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Marisa Fernández, con su "Emoleta" en la Sagrada Familia.R. SOLÍS

La maleta que enseña habilidades sociales

Marisa Fernández presentará en un congreso mundial una iniciativa con la que ha logrado que los niños mejoren la gestión de sus emociones

La directora de la escuela infantil Sagrada Familia de Las Vegas, Marisa Fernández, ha hecho de la inteligencia emocional de sus alumnos su caballo de batalla y en febrero acudirá al congreso mundial "Educa 2019", en Santiago de Compostela, para presentar la última iniciativa que ha puesto en marcha en el centro en torno a las emociones: "Emoleta. La maleta de la emociones".

La actividad se desarrolló durante todo el pasado curso y las conclusiones que saca la maestra son más que satisfactorias. "Me ha sorprendido mucho porque me ha hecho pensar lo necesario que es que los niños aprendan a entender sus emociones. He visto que tienen más posibilidades de ponerle nombre a lo que sienten y cómo afrontar diferentes situaciones", afirma. "Además empatizan más, ya que hacen partícipes a los demás de sus sentimientos. Por ejemplo, el miedo a la oscuridad es algo que tienen en común muchos de los pequeños. Cuando uno lo explica en la actividad, ves que los demás lo entienden", explica la docente.

Los pequeños, de cuatro años, se fueron llevando, cada uno una semana, una maleta que contenía cinco cápsulas que representan cinco emociones básicas: alegría, tristeza, miedo, enfado y desagrado. "Cada una tiene un color, al estilo de la película de animación 'Del revés'. Cuando los niños pasaban por una situación en la que sentían una de esas emociones tenían que identificarla con una frase, un dibujo o un objeto que pudieran explicar a los demás y meterla en la cápsula correspondiente con la ayuda de sus padres", explica Marisa Fernández. "Hablando de cómo gestionaron una emoción, el miedo a una araña, por ejemplo, aprenden unos de otros", señala.

Hubo dos detalles que le sorprendieron. Por un lado, lo unidos que están emocionalmente los hermanos. "La mayor parte de las emociones tienen que ver con los hermanos, se sienten muy solidarios con lo que les ocurre", señala la profesora. Por otro, que las emociones negativas son las que mejor entienden: "Especialmente, el miedo. Cuando lo explican en clase se les da la oportunidad de que ellos vayan sacando las cápsulas como quieran y la primera suele ser el miedo o la tristeza. Nos pasa a los adultos, tendemos a olvidarnos antes de los buenos momentos que de los malos". Eso sí, avisa de que los niños que suelen ser más positivos a diario, sacan antes la alegría.

Después de un curso hablando de cómo se sienten los niños, una frase tan sencilla como "Pepito está triste porque le has pegado" gana un sentido totalmente diferente para ellos. "Saben realmente cómo se siente Pepito porque son conscientes de lo que pasaron ellos cuando estuvieron tristes", comenta Marisa Fernández.

Esta maestra seguirá abogando porque la inteligencia emocional gane fuerza en la educación, como ocurre en Canarias, donde forma parte del currículo académico. "Lo necesitamos. Ojalá alguien nos lo hubiera enseñado. Necesitamos habilidades sociales, saber cómo me enfrento a un equipo, a una entrevista... Se puede ser un buen médico y no llegar al paciente, por ejemplo", señala la maestra, consciente de que los propios docentes la olvidan muchas veces: "Somos víctimas de un sistema en el que a nosotros tampoco nos enseñaron a gestionar las emociones, por eso no les damos importancia".

La "Emoleta" forma parte de un plan para fomentar la inteligencia emocional, que empieza en el curso de los niños de 3 años, con "Conocer mis emociones", trabajando los nombres de las emociones y relacionándolas con personajes o emoticonos, y terminará con otra actividad que se pondrá en marcha el próximo curso para los de 5 años: "Métete en mis zapatos". "No quiero adelantar nada, pero en el primer curso conocieron las emociones, en el segundo aprendieron a entender cuándo las sienten y en el tercero el objetivo será la empatía".

Por ahora, Marisa Fernández está comprobando que el proyecto funciona, pero no lo sabrá hasta dentro de mucho tiempo: "Si ayudo a conseguir que esta generación de niños crezca más sana emocionalmente y sea más solidarios de lo que somos nosotros, no puede haber una satisfacción mayor".

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