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La ciudad yacente de La Carriona

El cementerio, un enorme museo escultórico, cuenta con tantos difuntos como la población de Avilés

Luis Álvarez y Félix Sanz. RICARDO SOLÍS

Avilés son dos ciudades: la de los vivos y la de los muertos. Y ambas tienen la misma población. En el camposanto de La Carriona, que data de 1890 y que mañana vivirá una intensa jornada con motivo de la festividad de Todos los Santos, se estima que descansan alrededor de 85.000 personas, sin contar los restos de cadáveres que habitualmente van a parar al osario cuando es necesario habilitar nuevos espacios en los panteones. El cálculo lo hace Félix Sanz, encargado del cementerio municipal desde 1977. Anualmente, gestiona alrededor de cuatrocientos enterramientos, pero hace décadas el número de fallecidos era mayor. Enfermedades, pestes, la Guerra Civil... "El trabajo aquí puede parecer duro y a mí me costó adaptarme, pero ahora estoy seguro de que es más agradable que estar en un servicio de urgencias de un hospital, a donde llegan personas que se debaten entre la vida y la muerte", manifiesta Sanz. A él recurren los avilesinos cada vez que tienen que enterrar a un familiar en La Carriona.

"Me dicen qué propiedad es, el último enterramiento y acondicionamos el panteón o el nicho", explica este veterano, que cada día deja su trabajo en el camposanto una vez que atraviesa la entrada principal, proyectada en 1890 por el arquitecto Ricardo Marcos Bausá. El trabajo de Sanz era más complicado hace años. Al cementerio avilesino iban a parar también los cadáveres que, por una u otra razón, precisaban ser sometidos a una autopsia por los médicos forenses. Ahora, los cuerpos se trasladan a Oviedo, al Instituto de Medicina Legal, ubicado en La Corredoria.

Se acuerdo de todos y cada uno de los cadáveres que pasaron por sus manos. Y siente especial tristeza por dos trágicos sucesos que conmocionaron la comarca hace ya años: una explosión en Gozón y el hundimiento de un barco chino, accidentes que se saldaron con numerosos muertos. "A todo se acostumbra uno, incluso a la muerte", señala el hombre, que coordina también los enterramientos en el cementerio municipal de Valliniello. Sanz aconseja incluso a los avilesinos visitar de vez en cuando camposantos "para conocer la realidad de la vida". "En estos sitios, la gente se humaniza. Aquí te das cuenta de que todos vamos a terminar en el mismo sitio", precisa este hombre, que antaño suministraba restos óseos a los estudiantes de Medicina de la Universidad de Oviedo. "Ahora en Asturias está prohibido", explica.

Félix Sanz y el cementerio de La Carriona son inseparables. Pero no es el único que lleva más de media vida trabajando entre nichos y panteones. Luis Álvarez Estrada es uno de los pocos asturianos que todavía talla el mármol de las lápidas a mano. Traza las letras con un lapicero y luego desarrolla un minucioso trabajo con la ayuda de una especie de martillo compresor. Realiza obras nuevas y rehabilita lápidas. "Mi trabajo es igual que el de un escultor", dice este hombre de sesenta años que, a los diecisiete, aprendió el oficio de cantero con su padre, que lo había heredado a su vez de su abuelo. Reconoce que, en La Carriona, existen "auténticas joyas arquitectónicas".

Tanto es así que el cementerio se presenta ahora, desde 2012, como un espacio museístico. Es el espacio de Avilés con mayor concentración de patrimonio artístico. Cipriano Folgueras, Manuel del Busto o Federico Ureña son algunos de los artistas que dejaron su impronta en el camposanto donde están enterrados, entre otros muchos avilesinos: Armando Palacio Valdés, Julián García San Miguel, Benjamín y Julián Orbón, Marcos del Torniello, Yago Lamela... De ahí que ahora el cementerio sea una ciudad de muertos para disfrute de los vivos. La antigua casa del conserje hace las veces de Centro de Interpretación (Ciclac) y dos rutas acompañan la visita, que también se puede seguir con una novedosa aplicación para el teléfono móvil, "Artour". "Espacio de arte" y "lugar de memoria" son los dos itinerarios marcados por el momento, si bien el camposanto rebosa arte e historia a cada paso.

Estos días y, coincidiendo con la festividad de los Difuntos, el Ayuntamiento de Avilés ha aumentado el número de visitas guiadas, algunas por la noche. Los alumnos de la Escuela Taller "Marca Avilés" hacen de anfitriones, cada lunes a partir de las once de la mañana, a los visitantes por las entrañas del camposanto avilesino. Patricia Herrero Santos y Victoria Álvarez Blanco son dos de las guías que con profesionalidad orientan los pasos de los turistas. "Al principio, este proyecto era una especie de experimento difícil porque estábamos hablando de impulsar un centro novedoso en España. Pero, desde 2012, han pasado por La Carriona más de doce mil personas, lo que avala nuestro trabajo", subraya Manuel Ángel Hidalgo, autor junto a Ricardo Fernández López del plan y discurso museográfico. Agrega, al respecto: "Creo que poco a poco la sociedad avilesina se está dando cuenta del patrimonio que hay en La Carriona, donde hay una ciudad de muertos igual que hay una ciudad de vivos, con calles de gente más o menos pudiente".

Para Hidalgo, el premio a la "mejor escultura" por el ángel del panteón de la Marquesa de San Juan de Nieva y el tercer puesto entre todos los cementerios españoles conseguido en el concurso organizado por la revista "Adiós Cultural" ha sido muy importante. "El cementerio es el sitio al que traemos a nuestros muertos pero también un lugar que permite aprender y conocer muchos datos de nuestra historia", confiesa. Uno de los últimos panteones señalizados es el del atleta avilesino Yago Lamela, fallecido el año pasado de un infarto.

La visita al cementerio municipal comienza siempre en el centro de interpretación, donde el visitante puede ver varias vitrinas con reproducciones facsimilares de proyectos de panteones, solicitudes de enterramientos de mediados del siglo XIX o proyectos constructivos no ejecutados procedentes del archivo municipal así como dos audiovisuales, uno de la Ruta Europea de Cementerios y otro del propio cementerio. Unos veinte minutos después comienza la visita en el camposanto. Los turistas deben cruzar la entrada principal, una portada clásica sin demasiado ornamento.

En la avenida principal, tienen sus panteones las principales familias de la época: querían que estas construcciones reflejaran una imagen de poder social y económico, por lo que los dotaban de elementos realizados por los más importantes artistas y escultores asturianos del momento. Ahora, en el pasillo principal, hay también un monolito en homenaje a los fusilados durante la Guerra Civil. "A los que dieron su vida por la libertad y la democracia", reza la placa.

Pocos metros después, el panteón del comerciante Victoriano Fernández Balsera se presenta majestuoso aunque algo deteriorado. Destaca una escultura de Jesucristo Crucificado. Llama la atención también la sepultura de la familia Zaldua y Carvajal presidida por un ángel con los ojos tapados que simboliza la fe ciega. En la misma avenida está el panteón del Marqués de Teverga, que data de 1898.

La capilla del cementerio hacía las veces de distribuidora de calles. Los panteones más próximos a la ermita eran los de familias con mayor poder socioeconómico. La visita guiada salta del estilo ecléctico al costumbrista a los pies de la tumba de Armando Palacio Valdés, un panteón que costó una fortuna en su época. Sobre esta lápida nunca faltan claveles. La tumba de Bonifacio Heres, obra de Manuel del Busto y de estilo neogótico, que simula el arte de la iglesia nueva de Sabugo. En este caso un búho anuncia la muerte. También destacan las tumbas de la poetisa Ana del Valle y de los músicos Orbón.

Pero la más original es de una familia vinculada a la mar: la García Morán. En este caso, Manuel del Busto y su hijo Juan Manuel levantaron en 1935 un panteón que imita un barco. El más llamativo por su calidad escultórica es, no obstante, el premiado panteón de la Marquesa de San Juan de Nieva, obra de Cipriano Folgueras que data en el año 1902. El ángel trompetero que preside este enterramiento es para los guías del cementerio la "joya de la corona". Y a los pies del panteón dan cada lunes a mediodía por finaliza la ruta. Pero los visitantes pueden seguir su ruta por este paraíso de muertos que es un ejemplo de arte para los vivos.

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