Saúl FERNÁNDEZ

Avilés entero se paralizó ante el televisor en la noche del 7 de abril de hace veinte años, cuando el mítico programa de RTVE «Vivir cada día» programó «El cadáver del tiempo», un docudrama de Javier Maqua sobre el origen de Ensidesa que abrió todas las heridas de la memoria y provocó, como consecuencia, la mayor polémica ciudadana vivida en años en la comarca.

Han pasado dos décadas y LA NUEVA ESPAÑA repone este viernes en el Centro Municipal de Arte y Exposiciones (CMAE) «El cadáver del tiempo». El acto, que se celebrará a partir de las siete de la tarde, contará con la presencia del director del documental y con Manuel Ponga, alcalde de Avilés en aquellos entonces.

El anuncio de la emisión de una historia avilesina, «El cadáver del tiempo», en un tiempo en que sólo había una cadena de televisión, causó una expectación desmedida en la ciudad. Eran los últimos años ochenta, la reconversión industrial no cabía más que en mentes de una previsión inusitada... Ensidesa era la madre de todas las industrias, la razón de ser de la ciudad que nació a la sombra del humo de las chimeneas levantadas en los años cincuenta.

El tránsito de la villa marinera e indiana a la «no ciudad», por ello, y como sostiene el historiador avilesino Juan Carlos de la Madrid, produjo una quiebra insalvable en la memoria de los avilesinos «de siempre» y de los sobrevenidos, «los coreanos».

La audiencia mayúscula del programa llegó a ser desorbitante y la polémica posterior, inusitada. El Ayuntamiento de Avilés, según cuenta Javier Maqua, exigió de TVE «una hora de réplica para contar ellos mismos su propia historia de Avilés». Javier Maqua va más allá: «Después de la emisión se organizó un debate en Radio Nacional de España al que estuvimos invitados Manuel Ponga, el ex ministro Fernando Morán, un sindicalista de CC OO y yo mismo». Maqua, que aquella noche estaba en Madrid, notó «cierta tensión» en las palabras del representante sindical. El debate se sostenía sobre la visión, distorsionada o no, de la historia más reciente de Avilés, es decir, la llegada de la fabricona, la que se había invitado la historia contemporánea de la ciudad, el presente y su futuro.

Para comprender la polémica es preciso colocar a los protagonistas en el contexto que generó la polémica. El primero de todos ellos es el novelista y director de cine Javier Maqua, que, aunque es madrileño de nacimiento, gusta de recordar y disfrutar de sus orígenes avilesinos. La genealogía de Maqua es extensa y de rancio abolengo. Justo Ureña, cronista oficial de la villa, recuerda que Benito Maqua, hacia 1836, regaló al Ayuntamiento el reloj consistorial. «Mi tío abuelo, José María Maqua, era el dueño de una casona en la orilla derecha de la ría, en plenas marismas. Y también de un palacio en plena calle de la Cámara», recuerda el director. Es decir, Maqua viene de una de las familias más esclarecidas de la historia de esta villa antes de llegar a ser ciudad, en esa doblez del tiempo previa a la incorporación de la fábrica a la vida cotidiana. «Me parece que aquel sindicalista de CC OO me echaba en cara precisamente eso, que fuera un niño bien quien contara la historia de Ensidesa y que encima fuera de izquierdas», admite Maqua.

«El cadáver del tiempo» era un capítulo de un programa que, recuerda De la Madrid, «tenía mucho prestigio: Avilés iba a salir en la tele para algo más que para hablar de contaminación». El punto de vista elegido por Maqua para contar la historia fue el que suscitó la polémica: el hombre que regresa y hace memoria y descubre que su infancia no es real, porque en aquellos días las marismas de la ría de Avilés nada tenían que ver con los hechos que sucedieron, es decir, con la vida dura de los «coreanos», el «turno de las camas calientes», los escribientes bajo los soportales, los muertos y los heridos en las campanas que cimentaron la fábricaÉ

Javier Maqua documentó la historia de «El cadáver del tiempo» en varias entrevistas. Habló con el historiador Enrique Tessier, con el actor Ramón Pérez, «Monchi»... Los dos intervinieron activamente en la filmación del documental -en el otoño de 1987-. Tessier puso sus ojos en los avilesinos de toda la vida, mientras que «Monchi» hablaba de la vida dura de los «coreanos».

De la Madrid, en una reciente publicación, recordó que las consecuencias de aquella emisión fueron desmedidas. Tessier sufrió desprecios innúmeros, algo que también vivió Monchi. «Incluso se plantearon declararme persona non grata», bromea ahora Maqua. «Lo único que sé es que aquel documental, gracias a Pilar Miró, creo que cambió mi vida... Volví a ser director de cine», concluye.