La pandemia no ha quitado el hambre a los asturianos, pero sí les ha arrebatado las excusas para no cocinar en casa. Muchos han ganado peso, sacado algún michelín, y unos cuantos han logrado un dominio de los fogones que bien podría valerles el reconocimiento por parte de la prestigiosa guía gastronómica que lleva como enseña el mullido muñeco. “Teníamos más tiempo y nos animamos a hacer cosas”, coinciden los “cocinitas” que, durante el confinamiento y también en los últimos meses, han seguido desarrollando sus habilidades culinarias. La mayoría, merced a recetas “familiares”, aprovechando incluso la supervisión, a través de videoconferencia, de quienes trataban de enseñarles.

Una de ellas es la moscona Isolina González –aunque residente en Oviedo–, que antes no pasaba de los garbanzos de bote para sus ahijados y ahora domina bizcochos y croquetas. “Nunca me gustó cocinar, pero con el tiempo libre que me quedaba comencé a practicar para entretenerme”, explica.

Tiene buenas maestras. Sus hermanas, grandes guisanderas y maestras de los potajes, han comenzado por enseñarle cosas sencillas: “Sobre todo me pasaron la receta de las croquetas, que me salen ya muy bien”, asevera. Eso sí, los densos combinados de fabes, berzas y patatas, sigue trayéndolos a casa en túper.

También tira de su sobrina, residente en Avilés, que trabaja en una confitería. Gracias a ella ha conseguido elaborar rosquillas de anís y deliciosos bizcochos: “Ella me va diciendo por Zoom si ve que la cosa va bien o no”, resume antes de reconocer que “los croissants fueron mi gran ensayo fallido”.

Cerca de donde González empieza a dar forma a un mantecado, Duván García, natural de Colombia, residente en Valencia y, por un tiempo, en Oviedo, empieza a ver cómo su pisto coge buen color. Ya cocinaba bastante antes de la pandemia, especialmente tras su estancia Erasmus en Pisa (Italia), pero ahora ha llevado sus elaboraciones a otro nivel.

“Lo que más domino son los arroces, por mi origen valenciano, y la comida italiana, seguramente por el tiempo que pasé allí”, subraya el joven. Su rutina diaria lleva implícito el caldo y el sofrito, el sonido de la ebullición. Cuando su pareja llega por casa “ya huele delicioso”.

Duván García, en su casa de Oviedo. | A. I.

Entre los platos estrella que ha ido desarrollando recientemente, incluye el risotto con punta de espárragos. “Queda muy rico”, apostilla. Otras de sus grandes preparaciones son los “arroces caldosos y la pasta arrabiata”. Pero no todo van a ser aciertos; algunas cosas, en esto de ser cocinitas, no salen a la primera. “Recuerdo una tortilla de patata que fue un verdadero desastre. Creo que le eché pocos huevos”, ríe García.

Otro chef fruto del covid es Toño Martínez, ferrolano pero residente en Noreña, villa gastronómica por excelencia. “Durante el confinamiento cociné bastante más. Aprendí a hacer casi todas las recetas familiares de mi madre, las que antes traía en un túper”, cuenta. En lo que más ha puesto práctica es en los potajes. Por ejemplo, cocido con moscancia, fréjoles con tomate, lentejas, fabes pintes. “Cuestiones que antes nunca hacía porque ya las comía cuando visitaba a mi madre o me las mandaba”, señala.

Su afán de cocinitas disminuyó cuando se levantó el encierro domiciliario total. Aunque reconoce que, antes de que se llegara a esta situación, “ya hacía cosas en casa y seguiré haciéndolas. Ha sido sobre todo aumentar el recetario aprovechando que tenía más tiempo”.

Eso sí, por mucho que le diera caña a los fogones, vista la oferta gastronómica de la Villa Condal, suele aprovechar para pedir o recoger alguna cosa para llevar a casa. “Callos, picadillo. Lo típico. De foie no soy mucho”, bromea.

La tendencia en los domicilios asturianos es muy clara. El confinamiento ha hecho que se cocine más, se prueben nuevas cosas y, por supuesto, que se recurra al pedido a domicilio. Un caso curioso es el del pan casero. Muchos profesionales del sector, así como en los supermercados, reconocen haber vendido en los meses de pandemia “más levadura que nunca”.