La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La cartera más famosa de Avilés

Niños del colegio Atalía de Gijón, junto a Dulce Victoria Pérez Rumoroso, en el centro histórico de Avilés realizando la "ruta Ratonchi", inspirada en el popular personaje de los cuentos de LA NUEVA ESPAÑA. RICARDO SOLÍS

Lo que hoy os voy a contar no es una historia llena de fantasía sino una totalmente real que sucedió hace un par de semanas. Un lunes, paseaba por la calle de La Fruta un matrimonio. Ella de Sabugo y él del Carbayedo. Ambos muy conocidos en Avilés y a los que, a día de hoy, les apodan como los "abuelitos de Ratonchi". De repente, el hombre vio que en el suelo había una cartera abierta. Se asombró y miró alrededor. Era día de mercado y en la zona había mucha gente, sobre todo, paseando alrededor de la cartera, aunque nadie parecía haberse percatado de lo que había en el suelo.

El hombre cogió la cartera. Era tan sorprendente que en un lugar tan transitado nadie se hubiese fijado en ella que por momentos pensó que podría tratarse de una broma. Al abrirla, hizo lo que sería lo más normal: mirar si tenía algún documento de identificación para ver si podía reconocer a su propietario y dar con su domicilio para devolvérsela. Encontraron un DNI perteneciente a una mujer: Beatriz.

Al abrirla, se dieron cuenta también de que, además de varias tarjetas y documentos, tenía cien euros. No era una cantidad que se suele llevar encima, así que pensaron que su propietaria podría ser alguien que acababa de sacar dinero del banco y que, justo después, había perdido la cartera. Más aún cuando a escasos metros se encontraba un cajero automático de una entidad bancaria.

Así que los dos avilesinos decidieron entrar en el banco y, cuando una mujer de la oficina les atendió, le explicaron lo sucedido. Le pidieron que hicieran el favor de comprobar en su base de datos si la mujer cuyo DNI tenían en las manos era clienta suya. Y, efectivamente, así lo era; y además les constaba que acababa de sacar del cajero 100 euros.

La cajera del banco, sorprendida por la amabilidad del matrimonio avilesino, decidió llamar a la propietaria y contar lo ocurrido. Casualmente, la dueña de la cartera se encontraba en un establecimiento a escasos metros.

A los pocos segundos, tras colgar el teléfono, entró en el banco una mujer a la que todos reconocieron al instante como la propietaria de la cartera, a juzgar por su estado de nerviosismo.

El matrimonio explicó lo ocurrido y su propietaria, profundamente emocionada, no podía más que dar las gracias. No hubo más abrazos ni besos en el mundo que los que la Beatriz dio al matrimonio. Los avilesinos estaban felices porque habían ayudado a una persona a recuperar lo que era suyo, pero a la vez sorprendidos, pues no debería ser tan extraño una hazaña así; lo raro sería no haberla devuelto.

La empleada del banco también continuaba diciendo la suerte que tuvo la chica por haber dado con dos personas tan íntegras y honradas que devolvieron la cartera con su dinero.

Después de miles de abrazos y palabras de agradecimientos, Beatriz preguntó cómo podría agradecerles lo que hicieron por ella. El hombre, entonces, pensó en algo y le preguntó si conocía a Ratonchi. La chica dijo que no (estaba claro que no era de Avilés). Y el del Carbayedo le dijo entonces que no conocer a Ratonchi era un asunto muy grave y lo que tendría que hacer es ir corriendo a leer sus libros, pues son los que escribe su hija. La chica aseguró que así lo haría. Y cada uno se fue por un lado. Eso sí, todos felices y con una sonrisa en la cara, unos por haber hecho una buena acción y otra por haber conocido a dos personas honradas con gran corazón.

Hasta ahí sería una bonita historia. ¡Pero es más que eso, pues no acaba aquí!

Ese día, después de comer, recibo un mensaje donde "los abuelitos de Ratonchi" me cuentan lo ocurrido, pero lo mejor estaba por llegar. En una de mis redes sociales, recibo otro mensaje de una mujer llamada Beatriz que me cuenta lo ocurrido con su cartera. Me dice que con la emoción del momento no se dio cuenta de preguntar a mis padres cómo se llamaban y lo único que supo fue un nombre: "Ratonchi". Así que, con esa palabra en la mente, se dirigió a una librería de Las Meanas y pidió todos sus libros. Le contó la historia a Gloria, dueña de la librería y a todo el que encontró a su paso.

Una vez con el libro de Ratonchi en las manos, lo abrió y sus ojos se pusieron como platos cuando vio que en una de las ilustraciones aparecía nuestro ratoncito en la Escuela de Arte (lugar mencionado en el libro por las travesuras que Ratonchi prepara ahí), situada a pocos metros de donde apareció su cartera y donde precisamente ella trabaja como profesora. Se quedó perpleja ante las casualidades e hilos que iba moviendo el destino.

En el mensaje me pedía el nombre de mis padres y su dirección postal para poder enviarles un detalle. Llamé a su teléfono y charlamos un rato. Es una mujer encantadora y agradecida y además se ofreció a hacernos de guía al día siguiente por la Escuela de Arte y a participar en futuros proyectos para los fans de Ratonchi. ¿No es una maravilla?

Ahora debemos reflexionar porque, como veis, aún queda gente honrada en este mundo y personas agradecidas. Lo que debería ser normal como devolver una cartera con dinero, se convirtió en una anécdota porque estamos acostumbrados a vivir en un mundo lleno de corrupción, engaños, robos... Pero amigos míos, la buena noticia es que aún queda gente, personas íntegras, agradecidas, honradas y de buen corazón. Una vez más, Ratonchi, y esta vez sin quererlo, ha sido el portador de una historia cargada de valores.

Este cuento quiero dedicárselo a Beatriz y, cómo no, a los abuelitos de Ratonchi y a todos vosotros que lucháis por conseguir una sociedad con los valores que jamás deberían perderse. Me despido de vosotros hasta septiembre, para sorprenderos con nuevas historias y alguna que otra sorpresa. Mientras, disfrutad del verano y que no se os olvide leer... Seguidme en las redes sociales.

Compartir el artículo

stats