El vecino de la calle La Estación que denunció el ruido que origina un local de copas que funciona debajo de su casa (un primer piso) ha decidido dar su versión de los hechos harto de ser prejuzgado e incluso amenazado por haber sido el inductor de la clausura cautelar del popular establecimiento.

Ernesto Gueimade vive junto a otras tres personas encima del bar de marras desde abril de 2016 y asegura que no fue hasta julio de 2017 cuando interpuso la primera denuncia por el ruido, "pues antes intenté arreglar el asunto por las buenas y mantuve decenas de conversaciones con el hostelero; pero fue inútil".

La primera denuncia no trajo consigo medidas coercitivas par el hostelero hasta siete meses después (febrero de 2018)ñ. En ese tiempo, la familia de Gueimade se sometió a pruebas forenses que determinaron la existencia de lesiones (insomnio y cefalea) "causadas por contaminación acústica". Y una primera medición de ruido dio como resultado un nivel de 52,9 decibelios en el hogar en horas nocturnas, siendo el máximo que permite la ordenanza de 28.

La inobservancia de aquel primer decreto, que ordenaba al hostelero suspender el funcionamiento del equipo de música, llevó a Gueimade a denunciar que todo seguía igual. Fue entonces cuando técnicos municipales hicieron sus propias mediciones de ruido: 46 decibelios.

El pasado 1 de agosto, un nuevo decreto ordenó el cese de la actividad del bar, aunque siguió funcionando. Precintado el 14 de agosto, el 17 volvió a abrir. Gueimade quiso denunciar semejante "bochorno", pero la Policía Local, según su versión, se negó a atenderle. La denuncia acabó cursada en la Policía Nacional y el bar vuelve a estar precintado. "Lamento cómo se ha enrarecido todo esto; lo único que pedimos es poder dormir", zanja el vecino.