Myriam MANCISIDOR

«Con 29 años no he hecho nada en mi vida y ahora tengo que recuperar el tiempo, hacer lo que hicieron mis amigos con 18», sentencia Rafael Fernández, un ovetense que regaló su adolescencia a la cocaína. Ahora cuenta los días que le quedan para salir del centro penitenciario de Villabona, donde cumple condena en tercer grado (semilibertad) por tráfico de droga. Vendía coca, «speed», ketamina... Fernández se metió la primera «raya» cuando tenía 13 años, en su casa. Su madre fumaba crack, explica. Entonces inició una larga relación con la «farlopa». A simple vista todo iba bien: fiestas, «amigos», diversión, noche... Pero hace dos años y medio Rafael Fernández puso punto final al idilio cuando pulsó el timbre de Amigos Contra la Droga en Avilés.

El caso de Rafael Fernández es uno de tantos que cada día tratan Ana María Menéndez y Pilar Soberón, psicólogas al frente de este centro para el tratamiento de las adicciones. Solo en 2011 prestaron ayuda a 102 personas, pero por primera vez en años la lista de espera no bajó de doce personas. «La gente se sigue drogando aunque apenas se hable ya de la droga. En los jóvenes, por ejemplo, la ketamina está causando estragos y la percepción de riesgo es muy baja», aseguran las profesionales, que explican también la lista de espera a la reducción de la plantilla debido a la merma de las ayudas con las que se financia este colectivo que ofrece sus servicios de forma gratuita.

La media de edad de las personas que acudieron el pasado año a Amigos Contra la Droga es de 35 años. Muchos solicitan ayuda cuando ya tienen problemas con la justicia, según cuentan las psicólogas del centro avilesino. De ahí que el 60 por ciento de las personas atendidas en Piqueros de Abajo hayan sido derivadas bien de Villabona, bien de otros organismos judiciales. El resto lo hizo por propia iniciativa (31 por ciento) seguido de usuarios derivados de Salud (5 por ciento) y Servicios Sociales (4 por ciento). «También tratamos a muchas personas con problemas de salud mental originados, sobre todo, por el consumo de cocaína», manifiestan las profesionales.

De Villabona fue «rescatado» Rafael Fernández. Ahora pasa las mañanas en el centro de día de este colectivo asentado en el número 14 de Piqueros de Abajo y siempre a las tres y media regresa a la cárcel. Pero está satisfecho. Rafael Fernández reconoce que ha dado el primer paso para engancharse a la vida. «Estoy muy contento. En estos dos años y pico he tenido solo una recaída con el alcohol, que me tira bastante, pero estoy haciendo un buen trabajo», reconoce.

Añade: «Además o sobre todo mes están ayudando mucho». Fernández ahora mira atrás y regala consejos a los adolescentes que ya coquetean con las drogas. «Les diría que no se acerquen jamás a ellas, que no las toquen, ya tienen como ejemplo mi vida... Ahora tengo que currar por salir adelante lo que nunca imaginé», confiesa. Las estadísticas de Amigos Contra la Droga las engordan los hombres, aunque las mujeres también se drogan. «La diferencia es que ellas lo dejan por su cuenta, las consecuencias sociales son peores para las mujeres que, a su vez, también delinquen menos», explican las psicólogas. Del total de usuarios que pasó en 2011 por Amigos Contra la Droga solo 8 fueron mujeres.

El origen es variado si bien destaca el repunte de avilesinos que a lo largo de 2011 solicitaron ayuda, un 18 por ciento más que en 2010 y el 46 por ciento del total. El resto proceden, por orden de más a menos, de Gijón, Oviedo, Langreo, Mieres, Pola de Siero... Hasta Avilés se desplazan adictos de toda Asturias.

Almudena -prefiere omitir su apellido- es del Caudal. Tiene 36 años. Ahora se mira en el espejo y se peina; deja que le hagan trenzas. Es la segunda vez que logra alejarse de las drogas y se siente bien lejos del bucle al que le llevó el consumo de heroína y coca desde los 17 años. Decidió romper con lo que tenía por una sola razón: «Estaba harta de estar por la calle, llevaba años así», confiesa. Esta joven ya pasó por cinco centros de rehabilitación y hace poco más de un mes llegó a Avilés de la mano de un compañero desde Proyecto Hombre. «Aquí me están ayudando mucho, me están dando muchas opciones para rehabilitarme», precisa.

En Amigos Contra la Droga trabajan principalmente con dos perfiles de consumidores: politoxicómanos y jóvenes. Los primeros tienen adición a la heroína, la cocaína y el alcohol. «Estos consumidores llegan a nosotros generalmente con más de 36 años después de mucho tiempo consumiendo», explica Ana María Menéndez. Los jóvenes solicitan ayuda una vez que se enfrentan a problemas con la justicia; sufren adición a la coca y el alcohol. «Entre unos y otros cambia mucho, por ejemplo, la vía de administración de la droga: los severos la consumen por vía intravenosa o inhalada mientras que los jóvenes, sobre todo, la consumen esnifada u oral», precisan las psicólogas. En ambos casos, reconocen, los drogadictos tardan años en darse cuenta de que deben hacer frente a un problema. Ahí está la trampa. «Al límite es cuando se pide ayuda», manifiestan.

Carlos -nombre ficticio- tiene 41 años. Es de la Carriona y la primera vez que se pinchó heroína tenía dieciséis años. Luego empezó a mezclar: heroína, cocaína y también metadona. Estuvo muchos años «enganchado», pero hace nueve visitó Amigos Contra la Droga. En Piqueros de Abajo conoció a la que hoy es su pareja, presa ahora en Villabona. Después de casi una década «limpio», Carlos recayó hace no muchas semanas. «Una vez que se dejan no se pueden volver a tocar», subraya. Y él las tocó, jugó con ellas, e incluso, traficó. Ahora ya no quiere ser un esclavo de los estupefacientes. Está decidido a recuperarse y a ayudar a su compañera a salir lo antes posible de entre rejas. «La otra vez me sirvió venir aquí, ¿por qué no me a servir ahora?», destaca, y puntualiza: «Lo estoy pasando mal».

Miguel Fernández y Alberto J. J. son también usuarios de Amigos Contra la Droga. Para Alberto, vecino de La Luz, ser usuario de este centro es «un privilegio». «Si no existieran estos colectivos al salir de la cárcel volveríamos a nuestros barrios, a nuestro ambiente y correríamos el riesgo de caer una vez más», reconoce este joven de 29 años que con 15 comenzó a esnifar cocaína y consumir alcohol, whisky. Ahora debe cumplir condena «por peleas derivadas del consumo». Vive en semilibertad, pero no cambia todos los logros que consiguió hasta el momento. «En el centro hacen una labor estupenda y a mí me han ayudado en todo lo que necesitaba», concluye.

Los usuarios que se deciden a relatar sus historias a LA NUEVA ESPAÑA deben regresar al centro de día. Es casi mediodía y en la sala les esperan las psicólogas y la integradora social que han organizado una terapia de grupo. Charlan sin tapujos, todos saben lo caro que cuesta un gramo para unas «filas de farlopa» más allá del dinero. Los usuarios de Amigos Contra la Droga han pasado una vida pensando en los «camellos» y ahora vuelven a soñar con sus familias.