tiene una repercusión enorme.

–¿Y cómo llegó a la epidemiología?

–Primero trabajé en el laboratorio municipal de higiene del Ayuntamiento de Madrid. Eran los años setenta y hubo un brote de meningitis meningocócica y no había vacuna. Ahí hice la tesis doctoral. Luego fui a la Escuela Nacional de Sanidad, y ahí me deslumbró el mundo de la epidemiología y la gestión sanitaria.

–¿Tenemos un buen sistema y una buena gestión sanitaria?

–El sistema sanitario es muy bueno. Llevé a mi madre a vacunar al parking del HUCA y me pareció una organización espectacular y un personal magnífico. Nuestro sistema sanitario es espectacular porque no hay que ir con la tarjeta de crédito en la mano, como ocurre en otros países como Estados Unidos.

–Pero usted no optó por la gestión.

–Me apasiona la investigación. Demostrar que la contaminación atmosférica influye muchísimo en la emisión de partículas al medio ambiente y cómo afecta a las enfermedades respiratorias y cardiovasculares. Y estoy esperanzada, porque después de 40 años por fin cada día veo en LA NUEVA ESPAÑA que se habla de desarrollo sostenible, de economía verde, de energía eólica… Y me siento orgullosa. También estoy empeñada en que debemos actuar antes del embarazo para evitar los compuestos químicos (pesticidas, insecticidas…) en los alimentos, porque afectarán al desarrollo del niño o niña. Hay que apostar por los alimentos ecológicos y que no sean más caros que los otros. Y el plástico… Hay que consumir solo el imprescindible porque es indestructible. ¡Menos mal que no se construyó la incineradora!

–¿Y la docencia?

–Es maravillosa en la Universidad. Vienen jóvenes vocacionales y brillantes, y quiero creer que este discurso medioambiental les sirve muchísimo. Me siento orgullosa porque oyéndonos hablar a todos los profesores les damos una visión que antes no se tenía.

–Nunca habían tenido tanto protagonismo los epidemiólogos como en el último año.

–Pero da muchísima pena que haya sido por un drama tan grave como el que estamos viviendo.

–¿Usted es favorable a dar margen apelando a la responsabilidad individual y a la “necesidad de vivir”?

–Dejo claro que soy muy cumplidora de las normas, pero la situación epidemiológica en la que estamos ahora es diferente. Esta tercera ola se comporta de manera extraña, quizás por la variante británica. Afortunadamente los científicos han dado la talla y tenemos vacunas eficaces. Me preocupan mucho los jóvenes, porque es la etapa de la vida en la que empiezan su desarrollo social, en la que forman su personalidad, y no sé qué efecto va a tener todo esto a largo plazo.

–Los contagios no bajan.

–La situación es preocupante, pero los más vulnerables ya están vacunados y ya se está inmunizando aguas abajo. A medida que aumente la vacunación en los mayores de 65 años, disminuirá el número de personas susceptibles. Y creo que la población es inteligente y cumple las normas.

–¿Qué le parece que cada comunidad autónoma adopte sus propias medidas?

–Pues cada comunidad es diferente: su población, su estructura, su edad, la densidad. El 50 por ciento de la población de Asturias tiene más de 50 años y la seroprevalencia es de solo el 6 por ciento. En Madrid ocurre al contrario. La mayoría de su población tiene menos de 50 años y su seroprevalencia es del 25 por ciento.

–¿La vacuna llegará pronto a todos?

–Aquí sí, pero no a todos los países. Y eso es un desastre, porque es la única manera de acabar con el virus. Por cierto, algo que no se cuenta: las vacunas las han inventado dos mujeres. La bioquímica húngara Katalin Karikó, que ha dedicado 40 años al estudio del ARN mensajero, y Sarah Gilbert, que ha inventado la vacuna de la Universidad de Oxford, cuya patente es libre, sin ánimo de lucro, y que ya se fabrica en Corea y en la India. Se la ha regalado al mundo entero. Pero en África no se ha puesto ni una. ¿Sabe qué me gustaría que aprendieran nuestros gobernantes de todo esto?

–¿Qué le gustaría que aprendieran de todo esto?

–Pues que un grave problema sanitario es que no inventamos ni fabricamos nada, no tenemos producción de fármacos. Hay que dedicar dinero a la ciencia de manera estable. No puede ser que nuestros jóvenes sean becarios con contratos precarios y finitos. Hay que crear institutos de investigación con plazas de funcionarios. ¿Qué vamos a inventar si no se consolidan líneas de investigación? Me enfada que una persona gane 500 millones por dar patadas a un balón, porque con ese dinero se podrían hacer 500 institutos de investigación durante diez años. Hay que innovar y dar trabajo estable con salarios dignos a jóvenes superpreparados que ahora se tienen que marchar porque no hay puestos de investigadores.

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