La escultura del pintor Carreño Miranda ubicada en la plaza de Camposagrado carece de algunos elementos concebidos en el proyecto original. Transcurridos catorce años desde su colocación y con motivo de la celebración, este 2014, del 400º aniversario del nacimiento del artista avilesino, el escultor Vicente Menéndez-Santarúa, autor de la obra, propone completar el conjunto monumental.

La idea inicial de la obra incluía, situado tras el pintor de cámara del rey Carlos II, la figura de un joven alumno, con cara de asombro, portando una lámina en las manos y con una carpeta para los apuntes en los pies. Otros objetos, en este caso de pequeño tamaño, estaban igualmente presentes en el trabajo de Menéndez-Santarúa: una saca con asas que supuestamente contendría una cantarilla de miel -producto muy utilizado por los pintores, tanto para su consumo como para la imprimación del lienzo y así hacerlo más elástico facilitando su transporte-; varias vejigas -bolsas de tripa de carnero utilizadas para conservar las pinturas-, y una daga, arma de hoja corta que los pintores usaban para raspar y cortar.

Pero la falta de recursos mermó la pieza hasta reducirla a la imagen del autor de La Monstrua, que aparece sentado en un sillón que recoge el espíritu de Avilés a través del escudo de la ciudad y que también incorpora el nudo de la suerte, siempre presente entre las patas de los sillones de la nobleza, según apunta Menéndez-Santarúa.

Otro aspecto que se vio alterado es el objeto que Carreño Miranda sostiene en las manos. La intención era que sujetara la característica paleta de pintor con sus pinceles, pero el proceso de fabricación de la misma era más costoso que el de una sencilla hoja. Finalmente, se optó por colocarle un papel como si realizara un apunte, señala el escultor, autor a su vez de piezas tan populares como las de Woody Allen, el Papa Juan Pablo II o el periodista Manolo Avello en Oviedo; el busto de Philippe Cousteau en el Museo de Anclas de Salinas, o el monumento a Manuel Preciado, entrenador del Sporting, en el campo del Molinón.

Al conocer que la escultura de Carreño Miranda ocuparía el centro de la plaza de Camposagrado, a la vera del palacio del mismo nombre y actual sede de la Escuela de Arte del Principado, el artista candasín quiso enlazar la estatua y el palacio, vincular el arte y la educación; es decir, la figura del conocido retratista, que contó con el segundo taller de pintura más importante de Europa, con la formación y la enseñanza. Estos motivos, relata, le llevaron a introducir la imagen del joven alumno y a colocar en la peana, a modo de adorno, una cenefa floral que se encuentra en la fachada del edificio de estilo gótico. Pero, además, resalta Menéndez-Santarúa, a Carreño le unían lazos familiares con los propietarios del palacio. De hecho, relata, según el testamento del rey Carlos II, la ropa utilizada por el monarca durante la fiesta del Corpus le fue entregada a Carreño Miranda y una vez fallecido éste fue a parar a sus herederos, de la familia del palacio.

Otro hecho que Vicente Menéndez-Santarúa recuerda del nacimiento de este trabajo en el que dice haber invertido dos meses, aproximadamente, es su instalación, ya que se sorprendió cuando supo que iría en el suelo y no sobre una peana. Relata que fue entonces cuando Luis Redondo, aparejador de las obras de adecuación de la plaza donde se emplazó el monumento le planteó construir una pared de ladrillo, recubrirla con planchas de pizarra y darles una mano de cera para que pareciera mármol. Así, con esta solución, desde lo alto de un plinto, el gran retratista y también autor de numerosas pinturas al fresco en diferentes iglesias de Madrid podría ser contemplado y recordado por cuantos ciudadanos circulasen por el entorno.

Ahora, catorce años después, Santarúa espera poder rematar un trabajo que quedó cojo. "Desde que se colocó estoy detrás de completarlo", dice junto a la maqueta original.