“Media docena de huevos de gallina, cinco XXL y uno M. La suma de todos pasa el medio kilogramo. El más pequeño, 63 gramos, algo normal, pero el más grande, 115 gramos... Una gallina campeona, la ponedora común”, presume Fonso Piney, vecino de Corao (Cangas de Onís), orgulloso de las pitas roxas que tiene en su gallinero. Ha logrado uno de 115 gramos, pero es que cada dos días los pone grandes. Empezó con 105, 108, 111 y este ahora de 115. Las gallinas están alimentadas a base de maíz, trigo y berzas.
Otra vecina del concejo, María Jesús Sánchez Valbuena, natural del pueblo de Vís (Amieva), pero residente desde hace años en el núcleo rural de Nieda (Cangas de Onís), también puede presumir de gallinas que ponen huevos caseros como puños, espectaculares.
Sin ir más lejos, se tomó la paciencia de pesar alguno de ellos y quedó gratamente sorprendida por el resultado de la pequeña báscula de mesa: oscilando entre 85 y 105 gramos por huevo. Se ve, dicen los dueños de las pitas de razas variadas (roxas, grises, negras y franciscanes) que criarse en el entorno de los Picos de Europa ayuda a poner buenos huevos. Los más consumidos son los de la talla L o grandes, con una media de 65 gramos por unidad; en tanto, los medianos oscilan entre 50 y 60 gramos. Por los que Nieda y Corao llegan a la talla XXL o más.