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"Quiero que quiten las mascarillas y que vuelvan los abrazos": así se cierra el curso covid en los colegios asturianosVÍDEO: Amor Domínguez/ FOTO: Miki López

"Quiero que quiten las mascarillas y que vuelvan los abrazos": así se cierra el curso covid en los colegios asturianosVÍDEO: Amor Domínguez/ FOTO: Miki López

Adiós al “curso más difícil de nuestra vida”: los colegios asturianos celebran el final de las clases

Colegios de Infantil y Primaria acaban hoy las clases, después de un ciclo académico “muy duro e intenso”, en el que los alumnos fueron, a ojos de los maestros, “unos valientes”

Esta información ha sido elaborada por: M. G. SALAS (Oviedo), P. PALOMO (Gijón), I. GARCÍA (Avilés), A. VELASCO (Mieres), D. ÁLVAREZ (Cangas del Narcea), I. GAGO (Siero y Noreña) y O. PENA (Colunga)

El primer curso covid, “uno de los más difíciles” de la historia, llega a su fin en Asturias. Un total de 63.929 alumnos de Infantil y Primaria acabarán hoy las clases, después de superar con nota nueve meses “muy duros”, en los que pesaron “no dar abrazos y no ver las caras al completo” de los compañeros. Colegios de toda la región tuvieron que combatir el coronavirus con una larga lista de medidas de seguridad –mascarillas, distancias, geles hidroalcohólicos, grupos burbuja...– a las que los niños se adaptaron, según coinciden los equipos directivos, a la perfección. “Fueron unos campeones y unos valientes. Gracias a ellos todo fue más fácil”, aseguraron ayer a LA NUEVA ESPAÑA profesores de ocho centros educativos. Para algunos de ellos este que se va ha sido el curso más “complejo” e “intenso” de sus vidas.

“Para mí ha sido el más difícil en mis 19 años de enseñanza”, afirmó el director del colegio Corazón de María de Gijón y presidente de la patronal Escuelas Católicas, Simón Cortina. El responsable del CRA Santana, de Cangas del Narcea, también anotó el primer trimestre como “el más duro” de su trayectoria. “Nos pasamos el verano midiendo, diseñando aulas, leyendo planes de contingencia... Septiembre fue especialmente duro”, confesó Carmen Fonseca, al frente del colegio Buenavista II, de Oviedo. Pero todo “ese nerviosismo, esa incertidumbre y esa inseguridad” iniciales fueron desapareciendo a medida que los maestros vieron que los niños respondían tanto académicamente como emocionalmente. Eso sí, son muchas cosas las que se anhelan de la etapa precovid. Una de ellas los abrazos. Y otra, ver las sonrisas. “Lo peor ha sido no poder ver las caras de niños que eran nuevos por las macarillas (obligatorias a partir de los 6 años)”, apuntó Javier Sarasola, director del colegio Marcelo Gago, de Avilés.

La Consejera de Educación, Carmen Suárez, hizo también ayer balance para LA NUEVA ESPAÑA. “Este curso que finaliza ahora ha sido el curso de la pandemia y del temor pero sobre todo el curso de la superación. Nuestra comunidad educativa ha sido capaz de demostrar todos los valores que la caracterizan: el esfuerzo, el respeto, la tolerancia, la solidaridad y la responsabilidad. No me cansaré de agradecer el esfuerzo de todos y todas”, expresó. Suárez, que se emocionó hace escasas semanas al referirse a los alumnos, insistió en que los escolares “nos han dado una lección vital”, adaptándose “a este momento de manera ejemplar”. “Empezamos el curso con mucha incertidumbre –analizó–. Y muchos pensaban que en apenas unas semanas nuestros centros iban a estar cerrados. Pero no ha sido así”. Los colegios –al margen de confinamientos puntuales de aulas– resistieron abiertos hasta hoy. La titular de Educación hizo otra “lectura positiva” de la pandemia: “La auténtica revolución digital que ha vivido nuestro sistema educativo, tanto en recursos tecnológicos como pedagógicos”. “Ha habido herramientas que han llegado para quedarse”, apostilló.

Infantil y Primaria se van hoy de vacaciones, pero el resto de etapas tendrán que esperar aún una semana más. Los más de 54.000 estudiantes de Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional dejarán las aulas para disfrutar de un merecido descanso el próximo miércoles día 30 de junio.

El profesor Pablo Alonso, en primer término, con sus alumnos de 6.º de Primaria. | M. L.

Colegio Buenavista II (Oviedo)

El deseo para septiembre: “Que quiten las mascarillas y lleguen los abrazos”

“Que quiten las mascarillas y, sobre todo, que lleguen los abrazos”. Con ese deseo para el curso que viene se despedirán hoy de las aulas los alumnos del colegio Buenavista II de Oviedo. El primer año escolar desarrollado íntegramente en pandemia ha sido tanto para ellos como para sus profesores “muy difícil”. “Al principio fue un trabajo titánico. Hubo que coger el metro, sacar armarios, recolocar aulas... El principal miedo que tuvimos siempre es que nos confinasen”, cuenta Pablo Alonso, tutor de una clase de 6º de Primaria. Pero nueve meses después de aquel regreso incierto, las vacaciones de verano empezarán mañana con un “balance muy positivo”.

“No creí que fuésemos a acabar el curso de esta forma tan positiva”, afirma la directora, Carmen Fonseca, que después de ocho años al frente del centro dejará la silla de mando en septiembre para convertirse en una maestra más. “Para mí ha sido uno de los cursos más difíciles. El verano pasado hubo mucha tensión, mucha inquietud... Y tenía la sospecha de que esto iba a ser para largo. Septiembre fue un mes muy duro hasta que lo pusimos todo a andar”, profundiza. Fonseca solo tiene palabras de agradecimiento para alumnos, familias y profesores. “Los niños se adaptaron fenomenal”, asegura.

De ello da fe Toñi Fernández, docente en una clase de 5 años: “Fueron unos valientes y nos lo pusieron muy fácil. Tenían tantas ganas de volver a las aulas y reencontrarse con los amigos que se adaptaron a todo de forma fenomenal”. ¿Y ellos qué dicen? “Lo peor fue no poder juntarnos con niños que están en otras clases burbuja”, indica Iris Martín, de 5 años. “Echamos de menos abrazar”, señala Dina Mallada, de 6. “Fue un curso algo difícil por las distancias y por no poder verles las caras a los compañeros”, comenta Pablo Rodríguez, de 6º de Primaria. “No poder dar abrazos ni estar cerca de los amigos lo llevé mal”, apostilla Sol Fernández, de 6º. “También pasamos un poco de frío en invierno con la ventilación”, agrega su compañera Eva Díaz.

El covid no solo llenó este curso el colegio Buenavista II de marcas en el suelo y de botes de gel hidroalcohólico, sino que puso patas arriba sus espacios. Hubo que habilitar cuatro aulas covid, que además fueron internivel, y sacar sitio hasta de los pasillos. “Allí instalamos miniaulas y minitalleres para impartir algunas asignaturas”, remata la directora.

Por la izquierda, Aitor Castaño, Simón Cortina, Alberto Manzano, José Luis Pérez, Susana Alonso, David Reyero, Manuela González-Lobón, Raquel Castañón e Irene Álvarez despiden el curso en el patio del Codema junto a otros estudiantes. | Ulises Arce

Colegio Corazón de María (Gijón)

“Lo vivido este año les ayudará a adaptarse a los cambios drásticos”

“Intenso, diferente, sorprendente o inolvidable”. Esos son algunos de los adjetivos que alumnos y profesores del colegio gijonés Corazón de María (Codema) emplean para calificar un curso prácticamente inclasificable y que toca a su fin. “El más difícil en mis 19 años de enseñanza”, revela Simón Cortina, el director del centro. Un año en el que los jóvenes, además de empaparse de conocimientos, han tenido que familiarizarse con conceptos abstrusos para los profanos como “ventilación permanente cruzada” o “bimodalidad simultánea síncrona“, el nombre técnico de las clases virtuales. Todo para que otros términos de ciencia ficción como “aula confinada” desaparecieran progresivamente del vocabulario del colegio con más alumnos de la ciudad.

“No podemos centrarnos únicamente en lo académico, también ha pesado lo emocional”, explica José Luis Pérez, el coordinador de orientación del centro, que pone encima de la mesa la importante lección que se llevan los jóvenes tras el curso 20-21. “El constante cambio ha sido un aprendizaje para su vida, les ayudará a adaptarse más a los cambios drásticos”, añade el docente.

El Codema cuenta con 1.564 alumnos y su plantilla docente ha crecido este año, al reducirse los ratios por aula, hasta llegar a los 120 integrantes. Además, tuvieron que repensar algunos espacios, como laboratorios, para reconvertirlos en clases funcionales para reubicar a los estudiantes. Raquel Castañón es una joven que el próximo 30 de junio terminará 1º de Bachiller por la rama de ciencias sociales. “Volver a la presencialidad todos los días lo ha hecho todo más llevadero, a pesar de tener que llevar mascarilla”, cuenta.

No tiene esa misma sensación Irene Álvarez, alumna de que finaliza 4º de la ESO. Los jóvenes de este curso y de tercero estuvieron en régimen de semipresencialidad. O sea, que en días alternos, unos jóvenes acudían presencialmente a clase y los otros la seguían desde su casa. “Fue un tema chocante al principio, porque estamos acostumbrados a ser 30 en el mismo aula, pero al final pudimos avanzar todos al mismo ritmo”, concreta la adolescente.

También entre los más jóvenes se ha dejado notar un curso extraño, pero que el Codema ha logrado superar sin grandes incidentes. “Pensé que nos iban a confinar de nuevo el primer día, pero no fue así. Lo cierto es que no estaba nada nerviosa al empezar. Al contrario, tenía ganas de volver”, asegura Manuela González-Lobón, una estudiante de sexto de Primaria, que hoy estrena su merecido descanso, como el resto de alumnos de esta etapa y de Infantil. También tienen bien merecidas las vacaciones los profesores del Codema como David Reyero, Susana Alonso, Alberto Manzano y Aitor Castaño, el coordinador covid. “El colegio ha demostrado una gran capacidad de adaptación sorprendente a los continuos cambios”, coinciden. Pensando ya en septiembre, en lo que también coinciden tanto el director del centro, Simón Cortina, como el resto de los docentes, es que, a pesar del avance de la vacunación, muchas de las medidas vista en el curso saliente se verán en el entrante. Entre ellas, las mascarillas o las entradas y salidas ordenadas. Pan comido para un centro que ha demostrado su fortaleza y que sale más fuerte del curso pandémico.

Por la izquierda, María Sánchez (presidenta de la asociación de familias), Javier Sarasola (director del Marcelo Gago), la alumna Marina Robles y la maestra de Pedagogía Terapéutica, Eliana Ugidos, en el patio del centro. | M. V.

Colegio Marcelo Gago (Avilés)

La lección del curso: “La idea de comunidad se refuerza; todos cuidamos de todos”

“Lo mejor del año educativo es que la idea de comunidad que tenemos en el colegio ha salido reforzada, todos y todas cuidamos de los demás y entre nosotros”, afirma Javier Sarasola, director del colegio avilesino Marcelo Gago, que percibió cómo el lado emocional y cercano entre docentes, alumnado y familias no era el mismo que en años anteriores. Las restricciones por la pandemia, las distancias y las mascarillas frenaron los abrazos y las sonrisas, que aunque se podían entrever a través de la mirada “no era igual”. “Nuestro objetivo es volver a lo que teníamos”, señala Sarasola después de reconocer el papel de Educación y el Ayuntamiento en la limpieza y las ratios fijadas para el curso que acaba hoy.

“Lo mejor del año fue poder venir al cole y lo peor, el covid que no nos dejaba ni compartir nuestras cosas”. Esa frase es de Marina Robles, alumna de 4º del colegio Marcelo Gago de Avilés, una pequeña que tuvo que ceñirse al grupo-burbuja de su aula y no compartir los recreos con más compañeros. “Al principio, todo era incertidumbre y poco a poco se normalizó la situación, nos sorprende la adaptación del alumnado, lo hacen mejor que nosotros y mañana –por hoy– va a ser muy difícil despedirnos sin abrazos”, afirma Eliana Ugidos, especialista en Pedagogía Terapéutica, que percibe las carencias en el lado emocional y la relación entre el alumnado y a su vez con sus docentes. María Sánchez, presidenta de la Asociación de familias, destacó que ante la ausencia de actividades su colectivo “se amoldó” en algunas propuestas del centro y decoró el patio “cuando no había niños”. “Que fuera un cole estricto con las normas es de agradecer”, concluyó.

Juan Miguel Otero, durante una clase en el colegio Lastra. | A. Velasco

Colegio Lastra (Mieres)

Los maestros aplauden a los niños: “Fueron unos campeones”

Suenan aplausos en el salón de actos. Los alumnos de último año Secundaria celebran su graduación. Mientras, los profesores están a punto de terminar un curso “agotador”. Este va a ser un año lectivo que ninguno va a olvidar. “Ha sido muy complicado, pero al final hemos podido superarlo”, afirma Teresa Álvarez, la directora del colegio Lastra de Mieres.

Junto a ella está Juan Miguel Otero. Fue elegido para ser el coordinador de los protocolos covid. “Hemos tomado las medidas que nos exigían y alguna más”, reconoce este profesor, que ha trabajado casi 24 horas al día este curso.

Explica que se han hecho más de 200 pruebas PCR a profesores y alumnado. “Ante el más mínimo síntoma, hablábamos con nuestra enfermera de referencia”, apunta. Declaración responsable de los padres, salidas y entradas escalonadas o medición de temperatura y lavado de manos en cada acceso fueron algunas de las medidas que se tomaron en el Lastra.

Aún así, durante el curso se tuvieron que confinar 4 aulas de Primaria y una de Secundaria. “No hubo contactos como tal en el centro, pero sí que tuvimos que cerrar por positivos de alumnos”, explica Otero. De hecho, las cuatro aulas de Primaria cerraron a la vez, ya que los alumnos que dieron positivo pertenecían a una misma familia. Aun así, las clases no pararon, ya que se daban a través de internet. “Tuvimos que ponernos, nosotros y las familias, al día con la tecnología”, explica.

Para los docentes el curso no fue sencillo. Y lo atestigua Sandra Gutiérrez, profesora de Biología: “Ha habido altibajos morales, tanto nuestros como de los alumnos”. Y uno de los principales problemas con los que se encontraron fue la comunicación: “Teníamos que levantar mucho la voz para que se nos entendieran bien por la mascarilla”. Una mascarilla que los estudiantes asumieron de forma natural. “Fueron unos campeones”, dice Gutiérrez.

Para los alumnos, también fue complicado. “En invierno pasamos un poco de frío”, apunta Elsa Fresno, alumna de Secundaria. Cosas de la ventilación cruzada. “También estar en el patio separados de amigos de otras clases no era fácil”, apunta.

El Colegio Lastra ha superado con nota el curso. Ahora llega un verano en el que recargar pilas, con la vista puesta en que en el siguiente curso la normalidad sea la lección mejor aprendida.

Los alumnos del aula de Corias del CRA Santana, ayer, con su maestra María José Yanes. D. Á.

CRA Santana (Cangas del Narcea)

“El primer trimestre fue el más duro de mi vida”, admite el director de un colegio rural

El curso 2020-2021 se hizo largo, difícil y extraño para los estudiantes del aula de Corias del colegio rural agrupado Santana, en Cangas del Narcea. Aunque a pesar de todo reconocen que también fue divertido.

Los alumnos que hoy afrontan su último día de clases aseguran que lo que más les costó fue acostumbrarse a llevar la mascarilla y mantener las distancias con los compañeros. “Lo más complicado fue jugar en el recreo con distancia y pensando en juegos donde lo pudiéramos cumplir”, explica Carlota Fernández.

También les tocó vivir un confinamiento de toda el aula a finales de enero y seguir las clases de forma online, pero Iker Aumente dice que, aunque fueron diez días sin poder salir de casa, se adaptaron “bien”. Peor lo llevó Carlota, que tuvo que alargar su confinamiento por seguridad y para continuar con las clases se conectaba en directo con el aula para seguir las explicaciones de su profesora al resto de compañeros que estaban presencialmente.

La tutora del grupo, María José Yanes, asegura que el primer trimestre fue el peor. “Empezamos con nerviosismo, incertidumbre e inseguridad, pero a medida que pasaba el curso nos fuimos adaptando y ver que los alumnos lo llevaban tan bien, creo que nos ayudó”, explica. La docente ensalza la responsabilidad con la que actuaron sus alumnos durante todo el curso y apunta que solo se tuvo que confinar el aula una vez y que entonces solo hubo el caso positivo por el que se decretó el cierre, lo que demostró que las medidas de seguridad aplicadas estaban funcionando.

El CRA cuenta con dos aulas más en Trones y La Regla, donde también tuvieron que pasar un periodo de confinamiento en cada una de ellas. “Por suerte se hizo todo bien y no hubo nada que lamentar”, señala el director del centro, Martín Arias, que recuerda que los cierres de las aulas fueron momentos complicados.

No obstante, para él lo peor “fue la incertidumbre que nos generó la consejería de Educación dictando normas tarde, mal y nunca, modificándolas cada poco, dando instrucciones contradictorias y exigiendo demasiada responsabilidad a equipos directivos y docentes”. En este sentido, coincide con su compañera en que el primer trimestre de este curso fue lo más complicado: “Fue el más duro de mi vida, muy difícil”.

Para el curso que viene, el director cree que habrá pocos cambios en cuanto a las normas a seguir y confía en que se pueda realizar alguna actividad extraescolar. Antes de la pandemia, este tipo de talleres eran los que unían al centro, que cuenta con 39 alumnos.

Alumnos del colegio Hermanos Arregui, de Pola de Siero. | Inés Gago

Colegios Hermanos Arregui (Pola de Siero) y Condado de Noreña

“Nos tocó ser fuertes”, dicen los docentes ante el final de las clases

La clave siempre estuvo en la confianza. Lo que pasa es que Eva Iglesias, la directora del colegio Hermanos Arregui, en Pola de Siero, no siempre lo vio tan claro como ahora, que se termina el que ha sido el año escolar más duro para el profesorado: nuevos protocolos, grupos estancos y ver cómo los niños, que son amigos de toda la vida, no se pueden juntar en clase. Por fortuna –aunque sobre todo por el esfuerzo del claustro– todo salió bien y en la escuela, aunque hubo positivos, no tuvieron ningún brote de coronavirus: objetivo cumplido, curso superado.

“Fuimos los músicos del Titanic: nos quedamos tocando mientras nos hundíamos y el resto se salvaba”, cuenta Eva García, profesora de Educación Física y tutora de cuarto de Primaria en el colegio público Condado de Noreña. Está sentada frente al ordenador, en un descanso de poner las notas en las actas del alumnado. En este último año ha sido su mejor aliado: después de “un millón de cursos”, el claustro, y consecuentemente los niños y niñas han sufrido un proceso de digitalización acelerado. No fue fácil. “Fue ir en contra de todo lo que conocíamos. No se podía compartir nada, ni hacer trabajos en grupo. Y a mi no me gusta enseñar sin ver las caras y sin el contacto físico”, relata.

En sus ojos claros hay un reflejo del agotamiento sufrido por la tensión, la presión y el miedo. “Todos en nuestras casas, además, teníamos lo nuestro. Pero había que ser fuertes”, señala. Lo peor fueron los confinamientos: le tocó dos veces dar clase desde su casa, y dar respuestas a sus alumnos que no tenía. Y no, enseñar a través de una pantalla, no es lo mismo.

El capitán de ese barco que consiguió llegar a fin de curso sin varar fue Daniel García Ron, director del colegio de Noreña, aunque estuvo a punto de costarle la salud. “Todo lo que diga Daniel lo suscribo”, afirma Eva Iglesias sobre su colega. “No sabíamos nada, pero teníamos que dar respuestas”, apostilla esta profesora del Hermanos Arregui. Fueron “enfermeros, médicos, técnicos sanitarios, psicólogos, además de profesores”, en palabras de García Ron.

Por ejemplo, en Noreña no encontraban la manera de organizar los baños sin que coincidieran grupos burbuja. Pero implementaron un sistema de tarjetas en la puerta que les permitió la utilización del servicio con normalidad. “Me sorprendió la capacidad de adaptación del alumnado”, cuenta García Ron. Eva Iglesias, del centro sierense, coincide con él: “No lo podríamos haber hecho sin la colaboración del Ayuntamiento y de los padres”.

No todo fue malo para ellos. Esther Iglesias es una alumna que el curso que viene empezará sexto de Primaria, y que siempre había tenido algún problema para socializar. Pero con la pandemia, al haber grupos más pequeños, le fue mucho más fácil: “Me diría: habla con tus compañeros”, bromea. También está encantada con las nuevas actividades que hicieron, como un concurso de decorar un Güevo Pinto. Eso sí, aunque hay cosas que permanecerán en el futuro, ni alumnos ni profesores repetirían este curso escolar.

Alumnos y profesores del centro de Lastres, ayer, separados por una mampara transparente. | Olaya Pena

Colegio Matemático Pedrayes (Lastres)

El frío en las aulas, “una de las cosas más duras” del curso de la pandemia

Los alumnos del colegio público Matemático Pedrayes de Lastres ponen hoy fin a su curso más atípico. Los veintitrés alumnos de Infantil y Primaria y los cinco profesores echan la vista atrás a un año “difícil”, a juicio de los docentes, o simplemente “diferente”, desde el prisma de los niños. La directora del centro, Lidia Granda, recuerda todas las medidas de seguridad tomadas este curso: desde distancias, grupos burbuja y entradas y salidas escalonadas hasta la colocación de mamparas transparentes para separar distintos grupos dentro de las aulas y la ventilación.

“Eso último fue una de las cosas más duras: soportar el frío en invierno, especialmente los días que soplaba el nordeste”, indica Sara Noval, profesora de Infantil, sobre la ventilación cruzada. “A principio de curso ya se avisó a los padres de que trajeran a los niños con muchas prendas de abrigo, gorros y bufandas”, añade. No obstante, aún más difícil que el frío fue “el no poder establecer contacto”. “Muchas veces quieren darte un abrazo y tienes que recordarles que no se puede todavía. Al igual que a la hora de compartir los materiales...”, comenta.

Por su parte, Aida Fernández, profesora de Primaria, apela a la “gran capacidad de adaptación de los niños, que son muy conscientes de la situación, y aunque al principio costara acostumbrarse a tantas nuevas normas, han sabido hacerlo, e incluso muchas veces son ellos los que te las recuerdan”. Los alumnos, como Martina Valladares, de tercer curso, se muestran optimistas. “Aunque no hayamos tenido excursiones, me he divertido mucho este curso”, dice. Lo más duro, a su juicio, fue respetar las distancias de seguridad “y no poder jugar con los demás como antes”.

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