La lista de personas que hallaron la muerte entre noviembre de 1937 y finales de 1939 en la Quinta Pedregal de Avilés, requisada y convertida por las fuerzas franquistas en el centro de operaciones de la temida Brigada de Orden Público, no deja de crecer. Una investigación que realiza el historiador castrillonense Pablo Martínez Corral arroja ya la cifra de 450 víctimas, un 50 por ciento más de las 300 que hasta ahora se daban oficiosamente por muertas o desaparecidas tras los muros del caserón. Dispuesto a romper el tabú que pesa sobre el tema y conjurar los fantasmas que aún hoy rondan la Quinta Pedregal, Martínez Corral, en colaboración con Azucena López García, expondrá mañana viernes sus últimas averiguaciones sobre el asunto en un acto público a celebrar en el palacio de Valdecarzana a las 19.30 horas. Más adelante, el propósito del historiador es publicar un libro con sus conclusiones.

Pablo Martínez Corral aborda la tarea de desentrañar lo ocurrido en la Quinta Pedregal entre 1937 y 1939 con una mezcla de interés personal -es bisnieto de uno de los hombres torturado hasta la muerte en aquellas dependencias, el guardia urbano Melitón Corral Luengo- y la curiosidad propia de un estudioso de la historia. Según su punto de vista, «una sociedad democrática debe asumir con naturalidad este tipo de hechos, de ninguna manera tratar de ocultarlos. Opino que a la historia no hay que tenerlo miedo y que la ciudadanía tiene derecho a saber qué pasó. No me mueven el rencor o el revanchismo, sino la búsqueda de la verdad».

El «chupadero» avilesino, según el testimonio de algunos supervivientes fue escenario de torturas atroces y viles asesinatos con los que se consumaba la venganza sobre los miembros del bando vencido en la guerra civil. Pablo Martínez Corral relata, como ejemplo del terror que fue capaz de generar este centro de represión, lo ocurrido durante una reciente entrevista con un hombre octogenario que sufrió tortura en la Quinta Pedregal cuando contaba 16 años; su supuesto «delito»: haber hecho señas a un grupo de presos republicanos. «Temblaba como una hoja; pese al tiempo transcurrido, este hombre aún tenía el miedo metido en el cuerpo y le costaba horrores narrar lo ocurrido», detalla el historiador.

La casa que originalmente perteneció al político José Manuel Pedregal y que hoy acoge la pinacoteca y la colección de porcelana de Sèvres de José Luis García Arias, presidente del Grupo Melca, pasa por ser, según Pablo Martínez Corral, el gran icono de la represión franquista en la comarca. La Guardia Civil, con refuerzo de falangistas, instauró el miedo como consigna y centralizó la represión extrajudicial del bando republicano así como la caza de quienes huyeron y buscaron refugio en los montes de la zona. Los interrogatorios para tratar de arrancar una confesión a los sospechosos de saber «algo» eran crueles por demás, según el relato de los testigos, y las muertes estaban a la orden del día. Para deshacerse de los cadáveres se usaban las fosas comunes próximas a Avilés, como la del Pinar de Salinas; en contra de una creencia bastante extendida en Avilés, Martínez Corral duda que los enterramientos se realizasen en los jardines de la Quinta Pedregal, al menos como práctica habitual.

La investigación en marcha sobre las víctimas de los sucesos trágicos ocurridos en la Quinta Pedregal tiene refrendo documental obtenido, entre otras instituciones, en el Archivo de Salamanca, el archivo militar de el Ferrol, el archivo municipal de Avilés -curiosamente uno de los que menos facilidades dio a Pablo Martínez Corral- y los periódicos de la época, donde, por extraño que parezca, se publicaban los nombres de aquellas personas que eran «citadas a declarar» en la sede de la Brigada de Orden Público.