Como en el cuento de Lewis Carroll, Zapatero se levantó al final de su mandato y, sin percatarse de que súbitamente había recuperado su estatura normal, derribó todo lo que había a su alrededor. En medio de ese desastre todo fueron llamadas a compartir los sacrificios para salir del pufo general. Para ello se utilizaban machaconamente expresiones metafóricas que, incluso, se pronunciaban de seguido incontables veces. Fue entonces muy socorrido aquello de que todos tenemos que hacer una piña, arrimar el hombro y remar en la misma dirección.

Tras el triunfo popular, todavía duró algún tiempo la cantinela, porque no es fácil deshacerse de los latiguillos, hasta que Rajoy acabó imponiendo su galaico estilo de salir de la crisis, comenzar el crecimiento económico y reducir el paro. Él hace y hará lo necesario y conveniente, que es una especie de misterio de fe que pulula entre las brumas del río Lérez, entre Forcarei y Poio, como los antiguos afiladores, que todos eran de Pontevedra, todos eran de «por alá».

Creíamos que nos habíamos librado de esas famosas frases, gracias a las meigas. Mas, no. En un pronto, nos han vuelto a recordar que, por ejemplo, en Foro Asturias hay que remar en la misma dirección. Lo han dicho sus patrones para justificar la expulsión de Raimundo Abando y otros cuantos del puente de mando y de los camarotes de popa del buque casquista.

Los símiles marineros son muy vistosos, no cabe duda, pero tienen el inconveniente de ser bastante inapropiados para describir lo que acontece en tierra firme. Mucho más extravagante es aún que los utilicen quienes no son gentes de la mar y que ni siquiera han hecho la mili en la Marina. Fácilmente se pueden volver contra quien los dice, como en este asunto de remar todos en la misma dirección.

Efectivamente, impulsar una embarcación a remo exige unos movimientos precisos y sincrónicos entre todos los remeros porque, de no ser así y entre otras desventuras, el que ocupa la bancada de atrás de uno te puede arrear con la empuñadura del remo en los costillares que, oye, ves las estrellas en pleno día. Pero, generalmente, se rema bogando, que es sentado mirando a la popa, por lo que se precisa un capitán, patrón o timonel que mire a proa y dirija la operación. Y aquí, amigos, es donde está la madre del cordero, porque el mar no tiene carriles, ni semáforos, ni señales y, además, es traicionero, con sus vientos cambiantes, su oleaje y sus corrientes, que hacen derrotar siempre e inesperadamente a la embarcación, apartándola del rumbo previsto. Por mucho que remen los marineros con impecable técnica, dependerá de quien pilote fijar el curso, corregir las derrotas fijando el rumbo en cada momento y arribar a puerto o naufragar. En ese trajín, incluso, no todos tienen que remar siempre en la misma dirección, porque habrá que hacer ciaboga y, entonces, los remos de una banda bogarán avante y los de la otra ciarán atrás. Así que a veces no tienen que remar todos en la misma dirección, especialmente si la derrota exige una maniobra de ciaboga para recuperar el rumbo o, incluso, para cambiarlo.

Es extraño que los pilotos de la nave matriculada «Foro Asturias» vuelvan a utilizar la monserga de que hay que remar en la misma dirección, porque deben ser los únicos que no se han dado cuenta de la terrible derrota de su nave.