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Alarma en Alcoa por la reforma eléctrica y la caída del mercado del aluminio

La planta de San Balandrán, en picado frente a los beneficios globales de la compañía

Instalaciones de Alcoa en San Balandrán. MARA VILLAMUZA

La reforma energética española y la reorganización del mercado de la alúmina -la materia prima del aluminio- como consecuencia de las sanciones de los Estados Unidos a la multinacional rusa Rusal, que es la mayor competencia de Alcoa, han hecho saltar las alarmas en las naves que la aluminera norteamericana controla en San Balandrán. Así lo sienten los representantes de los trabajadores de la fábrica de la comarca avilesina, pero también la Asociación de Empresas con Gran Consumo de Energía (AEGE), la patronal española de compañías electrointensivas (aquellas que fundamentan su proceso productivo en el gasto eléctrico).

"Estamos en una situación complicada", admite Sergio Sobrido, el presidente del comité de empresa. "Las fábricas de primario llevamos en pérdidas desde comienzos de año, pero el grupo se está haciendo de oro ahora que no tiene a Rusal como competencia", añade José Manuel Gómez de la Uz, secretario de CC OO en la planta y, además, de la sección intercentros en España. "No pueden justificar el cierre de Avilés porque vayamos a dar pérdidas, aunque serán importantes. No pueden olvidar que antes el negocio estaba en el metal primario y ahora es el de la alúmina, pero esto es así porque ellos lo han decidido", subraya.

La AEGE, por su parte, alertó esta misma semana: "El encarecimiento en los precios eléctricos conlleva de inmediato una pérdida real de competitividad industrial". Es decir, empresas como Alcoa sienten el aliento en la nuca por la cuestión eléctrica (el precio del megavatio hora superó los 76 euros el miércoles pasado, el máximo del año). Los números no son óptimos en el negocio primario y, encima, cada vez es más caro sacar al mercado aluminio en lingotes o en tochos. "La reforma energética es sólo parte de la explicación de la situación actual. La otra parte es la decisión de la dirección de la multinacional de primar los negocios mineros y de refino sobre los de transformación", explica Sobrido (lo que se hace en Avilés es transformar alúmina en aluminio primario).

El foco que la multinacional de Pittsburgh ha encendido alumbra la alúmina y no el aluminio. Esta apuesta, denuncian los trabajadores avilesinos, está haciendo temblar las fábricas españolas. "La amenaza está ahora sobre la de primario de San Ciprián: por primera vez puede entrar en pérdidas", señala el presidente del comité de empresa de Avilés. Se da la circunstancia de que en San Ciprián (Lugo), está atracado el buque insignia de la división española de la multinacional aluminera: hay una planta de alúmina y otra que aluminio. Esta está en crisis mientras que aquella va a vivir un año de oro. Y sólo son unos pocos los metros que separan una y otra planta.

La situación complicada de la alúmina arranca en abril de este año. Entonces, Estados Unidos impuso sanciones comerciales contra la empresa Rusal, que es la responsable de la distribución del 6 por ciento del mercado mundial de aluminio primario y del 7 por ciento de la alúmina. Estas sanciones han sido la mecha que encendió el mercado de la alúmina.

El cierre del mercado de la competencia de la multinacional norteamericana incrementó -hasta casi triplicar- el precio de la alúmina (para hacer un kilo de metal se precisan cuatro de alúmina, esto es, de bauxita refinada). Esto hace que Alcoa viva en una paradoja que está haciendo temblar a los trabajadores: una facturación espectacular desde el punto global, pero no desde el punto de vista local. "Nosotros compramos la alúmina que hace San Ciprián y el balance de resultados lo notamos de manera importante", comenta Sobrido.

La mala suerte de la fábrica de Avilés parece connatural. Los trabajadores son conscientes de que la pésima situación comercial se arrastra desde hace, "al menos dos años". "Ahora está la cosa peor. Estamos a expensas de la supresión del impuesto de eléctrico, pero también de las nuevas condiciones de subasta. Llevamos todo el verano con precios desorbitados, tanto que ninguna subasta lo puede permitir", apunta el presidente del comité de empresa.

La AEGE lo explica a su modo: "Las industrias electrointensivas son extremadamente sensibles al coste del suministro eléctrico, que llega a suponer desde un 10 hasta un 50 por ciento de los costes de producción". Lo que estas empresas advierten es que "comercializan sus productos en mercados internacionales, pero la electricidad que consumen se comercializa en el mercado local o regional, por la escasez de interconexiones con el resto de Europa, lo que les supone un encarecimiento de la factura eléctrica que en los últimos meses se ha agravado alarmantemente". Los trabajadores aguardan una pronta reacción de la compañía. Las malas noticias se han hecho costumbre en esta última década.

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