Trasona, Ignacio PULIDO

Mirando al cielo. Así estuvieron ayer los centenares de romeros que se dieron cita en Trasona para celebrar la popular jira que cada año tiene lugar a orillas del embalse. Piragüismo, gaitas, bollos preñaos, parrilladas y mucha sidra fueron algunos de los ingredientes del festejo, que sólo decayó a últimas horas de la tarde cuando la lluvia hizo acto de presencia.

En torno a las once de la mañana el embalse corverano comenzó a recibir la llegada masiva de romeros. A través del muro del pantano decenas de grupos de amigos y de familias accedieron al recinto de la fiesta, donde predominaba la gente joven. Tal es el caso de Covi y Pati Amérigo, Javi Morgade, Mónica Inclán, Iris Fernández y Laura Cano, que se presentaron en torno al mediodía. «Esperemos que no llueva, si no todo se estropeará. Nos gusta mucho la jira, es parecida a la comida en la calle de Avilés», comentaron estos jóvenes de Ranón y Salinas para los que «el buen ambiente es lo mejor de esta celebración». Tan sólo un pero: «son necesarios más baños, los prados están muy solicitados», puntualizó Morgade.

Pero la jira del pantano de Trasona no sólo es una fiesta para los jóvenes. «Acudo siempre que puedo. No obstante, la jira perdió mucho. Siempre llovía y la cambiaron muchas veces de fecha. Ahora parece que levanta cabeza de nuevo», subrayó el romero Constantino Fontao, que ayer estuvo acompañado por su familia y por su amigo Ángel Diéguez. «Cuando colaboraba Ensidesa era mucho mejor. De todos modos "presta" venir. Me gusta la comida campestre», enfatizó Diéguez, cuyo plan era comerse unos bocadillos, tomar unos culetes de sidra y «echar el día de folixa».

La enraizada tradición de la fiesta ha permitido que personajes como el avellanero Ramón Rodríguez, de 78 años de edad, se hayan convertido ya en figuras imprescindibles de la jira. «Soy avellanero desde hace 52 años y acudo a Trasona desde hace varias décadas», comentó Rodríguez. Y reconoció que los años no perdonan, tampoco a él. «Tengo que tostar yo las avellanas y la artrosis cada vez me lo hace más difícil», subrayó extendiendo sus manos castigadas por la vejez. A escasos metros de su puesto, al lado del palacio de Trasona, otros tenderetes ofrecían churros, hamburguesas, globos y hasta incluso monteras piconas. «Es la primera vez que vengo. Está genial», aseguró Ramón Colao, el cual vendió ayer varios ejemplares del popular sombrero asturiano.

Con todo esto, la fiesta se completo con un sinfín de actividades entre las que destacaron una regata de piraguas, juegos y bailes tradicionales y una verbena que puso punto y final a la jira en torno a las nueve de la noche.