Casi todos los hospitales asturianos, o incluso todos, tienen un espacio donde los enfermos pueden rezar. No iba a ser menos el centro hospitalario construido por Ensidesa entre Llaranes, El Cruce y Garajes, el cual cuenta con una de las capillas más desconocidas de Avilés, la cual yo vi en mayo de 2008, nada más enterarme de su existencia.

El centro hospitalario, conocido popularmente como el hospitalillo, fue uno de los primeros edificios que construyó la empresa, inaugurándose en julio de 1956, antes de la finalización de las obras en el poblado de Llaranes. Además de la capilla que ahora describiré, el centro cuenta con una excepcional escalera helicoidal, similar a la que hay en el edificio de educación primaria del colegio público Llaranes.

En la primera planta se halla la capilla, por la parte del patio y en el brazo más largo del edificio. Se trata de una sala de planta rectangular, pintada de color verde, con una sacristía tras el retablo también rectangular pero en el sentido contrario al del templo.

A la sacristía se puede acceder desde dos puntos: el primero es desde el pasillo del hospital, sin necesidad de entrar en la capilla, y el otro punto es desde el recinto que estudiamos: tras el retablo hay una puerta que conduce a ella. En el interior no hay más que un sencillo lavabo y una mesa, en cuyos cajones se encuentran algunos hábitos de sacerdote. El acceso a la propia capilla se puede hacer desde una sencilla puerta lateral, situada en el mismo pasillo que la de entrada a la sacristía, o desde una hermosa puerta doble adornada con bonitas tallas de cruces griegas.

En el muro norte se encuentran todas las ventanas, rectangulares y de grandes dimensiones, algunos radiadores y el elemento más curioso de la capilla: un confesionario desplegable. Se compone de cuatro piezas todas ellas fijadas a la pared y que se van abriendo y montando hasta que el confesionario esté listo. Estas piezas son dos hojas de madera que constituyen las piezas laterales, donde se encuentran las rejillas a través de las cuales la persona se confiesa. Tenemos otra pieza que es el asiento, que al montarlo se sujeta con un trozo de madera a la pared. Por último nos queda un simple listón de madera, del mismo largo que el ancho de las hojas laterales, y que tiene la función de apoyabrazos. La hoja que, al estar cerrado, se ve, tiene también tallas de cruces griegas.

Llegando a la zona de la cabecera nos encontramos con un altillo, donde se encuentra el retablo. Ese altillo es de mármol negro con betas en blanco. Dentro del altillo y en la esquina norte vemos una pequeña losa de granito sobre la cual se halla una figura de sencilla factura, representando a la Virgen María. Se encuentra sobre una peana semiesférica de color marrón claro. La figura es de tonos muy claros, casi sin apreciarse la diferencia entre el hábito y la cara. El manto es de tono azul oscuro, contrastando mucho con el resto de la imagen. También tiene una corona con estrellas.

El retablo se compone de siete estrechas planchas de madera colocadas en vertical desde el techo y hasta el suelo. En él no hay más elementos que un sencillo crucificado de color oro, que se encuentra agonizante, con la cabeza caída ligeramente hacia el lado derecho, el mismo lado al que lleva atado el paño de pureza.

El altar es de granito, colocado sobre una plancha del mismo material que sobresale un poco por encima de la de mármol negro. Encima del altar se encuentra una artística caja decorada con los panes y los peces, así como un atril dorado. La pared sobre la que se encuentra la puerta a la sacristía y el retablo es de losas de piedra, de color marrón claro tirando a rojizo.

En el muro sur se encuentran dos paneles en la parte superior con decoración religiosa. La capilla cuenta con varios candelabros altos y en las paredes, además, de un moderno sistema de altavoces. El techo se compone de cuadrados en dos tonos diferentes: marrón oscuro y claro, alternándolos como si de un tablero de ajedrez se tratase. Un curioso recinto, en suma, apenas conocido por el gran público.