Hay personas que viven al límite y les da igual hacer malabarismos con la cuenta corriente. Otros viven al límite pero por necesidad. He conocido casos de personas que pedían créditos para irse de vacaciones, lo cual me parece aberrante. Y luego créditos para pagar sus créditos. Frente a aquellos a quienes las estrecheces les obligan a prescindir de lo básico, hay otros que no prescinden de nada, porque total son cuatro días. Yo sería incapaz de dormir con ese aliento de deudas en el cogote. Aunque uno viva con lo justo, prefiere apretarse el cinturón y no mantener más deudas que la madre hipoteca que está en los bancos. Es más bien una cuestión de cultura: del valor de la apariencia por mucho que las cosas vengan torcidas. Estoy seguro de que para muchos, aunque sea con números rojos, las vacaciones de verano seguirán siendo por todo lo alto. Viene a ser un poco como lo de la orquesta del Titanic: aunque el barco se hunda, buena sonrisa y el traje planchado, la corbata bien anudada.