Luanco, Illán GARCÍA

Hubo un tiempo no muy lejano en el que Luanco vivía de la mar. Era el momento del auge de las industrias conserveras y de un puerto plagado de barcos. Así, al menos, lo recuerdan Florentino Fernández «Toleyo» y Ramón García, jubilados desde hace años de la pesca. «Había varias fábricas conserveras y en el muelle, había 30 barcos de bajura con 14 o 15 personas en cada uno, Luanco vivía de la pesca y eso antes de los años sesenta», cuentan estos dos lobos de mar minutos antes de comenzar la comida para celebrar el Socorrín, el día del pescador jubilado.

Esta pitanza contó con la participación de 120 personas, la mayoría vinculadas a la pesca, además de políticos y personalidades como el párroco de la capital, Cipriano Díaz.

La jornada comenzó con una misa solemne en la iglesia de Santa María de Luanco en la que se recordó a los marineros fallecidos. Tras los oficios religiosos, los comensales se trasladaron a un conocido restaurante de Santolaya donde degustaron el plato típico de las fiestas del Socorro, la caldereta. Mientras el reloj marcaba las dos y media, los hombres de la mar conversaban a la entrada del comedor. «Toleyo» contaba su experiencia a bordo de los barcos en los que trabajó. «Soy marinero desde que nací, a los cinco años ya monté en un barco y, ahora, pese a estar jubilado sigo siendo pescador»- «Toleyo» surcó los mares hasta Gran Sol y fue tripulante de Punta Bermeja y Punta Paloma, entre otros. A su lado, su amigo Ramón García, describe el cambio que dio el Luanco marinero a mediados del siglo pasado. «Ensidesa atrajo a muchos jóvenes y desde entonces, sólo hay lanchinas pequeñas», destaca. En la misma mesa, sus mujeres, Carmen Menéndez «La Vallina» y María Eugenia Rodríguez también relataban sus experiencias vinculadas al mar. «Trabajé quince años en la conservera La Polar pagando la Seguridad Social y no cobré una perra», se lamenta «La Vallina». «Eran tiempos duros, se pasaba hambre, por eso teníamos que hacer matute y escondíamos los bonitos para venderlos y comíamos también de los huertos», afirma «Toleyo».

La comida del día del Socorrín reúne en Santolaya a decenas de marineros cada año. Aunque para algunos como «Toleyo», esta fiesta se debería realizar «cada ocho días», sencillamente, «porque se pasa siempre bien». Esta jornada sirve para homenajear a aquellos trabajadores que tuvieron que pasar muchas horas de mar para mantener viva esa tradición marinera de Luanco y los luanquinos. En la actualidad, muchos de esos recuerdos se han quedado en eso, pero el alma de lobo de mar luanquín ha dejado su huella.