Gabriel Albiac (Utiel, Valencia, 1950) comenzó su carrera intelectual ahogado en palabras marxistas. Su tesis doctoral desentraña "El Capital". La presentó en julio de 1975. "No se había muerto Franco", destacó ayer en La Granda. El filósofo pronunció ayer la charla "Mayo: La filosofía en las paredes" y en ella rechazó la épica de los revolucionarios y también las bondades posteriores porque, según su criterio, están asociadas al "auge de los populismos".

Dijo: "Medio siglo después del 68, la melancolía de lo perdido sigue ahí, aunque sepamos que esa pérdida fue lo mejor que hubo en nuestras vidas, lo que nos salvó de repetir las lógicas de lo peor". Y "lo peor" lo sitúa en octubre de 1917, en la toma del Palacio de Invierno y el auge bolchevique. "Los de mi generación, la del 68, tuvimos la fortuna extraordinaria de haber nacido en el infierno de un universo sin futuro porque eso nos eximía de toda benevolencia progresista hacia la historia y hacia la política y eso nunca lo agradeceremos bastante. La teología política, ese travestimiento laico de la providencia, nos resultaba rigurosamente ridícula y el progresismo histórico nos parecía la peor de sus máscaras".

Para Albiac: "La tendencia del siglo XX, en particular desde la Revolución Rusa de 1917, es la de una creencia en la salvación de los hombres en nombre de la cual la producción de la muerte a escala industrial se ve, necesariamente, justificada". "El 68 fue un cierre, en modo alguno un inicio. En ese cierre de un tiempo maldito se puede cifrar toda la grandeza de sus apuestas: la última representación de la escena del obrerismo revolucionario porque no había que tomar el poder y el vacío estaba bajo lo pies".

Y todo esto lo ilustró con el auge -entonces- del maoísmo y el estallido marxista. Él, que ya no es marxista.