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CARLOS GARCÍA | HOSTELERO E IMPULSOR DEL FESTIVAL SOL CELTA

El chigrero inquieto que hurga en la Historia

Se define como "nacionaliego", ha rastreado su árbol genealógico hasta 1602 e indaga en la Revolución del 34

Carlos García, en la calle El Sol. MARA VILLAMUZA

Carlos García (Avilés, 1965) es un "chigrero inquieto" de los que "defiende lo que ye nuestro" y que disfruta indagando en la Historia, en la suya y en "la de la calle, la del movimiento obrero". En lo que a la suya se refiere, ha rastreado su árbol genealógico hasta 1602, ha descubierto que procede de Miranda y que la vena hostelera le viene de muy lejos. Ahora, está centrado en cómo se vivió la Revolución del 34 en la ciudad y en la organización del 16.º aniversario de El Cafetón, el negocio que puso en marcha junto a su compañera Maribel Alberti en la calle El Sol en 2001; para él, un chigre, para el resto, además, un punto de encuentro social y uno de los focos de la actividad cultural no institucional de la comarca.

El Carlos niño y adolescente era "un trasto" que se recorrió los institutos de Avilés. Pasó por el Carreño Miranda, el de La Magdalena y acabó en Maestría, cursando Química. No es que le volviese loco la ciencia que estudia la materia, sino que no había más opciones: "Fui a matricularme en electrónica, pero solo quedaban plazas para delineante y químico. Y como no sabía dibujar...".

Hijo de un trabajador de Asturiana de Zinc (Jorge) y de ama de casa (Tergentina), Carlos García pasó la mili en la valenciana Paterna ("Fue mal, militares") y ha trabajado "de mil cosas", excepto de nada relacionado con aquella química de Maestría. Vendió libros puerta a puerta, colaboró con su hermana Nieves, pasó por la construcción y la empresa auxiliar y estuvo cinco años en Azsa, multinacional a la que llegó para la ampliación del principio de la década de 1990. Pero lo suyo eran los chigres. Lo que no sabía entonces es que le venía de herencia.

Empezó en La Tasquina, siguió en El Gorfolí y, en 2001, abrió El Cafetón, que el jueves próximo cumple años. Apasionado de la historia de su ciudad, tiene un blog ("Les cosines de Avilés") en el que comparte las curiosidades que encuentra en libros, hemerotecas y archivos, desde un acta municipal de 1485 a un infanticidio de principios del XX.

Lo del árbol genealógico se gestó cuando aún vivía su abuela, tiempos en los que "echaban Raíces", la miniserie norteamericana de televisión sobre Kunta Kinte. Le dio entonces por buscar a sus antepasados y, con el paso de los años, fue descubriendo que sus raíces están en Miranda y que viene de familia de hosteleros. "La Gaspara de Salinas la fundó mi tatarabuela, y una bisabuela tenía el bar Casa La Rubia, en El Carbayedo. Mi tía Berta se casó con uno de los que abrieron Casa Lin, también tengo parentesco con los de El Germán... y así un montón de parientes, hasta encontré uno con sidrería en Madrid".

Empezó preguntando a familiares y acabó inmerso en los archivos de la iglesia de San Francisco. "La familia por parte de abuelo era prácticamente toda de Miranda y saqué hasta el año 1602 por esa rama. Es un enganche. Y luego te preguntas, ¿cómo hacían? Empiezas a fisgar cómo era la vida en Avilés en aquellos tiempos y una cosa lleva a la otra, es un vicio", argumenta.

Dice que El Cafetón es un chigre que quiso mantener el espíritu de los viejos bares y cafeterías, que tenían vida más allá de ir a tomar un vino o un café. Y esa vida propia la instauraron Carlos y Maribel en su negocio desde el día que abrió sus puertas. El concierto inaugural lo protagonizó el último director del Julián Orbón, el entonces "guaje" Carlos Galán (actuará el jueves con motivo del aniversario, pero esta vez con el "Trío Bernstein"). Por entonces, cada domingo, el local de la calle El Sol acogía sesiones de música clásica con los chavales del Conservatorio. Después, vinieron los cuentacuentos, el teatro y empezó una cadena que sigue sumando eslabones. Un no parar.

En El Cafetón llegó a haber dos fanzines ("Noticiero del Cafetón" y "Glayador"), una asociación sobre la historia de la ciudad (Argenteola) y el pub avilesino se convirtió en el primer local de copas asturiano en el mundo virtual Second Life . En El Cafetón cibernético, por cierto, no faltaba una gran bandera asturiana y un enorme escudo de Pedro Menéndez. Pero lo que marcó el punto de inflexión en la actividad cultural de este chigre fue la puesta en marcha del Festival Sol Celta. Y su origen tiene guasa.

Avilés llegó a tener no hace tanto dos festivales dedicados a la cultura celta y que se celebraban con pocos días de diferencia: El Beltaine (patrocinado por el Ayuntamiento y organizado por Xuntanza) y el Intercéltico de Avilés, de la mano de Esbardu. Un menú doble fruto de desencuentros. El Sol Celta germinó en medio de ese follón. "Fue en plan de coña por la que había liada. Nosotros veníamos organizando noches celtas todos los viernes desde hacía mogollón y todo aquello nos parecía ridículo. Así que organizamos un Festival Interbáltico (bajo el lema 'Ni celtas ni romanos', y romanos por el entonces concejal de Cultura Román Antonio Álvarez). Lo hicimos por picotear y al Ayuntamiento le pareció divertido. El Beltaine murió, quedó el Intercéltico, pero se movió al Carbayedo y esta zona quedó aislada. Los bares de cultura asturiana estamos en esta zona y nació el Sol Celta", explica García.

El Festival, que se desarrolla en julio, echó a andar con un presupuesto ridículo y gracias a los amigos que tocaban gratis o por muy poco. Su éxito ha ido creciendo edición tras edición y el próximo verano será ya la sexta.

El negocio de Carlos García es punto de reunión de "un montón de peña", mucha procedentes de movimientos sociales y alternativos, y también de la asociación "La Trokola", centrada ahora en la historia del 34. "Es una asociación sin legalizar, somos una pandilla de friquis colgados de la historia de la calle, del movimiento obrero, que es lo que me interesa", prosigue. El grupo está preparando un trabajo sobre esta etapa de la historia reciente, "poco conocida en Avilés".

El futuro de la noche avilesina lo ve "mal" Carlos el de El Cafetón. "La población sigue disminuyendo, la gente joven se marcha a trabajar fuera, se larga. No hay ninguna oferta para los chavales, y eso es culpa de todos. Aquí se hacen muchísimas cosas, pero la gente se marcha a Oviedo y a Gijón; y aquí no viene nadie. Los búhos van para allá, pero también vienen para acá", plantea. Él sigue preparando su agenda, completa del jueves 23 al sábado 25, cuando podrá el broche al 16.º aniversario el grupo de jazz donostiarra Dani Pozo Quartet. Y hasta entonces, seguirá hurgando en su historia, la de Avilés.

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