Saúl FERNÁNDEZ

Los órganos son como las ciudades: tienen calles, pisos, castillos, portavientos y hasta secretos. El de la iglesia de Santo Tomás de Cantorbery no es ajeno a este «urbanismo melódico». «Ya está más o menos listo», asegura Federico Acitores, el maestro organero, el constructor del instrumento musical más deseado de la ciudad. La Fundación Avilés Conquista Musical prepara el concierto de inauguración. «Probablemente para la segunda mitad de septiembre, cuando determine la Fundación Masaveu», explica José María Martínez, uno de los impulsores del gran proyecto musical del templo de Sabugo.

El órgano de Avilés, dice Acitores, es «de los medianos», pero, claro, lo dice tomando como punto de comparación la clase de instrumentos que se estilan más allá de los Pirineos. Ese adjetivo «mediano» lo aplica Acitores a un órgano que luce enhiestos nueve metros de altura en el coro de la iglesia de Santo Tomás. «De ancho anda por los cinco y de profundidad, por los tres y medio», apunta el maestro organero, que interrumpía la armonización del instrumento para atender a LA NUEVA ESPAÑA. El instrumento es tan enorme que la parroquia se ha visto obligada a ampliar el coro y a tirar la balaustrada histórica para hacer sitio al monumento musical que ahora sólo expulsa de sus entrañas notas desperdigadas esperando que llegue el momento en que un organista lo manipule por primera vez y así se pueda escuchar música recogida.

El órgano de Sabugo, así lo entienden desde la Fundación Avilés Conquista Musical, es «un proyecto de ciudad», es decir, el precio final del instrumento -485.000 euros- es tan alto que «sólo podía ser asumido por toda una ciudad», comentó un portavoz de la fundación. Así pues, la ciudad de Avilés es la responsable de un órgano que es, en sí mismo, una ciudad. La fachada del órgano, de hecho, es un puzzle de tubos de estaño y plomo -concretamente, 2.857-. Cada tramo de ellos se llama «calle» y su terminación es el «castillo». Además hay dos pisos: el bajo, donde se aloja el corazón del instrumento -los fuelles- y el primero, la residencia de los órganos expresivo y mayor.

Los promotores de la construcción del órgano han tardado cuatro años en hacer realidad el proyecto. La Fundación Masaveu, la Obra Social y Cultural de Cajastur, el Ayuntamiento de Avilés, el Principado y una serie de empresarios avilesinos se comprometieron con la música desde el primer día. Ahora todo está en manos de Federico Acitores, que ajusta cada sonido. La armonización está casi a punto. La ciudad que ha construido la otra ciudad musical sólo espera el concierto de inauguración. Y eso será, si todo sale según lo previsto, al final de este verano.