"Quiero iniciar mi intervención agradeciendo al Gobierno de Asturias su invitación para acompañaros en este acto tan especial con el que conmemoramos una efeméride que cambió la historia de nuestro país y, por supuesto, la de nuestra región.

 Y quiero también agradecer a Secundino Pereira y a todos los miembros de la Asociación Recreacionista Historico-Cultural de Asturias el trabajo que llevan realizando estos años para mantener la celebración de este acontecimiento.

 Después de escuchar el magnífico y clarificador relato de Josefina Velasco Rozada poco más se puede añadir sobre unos hechos que, sin duda, marcaron la vida y la herencia de nuestros antepasados.

 Un pueblo siempre tiene que sentirse orgulloso de los hitos que integran su historia y, mucho más, cuando con ellos se logró unidad, valor y confianza para defender su tierra y su país.

 Hay que sentirse orgullosos de nuestros mejores momentos como pueblo, y los hechos de mayo de 1808 sin duda lo son, pero la mejor forma de hacerlo es aprendiendo la enseñanza que nos dejan para evitar errores del pasado y para afrontar mejor nuestras propias responsabilidades en el presente y en el futuro.

 Y todos los que estamos aquí hoy, todos los que tenemos algún tipo de responsabilidad pública e institucional, sea en el ámbito que sea, tenemos que aceptar el protagonismo que nos corresponde para honrar a nuestros antepasados tratando de conseguir la misma unidad, el mismo compromiso como pueblo y el mismo valor para hacer lo que exigen los tiempos y las necesidades de los asturianos.

 Hoy no estamos ante la necesidad de declarar la guerra para frenar una invasión.

 Pero sí estamos frente a una situación extraordinariamente complicada, con graves consecuencias sanitarias y económicas, para todos los asturianos.

 Una situación que exige un cambio radical en el clima, en la orientación y en el rumbo político de esta región.

 Y conste que no sólo me estoy refiriendo a la pandemia que todavía padecemos, porque creo que nuestros males vienen de mucho antes, aunque, es cierto, que ahora, con la profunda crisis de salud y de actividad económica a la que nos abocó el COVID, esos males son todavía un mayor lastre para nuestro futuro.

 Vivimos una situación que exige que, como nuestros antepasados el 25 de mayo de 1808, demos un paso decidido hacia la unidad y hacia el compromiso por el futuro de esta tierra, por encima de ideas, de partidos y de banderas ideológicas.

 Un paso valiente para romper la dinámica que padecemos, de confrontación, de falta de voluntad de entendimiento y de incapacidad para sumar con ideas, con proyectos y con acuerdos para despejar el sombrío panorama que esta tierra lleva tantos años teniendo en su horizonte.

 Yo repito constantemente que no soy político, si no gestor. No es que menosprecie la política, ni mucho menos; ni que renuncie a las visiones políticas del partido al que represento en Oviedo.

 Pero siento realmente que soy más gestor que político, aunque es innegable que estoy en primera línea desde la alcaldía de la capital del Principado de Asturias y, por lo tanto, no puedo ni debo renunciar a aportar mi granito de arena a ese nuevo clima que reclamo desde la profunda convicción de que es lo que realmente necesitan Oviedo y Asturias.

 A mi me gusta mirar hacia el pasado para recordar los momentos felices, las cosas de las que estoy orgulloso.

 Mirar al pasado con espíritu de revancha es, además de una absoluta pérdida de tiempo, un virus que contamina nuestra capacidad de mejorar, de aprender de los errores y de ser proactivos.

 Por eso, desde que tomé posesión como Alcalde de Oviedo, he intentado tender y abrir todos los puentes para buscar consensos, acuerdos y una serenidad institucional que facilite el diálogo, la sensatez, la responsabilidad y el compromiso entre Administraciones, que nos permita avanzar poniendo como principal y único objetivo el bien de nuestros ciudadanos y de nuestra región.

 Porque lo que es bueno para Asturias es bueno para Oviedo. Y lo que es bueno para Oviedo es bueno para Asturias.

 Yo soy un asturiano de a pie y como la inmensa mayoría creo más en las personas que en las ideologías.

 Porque se puede pensar distintos, pero la buena gente siempre consigue entenderse más allá de esas ideas.

 Y tengo la firme convicción de que hoy esta tierra necesita buenas personas para que, por encima de las ideas, se puedan poner en marcha políticas que resuelvan los problemas reales de los asturianos y de los ovetenses.

 Presidente, sabes bien que desde el primer momento esa ha sido mi actitud y lo seguirá siendo mientras esté convencido de que tú estás en esa misma onda.

 Oviedo tiene asignaturas pendientes muy importantes: La Fábrica de la Vega, la Ronda Norte, El Cristo…; y si son asignaturas pendientes de la capital, también lo son de toda Asturias.

 Y no las vamos a aprobar si no hay una colaboración sincera, leal y responsable entre las tres administraciones.

 A mi no me gusta la confrontación; no me gusta el ruido con el que tantas veces se suple la acción política.

 Soy persona de diálogo, de acuerdo y de acción para ejecutar esos acuerdos.

 Y tú lo sabes.

 Y por eso la unidad y seriedad que reclamo la ofrezco a todas las administraciones implicadas en el futuro de Asturias y en el de su capital.

 No creáis que estoy aprovechando este acto para hablar de mi libro, aunque también…

Realmente creo lo que estoy diciendo y creo que esa línea de colaboración, de unidad y de compromiso por encima de cualquier diferencia es el mejor homenaje que podemos rendir a nuestros compatriotas que el 25 de mayo de 1808 comenzaron a protagonizar unos hechos que hoy, dos siglos después, nos reúnen para sentirnos orgullosos de ser asturianos".