-¿Cuáles son los retos de la Estrategia nacional de Salud Mental?

-La Estrategia es un transatlántico que se mueve a muy largo plazo. Ahora mismo estamos considerando cómo evaluar la próxima edición, esto es lo que nos absorbe en estos momentos. De todas formas, como uno no puede ignorar lo que está pasando en cuanto a la crisis, vamos a intentar poner en marcha un grupo de trabajo que estudie esto que hemos hablado hasta ahora: la crisis económica y el cambio de valores en salud mental, para ver de qué manera la administración sanitaria puede dar respuesta a esta situación.

-¿Cómo influye la educación desde la infancia en salud mental?

-En muchos países como Inglaterra, donde existe el programa «Seal», se administran técnicas integradas en los programas escolares habituales que tienen como objetivo dotar a los niños de estrategias y recursos personales para aumentar su resistencia ante el estrés de la vida. En España esta educación se ignora, y ya es hora de que en este país se tenga en cuenta, puesto que es extraordinariamente eficaz para prevenir la enfermedad mental.

-Hace alusión a los niños. ¿Cada vez más población infantil está medicada por enfermedad mental?

-A veces la demanda por parte de los niños puede ser falsa y estar estimulada por la industria farmacéutica en su deseo de encontrar nuevos nichos de negocio. No todo es así, pero ocurre. Un ejemplo puede ser con el trastorno de déficit de atención con hiperactividad. A mi juicio, creo que más que los casos lo que ha aumentado ha sido la sensibilidad promocionada por un sector determinado de la profesión y de la industria con el fin de beneficiarse económicamente. ¿Es eso todo? No, es un trastorno real.

-¿Le preocupa la adicción de los más pequeños a videojuegos o teléfonos móviles?

-No hay evidencias firmes que demuestren que eso es una patología. La «ciberadicción» la enmarcaría también en esa tendencia expansiva de la psiquiatría a «patologizar» los problemas de la vida corriente.

-¿La psiquiatría marca tendencias?

-Si hablamos de hacia dónde vamos, creo que hay que destacar el mayor protagonismo que los usuarios están teniendo en el proceso de atención sanitaria. Mientras que antes eran las instituciones sanitarias las que tenían la primera y última palabra, ahora se ha introducido al usuario como un elemento decisivo. El paciente exige, demanda, expone cuáles son sus preferencias e intereses, y éstos son efectivamente escuchados por la administración. La tendencia pasa por el poder de organizaciones como Feafes, que ha organizado este congreso para analizar el presente y futuro de la salud mental en España.