H ace poco que un amigo me contaba una anécdota relacionada con su hijo recién nacido. Incapaz de encontrar espacio suficiente en los servicios públicos de caballeros para cambiar los pañales del bebé, mi amigo se quejaba de que no le quedaba más remedio que, o bien hacer malabarismos con la criatura, o entrar en el servicio de señoras donde sí hay instalado un cambiador para tal menester. Para él el mensaje que se transmite a nuestra sociedad ubicando el cambiador siempre en los servicios de mujeres es claro: los papás no cambian pañales.

Este es un pequeño detalle que nos habla de la falsa igualdad en nuestra sociedad, porque hay tantos casos que daría para llenar páginas hasta al infinito. Algunos de mis alumnos de bachillerato, por poner un ejemplo, tienen la falsa creencia de que existe igualdad en casi todos los hogares, y que en la educación de niños y niñas ya no hay tantas diferencias como en décadas anteriores, cuando a las niñas de la familia se les encomendaba que ayudasen en las labores del hogar y a los niños no. Me dicen que les sucede con los abuelos, pero apenas con los padres.

Es posible que esta distribución sea más equitativa en la actualidad, pero todavía queda un buen trecho, creo yo, para la igualdad en este sentido. Y si no, vean la actitud de las madres ante los hijos varones. El año pasado, mientras preparaba el viaje de estudios con mis alumnos salió, en una conversación en clase, la utilidad de hacer una lista con todo lo que debíamos meter en la maleta, y así no olvidar lo indispensable. Ante la constatación de que el cien por ciento de las chicas hacían listas en estos casos y solamente un chico hacía lo propio, y para que yo no creyese que los chicos tienen mejor memoria que ellas, una de mis alumnas me dio la explicación de lo más esclarecedora: «Profe, los chicos de la clase no necesitan listas porque la maleta se la preparan sus madres, y nosotras nos preparamos nuestra propia maleta». Revuelo en la clase. Confirmo que, efectivamente, a todos los chicos de la clase, salvo a uno, les prepara su madre la maleta cuando viajan. Consigo finalmente la justificación de uno de ellos, que explica que quiso hacer su maleta alguna vez, pero que, a cambio, recibió un codazo de su madre y unas relevadoras palabras: «Quita, que tú no sabes».

La realidad es ésta, en pleno siglo XXI seguimos pensando que cambiar pañales y ciertas labores domésticas son cosas de mujeres, sólo hace falta pensar en el número de hombres contratados como empleados del hogar. Dejemos a nuestros hijos hacer la maleta, habilitemos zonas comunes para que los padres puedan cambiar pañales, contratemos empleados del hogar. Deleguemos, por favor, deleguemos.