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Un centenario con mucha marcha

Pedro Pascual, vecino de La Luz, cumple mañana 100 años y prepara una celebración multitudinaria con familiares y amigos: "Para los 101 ya no invito"

Pedro Pascual, ayer en La Luz, mostrando la invitación a su fiesta de cumpleaños. MARA VILLAMUZA

Pedro Pascual, vecino de La Luz, es un "paisano", de los que cumplen con su palabra y de esos que nunca cambia de chaqueta. A los noventa prometió que hasta los 100 celebraría su cumpleaños y lo pagaría de su bolsillo. Dicho y hecho. Desde 2007, celebra su cumpleaños por todo lo alto y para el centenario tiene hasta invitaciones. Será un gran banquete en un restaurante pixueto el próximo sábado, para el que ya hay 72 inscritos. "Cuando tenía 90 invité a toda la familia e hizo la promesa de mantenerlo hasta los 100. Para el año que viene serán 101, si quieren invitarme a mí, que lo hagan", sostiene este centenario con salud de hierro y de armas tomar, que vive solo y sigue trabajando la huerta.

Pascual Criado nació el 22 de febrero de 1917 en Cuéllar (Segovia) y se crió en Valladolid, donde siendo un niño comenzó a trabajar en el campo. "Trabajé en las cerámicas muchos años, en Valladolid, y pasé cinco años en Herrera de Pisuerga, donde también fui pocero", explica. De la Guerra Civil habla poco y comparte solo lo que ahora recuerda con humor y como anécdota: "Estábamos en una zanja y cayó un proyectil de un mortero a nuestro lado, quedamos cubiertos por un montón de tierra. '¿Me han matado?', me dijo uno. 'No', le respondí. 'Pues me levanto'".

A los 32 contrajo matrimonio con la leonesa Gertrudis Pérez, y el matrimonio, como tantos otros, se trasladó a Avilés en busca de un porvenir en la floreciente Ensidesa. Para entonces tenían dos hijos: Sari y Marcelino, que tan solo tenía unos días de vida. Después vinieron José Luis, Francisco Manuel y Eusebia. Tras pasar por varias viviendas del concejo de Carreño, la familia se instaló en un barrio de La Luz recién construido. "Avilés era un pueblo, cuatro casas, no había nada. En La Luz solo había un coche, el Mercedes de 'Alfredo el Gitano', muy buena persona. Ahora no hay un rincón donde dejar un coche", apunta.

Pedro Pascual trabajó para la gran siderúrgica hasta que se jubiló hace 39 años, primero partiendo piedra en la cantera de Tamón y después en la red de agua. Lo de la marcha, le viene desde joven. "Las cogía muy gordas, pesaban veinte toneladas, pero no perdí ni un día de trabajar. Armaba cada avería... Tenía una mujer que era un tesoro", reconoce.

Dicen sus hijos que es "un poco gruñón", "un hombre de carácter" y que "lo que dice va a misa". "Es muy metódico y muy independiente", explica su hija Sari Pascual. Y tanto que lo es. A su edad vive solo, se prepara la comida, lava su ropa y lo único que permite es que se la tiendan. "Yo me hago la comida desde hace 39 años, y si me sale mal la tiro por el váter", afirma rotundo.

Ahora que tan de moda están los hábitos saludables, Pedro Pascual los desmonta todos. "Cuando trabajaba me tomaba todos los días una botella de vino con el bocadillo y fumaba seis puros diarios. Ahora me hace daño hasta el agua", explica este centenario, que tiene su propio elixir de la eterna juventud: "Trabajar mucho, dormir poco y desayunar una chuleta y un cacho de tocino". Hace unos meses lo operaron de una hernia y su recuperación fue tan rápida que su caso ha sido comentado hasta entre los médicos. Además, no sabe lo que es la vacuna de la gripe ("Me niego a vacunarme, no quiero") y lo único que toma por prescripción médica desde la intervención es hierro.

Piropeador nato, Pedro Pascual es uno de los vecinos ilustres de La Luz y se pasa horas "en el bar de Juan", a unos metros de su casa, donde tiene grandes amigos. "Siempre me ha gustado estar con la juventud, y sigo con ella", afirma. Este culé (excepto cuando el Barça juega con el Sporting), que tiene siete nietos, seis biznietos y un séptimo en camino, disfruta sobremanera en el campo, una de sus pasiones: "Cuando mejor estoy es cuando voy a la huerta y cojo la fesoria. Tengo tomates, cebollas pocas porque pican". Salvo el oído que le falla ("Oigo un poco mal"), este centenario de La Luz está estupendo y los suyos tienen la suerte de disfrutar de su memoria inquebrantable. Tiene en su cabeza todos los números de teléfono de familiares y amigos ("En cuando miro el móvil ya sé quien me llama") y de la televisión lo que más le gusta son las películas del Oeste. El futuro del país lo tiene claro: "España no se arregla en la vida. Aquí son chaqueteras el 90 por ciento de las personas. Cuando yo era mozo las palabras se cumplían y no se cambiaba la camisa", sentencia este centenario con mucha marcha.

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