Myriam MANCISIDOR

Silvia Mallo Durán e Iván Martínez Iglesias, ambos de 22 años, sellaron ayer con leche presa y 63 besos de récord su próximo casamiento. ¿La fecha? «Cuando la novia termine sus estudios», sentenció Martínez, que desde hace años trabaja en una empresa de Avilés. Su novia estudia Administración y Dirección de Empresas. La pareja protagonizó el tradicional rito del Puchero y, por primera vez desde que se celebra esta fiesta, se regalaron arrumacos a los pies del crucero de granito de La Luz vestidos con el traje tradicional asturiano. Lucían también madreñas.

La fiesta comenzó al mediodía. Entonces se celebró una misa de campaña amenizada por el Coro «Casino de Villalegre» a las órdenes de Vanesa Eiros. Cientos de personas se dieron cita en La Luz paraguas en alto para, primero, protegerse del sol abrasador y, después, resguardarse de la lluvia. Tras la ceremonia se celebró la tradicional procesión por los alrededores de la ermita. Cuando el reloj marcaba la una llegó el momento clave: el rito del Puchero. La cosa se puso seria: Silvia Mallo e Iván Martínez cataron la leche presa y, una vez vaciado el tarro, lo lanzaron contra el crucero como manda la tradición. ¿El resultado? 63 trozos de barro quebrado, tantos como besos encendidos.

La pareja batió así un nuevo récord de pasión en La Luz. El pasado año, David Vega y Ana García se regalaron cincuenta arrumacos, el máximo conocido hasta el momento. Pero Silvia Mallo e Iván Martínez, ambos del grupo folclórico «Maura Xeva», rompieron aún con más fuerza el puchero de la pasión. El público les ayudó a contar los trozos de barro: uno, dos, tres, cinco... sesenta y tres. El máximo. «¡Cómo te vas a poner bribón!», se escuchó decir entre el público a algún espontáneo en alusión al novio. La pareja respondió con sonrisas, pero sin perder tiempo. Silvia Mallo e Iván Martínez debían comerse a besos. Y cumplieron con la promesa. Los tortolitos salieron airosos de todos los avatares de la ceremonia, que fue presenciada por varios cientos de personas.

Tras oxigenarse después de tanto ósculo, manifestaron: «Habrá matrimonio, pero dentro de unos años». Sentenciaron además: «Si hemos decidido participar en esta fiesta es porque se pasa bien, porque es una tradición y porque no queremos que se pierda». Aviso a navegantes: la Asociación de Vecinos de La Luz pasó de tener lista de espera de parejas que querían protagonizar el rito del Puchero a carecer de novios dispuestos a romper el cántaro. Concretamente este año, la fiesta estuvo en peligro por falta de parejas con ganas de besarse en público. Y eso que a los pies de la ermita se aceptan distintos tipos de besos: largos, cortos, de esquimal o de pico. Sirven todos, menos los de Judas. Silvia Mallo, de Villalegre, e Iván Martínez, de La Luz, lo saben bien. La pareja se regaló 63 besos cortos siempre mirándose a los ojos.

Entre el público, la joven Mayte Durán , prima de la novia, aseguraba: «Tengo los pelos de punta. Llevábamos tiempo esperando para verlos besándose en La Luz, es una fiesta que se debe mantener». Otros familiares inmortalizaban, entre tanto, el dulce momento. A pocos metros de los novios, numerosas personas se apresuraban a adquirir tarros de leche presa hechos por miembros de la asociación «El Marapico» al precio de tres euros. ¿La receta? Leche, cuajo y dos días de fermentación antes de envasar. «Se venden como churros», subrayó María Jesús Salvador.

El rito del Puchero es la escenificación de la leyenda más romántica del barrio, que data del siglo XVI y que tiene su origen en la historia de un amor imposible: la de una plebeya y el conde de Lluera. La historia de Silvia Mallo e Iván Martínez avecina un final feliz. Suenan, aunque a lo lejos, campanas de boda en La Luz.